Cada día más jóvenes dedican todas sus vacaciones o gran parte de ellas a salir de su tierra y de su comodidad para colaborar en la evangelización de lugares, algunos tan lejanos para Jaime Fernández-Martos y sus 19 compañeros, como Villarica, en Chile. Los jóvenes de este grupo son de las diócesis españolas de Getafe y Córdoba, y la mayoría también son universitarios. Hemos querido conocer más de cerca la experiencia que tuvo el verano pasado Jaime y sus compañeros tras un mes entre huérfanos, prostitutas, drogadictos, ancianos abandonados…

Como nos cuenta Jaime, “la experiencia de misión duró 28 días. Contábamos con un grupo de 19 misioneros junto con el P. Miguel Luengo, de Getafe. Durante este tiempo nos ubicamos en Villarrica y en otros lugares como Lican Ray, y visitamos todo tipo de personas incluidas algunas comunidades mapuches”. Y ahora, llegando a casa, la situación ha cambiado: “Ahora toca asimilar la misión y llevarla al día a día, a nuestra casa, amigos y a la universidad”.

- ¿Qué busca un joven que dedica lo mejor de su descanso de verano a una misiones?

- Lo primero que se nos viene a los jóvenes en general es una oportunidad de cambio, una experiencia nueva al salir de casa y respirar otro aire. Esto es muy normal y es lo común en todos, pero esta sensación la aporta tanto un viaje a Hawái, como un día de piscina en el pueblo vecino. Al fin y al cabo, ambos son salir de la rutina. Sin embargo, la experiencia de misión incluye algo más: conocer gente nueva, ayudar a los demás…

» Yo personalmente pienso, como hijo de Dios, que Él tiene una misión para cada uno de nosotros y que nos quiere apasionadamente, y es por ello por lo que no podemos guardarnos ese Amor solo para nosotros sino repartirlo a los demás. Y con esto en mente, se me planteó la oportunidad de ir a Chile. Cuento con la gran suerte de tener un tío sacerdote de misión allí en Villarrica.

- ¿Qué ambiente es el que os encontrasteis allí?

- Allí, en Villarrica, la gente supera la bondad. Una cosa que destaca de los chilenos es eso, su simpatía, cordialidad y respeto. Suena muy poético, pero es tal cual. Podíamos hablar con ellos prácticamente de cualquier tema y era agradable mantener una conversación con tal respeto.

» El ambiente religioso y de fe en Villarrica era más o menos variado en cuanto a la religión cristiana. Me impresionó el gran número de iglesias y edificios pertenecientes a evangélicos, adventistas y mormones que había en la ciudad. En general la gente era muy respetuosa con este tema.

» En las casas por las que íbamos misionando de puerta en puerta, nos acogían personas de las cuales un 80 – 90 % se identificaban como creyentes: bien católicos, protestantes o adventistas. Raro era conocer a alguien que no se identificara con una confesión.

- ¿Qué es lo que os pidieron hacer en las misiones?

- La labor de misión la dividimos principalmente en dos zonas. Una semana en un punto llamado Lican Ray, donde, con mayor intensidad, nos dedicamos a misionar casa por casa, bendiciéndolas e invitando a actividades de jóvenes y actos eucarísticos. Las otras semanas las pasamos en la ciudad de Villarrica, incluyendo algunos pueblos o zonas de la diócesis. La misión aquí incluía visitas a colegios de personas con discapacidad, comedores sociales, residencias de mayores y la cárcel donde organizamos misa e impartimos catequesis a presos dispuestos a recibir sacramentos.

» Una de las experiencias más impactantes fue la llamada “ruta del pansito” que consistía en ir con una furgoneta repartiendo bocadillos y leche en los barrios más marginales.

» La última semana se centró especialmente en el “Colegio de Humanidades”. Allí dábamos charlas sobre diversos temas: afectividad, amistad, sentido de vida, etc., y compartíamos la eucaristía y adoración. Además, se llevó a cabo la labor de misión en una comunidad de Mapuches, con los que organizamos una Hora Santa y tuvimos momentos de “compartir” con las familias.

- ¿Cómo es el día a día de un misionero?

- Cada día, el P. Miguel o algún misionero nos avisaba de las actividades que iríamos a realizar, el lugar y la hora. Generalmente, nos dividiríamos en grupos según la labor.

» El día en Villarrica comenzaba en la Casa San Jorge. El horario consistía en un rato de oración por la mañana, seguida de la misa. A partir de aquí, todos los días fueron más o menos distintos, repletos de actividades y labores diferentes para cada grupo, que hacía variar la hora de llegada a la comida, o incluso el lugar para cada misionero.

- Seguro que hay algo que te ha costado especialmente en las misiones, ¿el qué?

- Es verdad que el frío y las duchas mañaneras de agua fría, en contraste con el calor que dejábamos en España, se hacían notar generosamente… Pero esto está dentro de los planes de El de Arriba, entonces ¡Uno le buscaba el lado bueno! En esta experiencia de misión, también ha habido momentos llevados con mucha vitalidad, y otros no tanto. Muchos días se notaba más el cansancio, así como momentos impactantes ante las situaciones penosas de personas con las que tratábamos, que se juntaban con una misión bajo la lluvia o con un mal día.

Esto cuesta llevarlo, pues somos humanos, pero, y aunque suene muy poético, sabíamos todos que contábamos con una Ayuda mayor, y al no estar en nuestras manos, debíamos confiar en Él. Y, ciertamente, uno experimentaba el fruto de esta confianza en primera persona. ¡Realmente no nos damos cuenta de la Compañía tan grande con la que contamos!

- ¿De dónde sacáis los jóvenes la fuerza para seguir adelante?

- La oración. Es la clave para seguir adelante. En la misión no repartimos pelotas de fútbol ni muñecas para jugar… sin embargo damos lo que tenemos, que es la experiencia de fe y de encuentro con Cristo. Y esta experiencia de Dios requiere una amistad con Él.

» Aunque muchas veces no nos demos cuenta externamente, la oración, el acto de abrir el corazón de par en par a Dios y crecer en amistad con Él, nos hace humildes y nos permite aceptar aquello que venga como voluntad de Él, permitiéndole que viva en nosotros. Y es así como “sacamos fuerzas” para cada día que se nos ponía por delante.

- Cuando te entregas recibes mucho más de lo que das… ¿Es esa tu experiencia?

- Es así. Y me atrevería a decir que todos los misioneros, sin exclusión, lo hemos experimentado. Lo podamos explicar o no, usted lector y yo sabemos que cuando uno se da a los demás experimenta una alegría y una satisfacción muy grande.

» El corazón del ser humano está hecho para cosas grandes. Pero cuando uno dedica a invertir parte de su tiempo a los demás, a ayudar, a acompañar, a compartir… su corazón se llena y se agranda.

» Además, ¿cómo no vas a recibir mucho más si, cuando te entregas al otro, también te estás entregando a Cristo, quien afirma dar el ciento por uno? Es una gozada…

 

- Las misiones acaban y ya estás en tu casa… ¿Y ahora qué? ¿Qué te queda? ¿Va a cambiar algo en tu vida?

- El ultimo día hablaba con algunos de los misioneros sobre la labor que habíamos hecho y de los días tan buenos que habíamos pasado, y al final llegamos a una conclusión: “La misión acaba de empezar”. Y sinceramente es lo que pienso. En esta misión hemos ido sembrando semillas para que un día, lo veamos o no, den fruto. Pero, como decía al principio, somos hijos de Dios y como tal, cada uno tiene una misión aquí en la Tierra. Y la misión es para realizarla durante toda la vida: en Chile, o en casa, allí o aquí. Por tanto, habiendo contado con el gran regalo de una experiencia misionera en Chile, y cómo a cada uno, en la medida que fuere, nos ha moldeado por fuera y por dentro, ahora toca asimilarla y llevarla al día a día, a nuestra casa, amigos y universidad, confiando en el que mueve todo esto, e intentando en cada momento asemejarnos más a Él, que es la verdadera Felicidad.