Benoit Lacroix es un sacerdote dominico de Quebec que ha cumplido cien años y se mantiene activo como historiador, medievalista, filósofo, teólogo y experto en el poeta quebequés Hector de Saint-Denys Garneau. Ha sido condecorado muchas veces por su trabajo académico. Ha sido profesor muchos años y rodeado de 100.000 libros en la biblioteca de la casa madre de los dominicos de Montral no le faltan incentivos para seguir aprendiendo y escribiendo.

-Mi salud no es la mejor, pero todo va bien. Digo siempre que el día en que deje de amar, comenzaré a envejecer. Creo que la razón de la longevidad es el amor. Si amas, no envejeces. Puedes tener problemas, fallos temporales. El amor que uno mismo tiene es imagen del amor de Dios, es eterno. De alguna manera conecto mi longevidad con el amor; lo que no quiere decir que los que han muerto jóvenes no han sabido amar….es la calidad del amor en cada uno de nosotros.


-El tiempo es un don que he recibido, como la vida, un regalo del cielo a cada uno de nosotros.


-No lo sé


- No, nunca. Si es un regalo del cielo, ese regalo no es para mí, es para los otros, es para ti. Mi razón de ser ha sido siempre los demás. Y no yo. Mi vida ha sido los otros, y no yo. De manera que si tengo tiempo, mi tiempo es un tiempo que debo dar, que debo ofrecer, de la mejor manera. Quizá por esta razón tenga un sentimiento alegre, y tengo la certeza de que vivo con este regalo recibido, que mi buen humor no es para mí, está para ayudar a los otros a vivir. A ayudarles quizá a atravesar dificultades personales o grupales.

»De manera que estoy llevado por el tiempo, como dice “ la Martine” el tiempo es tu navío, no tu mansión (Ta demeure…). El tiempo pasa y el tiempo no está ahí para siempre. El tiempo te permite hacer cosas y sobre todo amar a los demás, de aquí de allí, de todos lados. Y me da el coraje y al mismo tiempo la salud, de saber que no pierdo mi tiempo. No como un tiempo que poseo, pero como un tiempo recibido, un tiempo ofrecido por el cielo, un tiempo de Dios, que me da un poquito espacio de tiempo. ¡100 años no son nada!

»Soy historiador, y he estudiado las etapas que duraron 1000 años, 2.000 años. Estoy acostumbrado a vivir con el tiempo, a respetarlo como es y a aceptar, llegado el momento, las enfermedades, el cansancio, la fatiga, el duelo, los fracasos, el sufrimiento… para mí todos esos momentos difíciles (fracasos, enfermedades, pruebas, sufrimientos…) no han sido barreras, han sido etapas. Y mi vida es una serie de etapas. Y mi sufrimiento es una etapa. Los problemas son otra etapa.

»He sido educado en la religión católica y para mí, la vida continúa, la muerte es una etapa. Como el tiempo actual es una etapa. Por tanto no tengo una visión de que la vida termina, eso no es verdad, continuamos.




- Al principio amaba a Dios como creador, como “cosmos”. He crecido cerca de los nativos americanos, he crecido cerca del bosque, soy un hombre de la tierra, me he criado entre animales, soy un hombre de campo, rural, mi Dios era un Dios creador, el Dios maestro de la Historia, maestro de la creación, el que domina el tiempo que trae la lluvia que trae el sol, el Dios cósmico.

»Poco a poco estudié teología y aprendí que Dios era más que la imagen de creador que tenía. Era un pensador, alguien que ha pensado el universo, que lo ha premeditado, que lo ha organizado, que lo conduce, que es maestro del universo, esa sería mi segunda etapa.

»Y la tercera etapa, leyendo a místicos, como Teresa de Ávila, Teresita del niño Jesús, me di cuenta de que ése Dios era también un Dios amoroso un Dios de amor, y fue ahí donde mi perspectiva tuvo una evolución. Ése Dios creador es un Dios personal, un Dios que me ha dado el tiempo, a mí, que me da la vida a mí. Es un Dios que necesita, que no me necesita para vivir, pero que necesita que le ame. Como Cristo Jesús, que vino a la tierra para ser amado.


- Porque un gran enamorado, siempre necesita ser amado. Dios no es indiferente. Si nos ha creado por amor, todo ese amor le interesa directamente. No es por casualidad que San Juan nos dice: Dios es amor. Y nuestro Dios tiene que ser analizado, rezado, examinado como un Dios que ama. El verdadero amor es recíproco puede dar pero puede recibir.


- No lo sé

- No se lo he preguntado, y no me atrevo a preguntárselo porque no me siento digno. Todo lo que he recibido … he cometido errores, cometo errores, soy humano, soy frágil, he sido perseguido por un Amor, y soy el joven y ahora el anciano delincuente perseguido por el Amor de Dios y que al mismo tiempo no es digno de este Amor, y como Dios es el perdón absoluto, y como el amor y el perdón van juntos, este Dios me perdona completamente. Me parece que Dios es ingenuo conmigo, porque no merezco seguir, es un don.




-Es la búsqueda instintiva de la felicidad, está en todos lados. Para alguien que hace la guerra, ahí está su felicidad, de jugar con la muerte…para alguien que ama la paz, la felicidad es el compartir la dulzura, y de hacer la paz a tu alrededor. Pero la búsqueda de la felicidad es instintiva, internacional, es el primer regalo que nos ha hecho el Señor. Nos ha dado la capacidad de ser felices.


- He conocido muchos Papas, comencé con Pío XI... He visto muchos, como 6 Papas porque iba a las audiencias con los estudiantes. He visto a Pío XII, italiano, con los brazos abiertos, era un espectáculo extraordinario, algo incomparables: tenía los brazos abiertos de una manera universal, comparando con Juan XXIII, muy grande, simpático, era más familiar. Pío XII era casi imperial, Juan XXII más doméstico… no se les puede comparar. Cada uno a su manera.


- Francisco es un don del espíritu Santo a la Iglesia que necesitaba una cierta renovación, es un don evidente del Espíritu Santo. Es un milagro en el interior de la historia de la Iglesia. He visto papas más recogidos, más intimistas, y otros más “hombres del pueblo”, hombres que quieren ver a todo el mundo, interesado en los pobres… No se debe comparar demasiado a los papas, hay que tomarlos donde se encuentran porque cada papa representa un momento de la historia.


- La santidad se ha convertido en un ideal, que han alcanzado ciertas personas privilegiadas, que va a hacer milagros, que van a ser llamados santos y santas… No es la respuesta. La santidad es simplemente amar. Es eso y todo el mundo está llamado a la Santidad; pero puede llegar un punto en la vida, que hayan diferencias. Soy un hombre, tú eres una mujer, yo soy anciano… las diferencias enriquecen la humanidad. Las diferencias no están para oponerse, están ahí para enriquecer.

»Lo mismo pasa con la santidad. Hay santidades muy escondidas. He podido conocer monjitas mayores muy enfermas, que han trabajado mucho… nadie las conoce, no harán milagros… Para mí son un milagro. La santidad no está reservada a una élite. La Iglesia católica lo hace, es su mundo, glorifica a los santos, hace grandes ceremonias… y me da la impresión que cuanto más se glorifica a los santos, más se alejan de nosotros.

»No, estamos llamados los unos y los otros a amar lo mejor posible. Hay muchos santos en la vida, santos entre los pecadores también… conozco muchos santos y santas que no son católicos, que hacen lo posible por seguir su religión, que siguen su conciencia, que son rectos y que intentan salvar la justicia. Y salvando la justicia, salvan la caridad. “Paz a los hombres de buena voluntad”.


- Nunca ha sido fácil. No soy un santo, soy un sacerdote ordinario que ha trabajado siempre con los jóvenes, siempre muy alegre, que ha intentado que esa alegría sea transmitida al resto del mundo; no soy un modelo, soy un sacerdote ordinario, que ha vivido cerca de los nativos americanos, alguien habituado a la naturaleza, poco a poco se impuso la cultura, y poco a poco la religión ha mejorado mi situación. Fui hombre de deportes, de tenis.




- Creo y pienso que me he convertido Interiormente por la lectura de “Historia de un alma” de Santa Teresita del Niño Jesús. Me convirtió interiormente porque yo hacía estudios demasiado densos, y eso me cansaba. Preparaba un doctorado en Toronto sobre la Edad Media. Era aburrido, y tenía que terminarlo. Comencé a leer Santa Teresita, y me convertí, y me di cuenta que los estudios eran importantes, pero más importante que los estudios, era el corazón.

- Después de eso he enseñado en todos lados, en las Universidades, fui director de departamento en la Universidad de Montreal, fui responsable en los comienzos de la fundación de la Universidad de Ruanda, fui uno de los primeros profesores canadienses ahí. Después, fui a Japón para enseñar historia de las antiguas escrituras…


- Esta pequeña Teresa ha sido una relación personal, muy íntima, que muy pocos conocen, que le cuento a usted. Mi vida es una vida universitaria de profesor, que ha tenido un don especial con los estudiantes, con los jóvenes estudiantes estaba metido en sus problemas, de aborto… ¡todos esos problemas de mujeres jóvenes en las universidades! Y recibí el don de comprenderlos, de aceptarlos, y al tiempo de ayudarles a no desesperar.


- Ha sido una vida muy rica desde el punto de vista de actividades, muy variada: con muchos éxitos oficiales, con medallas, con títulos… Pero eso no es importante, para mí, lo más importante es de poder ayudar a los otros, poder escucharles, poder amarlos tal cual son. No para convertirles, sin para estar con ellos, la conversión es la gracia de Dios. Y me encuentro en este mundo, a la vez ingenuo y amable.