Andrew Garfield es uno de los actores de moda de Hollywood. Tras haber protagonizado Spiderman, actualmente en cartelera hay dos películas suyas ambas con relación directa con la fe. Por un lado, es el protagonista de Hasta el último hombre, de Mel Gibson (puede saber más de este filme aquí).

Pero además, tiene el papel principal de la última cinta de Martin Scorsese, Silencio, basada en la novela escrita en 1966 por el japonés, y católico converso, Shusaku Endo, y que trataba de unos jesuitas que llegan al Japón del siglo XVII a buscar un compañero que ha apostatado y a acompañar a los cristianos perseguidos y torturados.

Preparando a su personaje en esta cinta, el jesuita Sebastiao Rodrigues, este actor quiso meterse tanto en el papel de estos misioneros que acabó recibiendo incluso los ejercicios espirituales de San Ignacio.


Sin duda, la formación jesuítica le ha marcado, tal y como se desprende de sus declaraciones en las entrevistas de promoción de Silencio. En una entrevista en Hollywood Reporter cuenta este proceso y cómo el jesuita James Martin, que asesoró a Scorsese en el filme, le ayudó a meterse en el papel.

“Me dio la dirección espiritual como si yo fuera un jesuita en formación”, dijo Garfield sobre este sacerdote.

Para él esta formación religiosa se convirtió, según sus palabras, “en un viaje muy personal para mí, un doble viaje entre yo y Rodrigues (el personaje), caminando juntos” lo que le permitió ponerse en la piel de un “joven, ambicioso e inteligente jesuita”  en la “primera línea de la batalla por el cristianismo”.


Además explicó Garfield que tanto él como Adam Driver, el actor que interpretaba al jesuita Francisco Garrpe, fueron a un retiro jesuita en Gales donde completaron los ejercicios espirituales de San Ignacio.



“Es casi como un programa de 12 pasos" (n.d.a Garfield se refiere con estos programas a las estrategias que suelen utilizar los grupos que hacen terapias para abandonar una adicción). “De hecho, es la base para una gran cantidad de programas de 12 pasos, una meditación muy larga y la oración centrada imaginando la vida de Cristo, parte por parte, Evangelio por Evangelio, sentado con sus enseñanzas, sentado con él a medida que Él descubre quién es en el desierto, y realmente meditando su vida e incluso su crucifixión”.

De este modo, en el momento de realizar la película, Garfield estaba marcado por este espíritu. “Estaba lleno de toda aquella información y todo este anhelo de difundir las enseñanzas de Cristo, que realmente empecé a adorar”.


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