Fue la devoción mariana de los católicos lo que escandalizó al principio a Elisabet... y después la llevó a la plenitud de la fe católica.
Elisabet Hesselblad nació en el pueblo de Faglavik, en la provincia de Västergötland (sudoeste de Suecia) el 4 de junio de 1870. La bautizaron en la iglesia luterana. Su familia era numerosa, porque su madre dio a luz 13 hijos, nueve chicos y cuatro chicas, tres de los cuales murieron de niños. Elisabet era la quinta. Era una familia piadosa que iba a la iglesia luterana cada domingo.
En 1886, la pobreza de la familia obliga a Elisabet a buscar trabajo. En 1888 decide emigrar a América para ayudar a su familia. Mientras Suecia era luterana por completo, en Estados Unidos habÃa gran variedad de naciones y religiones.
Elisabet, en su época de enfermera.
Como enfermera, a menudo atendÃa trabajadores heridos en la construcción de la futura catedral de San Patricio. Un dÃa vio que un irlandés, herido, repetÃa en medio de sus sufrimientos: «¡MarÃa, Madre de Dios, ruega por nosotros!».
Aquella invocación no le gustaba. Escribió: «No deberÃa hablar de ese modo; no es cristiano... Los católicos usan fórmulas curiosas».
Otra noche, se lanzó en medio de una terrible tormenta a buscar un sacerdote que ayudase a un católico moribundo. "Que Dios te bendiga, querida hermana, por tu cuidado y tu dedicación", le dijo el religioso. "No puedes entender todavÃa el maravilloso servicio que das a tanta gente... Un dÃa lo entenderás y encontrarás el camino", añadió.
Visitaba varias iglesias de distintas denominaciones, buscando a Dios. Le gustaba el silencio de las iglesias católicas, aunque ella, nórdica, poco amiga de los gestos fÃsicos, no entendÃa por qué los católicos hacÃan tantas genuflexiones, tanto santiguarse...
Más adelante viajó por Europa con unas amigas católicas, las hermanas Cisneros. En Bruselas, las acompañó a la procesión del SantÃsimo en la catedral de Santa Gúdula.
"Al ver a mis dos amigas y a otros muchos arrodillarse, me retiré detrás del pórtico para no ofender a los que me rodeaban si me quedaba de pie. Pensé: ´Sólo me arrodillo ante ti, Señor, no aquô. En aquel momento, el obispo llegó al pórtico llevando la custodia. Mi atormentada alma se llenó de repente de dulzura y oà una voz, que parecÃa proceder a un mismo tiempo del exterior y del fondo de mi corazón, y que me decÃa: «Yo soy el que buscas». Y caà de rodillas... Estando allÃ, detrás de la puerta de la iglesia, realicé mi primera adoración ante nuestro divino Señor presente en el SantÃsimo Sacramento».
Esta fue la experiencia mÃstica y eucarÃstica que abrió en su alma la lucha por acercarse a la fe católica plena.
A Elisabet, tan arraigada en el luteranismo, le costaba sobre todo entender la devoción católica a la Virgen MarÃa.
«¿Cómo creer en el poder intercesor de la bienaventurada Virgen MarÃa y de los santos? ¿Acaso no disminuye eso los méritos de la Pasión y de la Muerte de Cristo? ¿No se verán perjudicados la gloria y el honor debidos únicamente a Dios?», se planteaba.
Santa Elisabet Hasselblad, en los últimos años de su vida.
Pero fue entendiendo el papel especialÃsimo de MarÃa, cómo era colaboradora de su Hijo mediante su obediencia, su fe, su esperanza y su ardiente caridad, convirtiéndose asà en Madre de todos los hombres.
Entendió que MarÃa sigue amando a sus hijos, asunta al Cielo, y que tÃtulos como Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora no quitaban ninguna gloria a Cristo como único Mediador.
Ya cada vez que pasaba por una iglesia católica entraba para adorar al SantÃsimo. Una de las chicas Cisneros entró como religiosa en el convento de la Visitación de Washinton. Ella sentÃa a Dios que llamaba. Pero también veÃa que en la Iglesia católica habÃa mucha gente mediocre, pecadora...
Entendió que en la red de Dios hay peces buenos y malos, que la cizaña y la buena semilla crecen juntos... pero que ella no podÃa estar fuera de esa red que era la Iglesia Católica.
De forma apresurada, convenció al padre J. G. Hagen, jesuita, al que apenas conocÃa, para que la acogiera rápidamente en la fe católica. Asà lo hizo el 15 de agosto de 1902. «Cuando regresaba a mi sitio para arrodillarme, sentà como si el mundo entero desapareciera de repente. ResultarÃa imposible describir aquella impresión. La única realidad que veÃa, que sentÃa, era Dios; en adelante, mi único deseo era verlo como lo veremos cara a cara, en la mañana de la eternidad».
A finales de 1902, acudió en peregrinación a Roma, donde se sintió atraida por la figura de Santa BrÃgida de Suecia. En 1904 su hermano Thure también se hizo católico. Ella se sintió llamada a acercar la fe católica a su paÃs. AsÃ, en 1920, fundó "la Orden del SantÃsimo Salvador", popularmente llamadas hoy "las brigidinas". En 1923 sus religiosas llegan a Suecia: las primeras católicas con hábito en el paÃs desde el siglo XVI.
Durante la Segunda Guerra Mundial, su convento en Roma estuvo lleno de refugiados de todo tipo, incluyendo judÃos escondidos, por lo que Israel la reconoció como Justa entre las Naciones.
(Entre aquellos refugiados escondidos estaba el joven estonio Vello Salo, huyendo de 3 ejércitos distintos; por esa época no tenÃa fe; allà se convertirÃa y llegarÃa a ser la popular voz de Radio Vaticano en estonio, y sacerdote; lea aquà su historia peculiar).
Al acercarse su muerte, Elisabet rezaba continuamente el Rosario. Ella, la antigua luterana, escribió: «La Virgen está más cerca de mà que mi propio cuerpo, y siento que serÃa más fácil cortarme un brazo, una pierna o la cabeza que alejar de mà a la Virgen; es como si mi alma estuviera encadenada a ella».
Murió en 1957. Juan Pablo II beatificó a la madre MarÃa Elisabet Hesselblad el 9 de abril de 2000.