En agosto de 2018 el arzobispo de Edmonton (Canadá), Richard Smith, ordenó diácono permanente a Edward Meding, un hombre que creció en una familia luterana, se alejó de la fe, tuvo problemas serios con alergias y con el alcohol, y también en su matrimonio y estuvo en paro varios años. Meding sabe de las dificultades de la vida.

Se hizo católico en 1984, para reforzar su relación con su mujer e hijos, pero es en los últimos veinte años cuando se ha volcado con los demás colaborando en pastoral de prisiones y en otros servicios, como maestro y como músico. Al ordenarse diácono con 63 años tiene claro que quiere servir en la Iglesia Católica.

Una familia luterana y religiosa... y unas alergias muy duras

Edward nació en 1955 en una familia luterana de campo en Alberta (Canadá), con unos padres y abuelos cariñosos y varias hermanas. No tenía ningún hermano varón, y quizá eso influyó en su talante retraído e introvertido. Su familia lo llevaba a la escuela dominical (la catequesis infantil protestante, justo antes o después del servicio religioso) y a campamentos bíblicos en verano. Aprendió bastante de Biblia y rezaba.

Edward sufría de una alergia brutal, sobre todo a las nueces y los huevos, que no podía tomar de ninguna manera. También sufría por el polvo de los cereales y del pelo animal, un desastre para un niño de campo. Por eso, casi cada año pasaba largas temporadas en el cercano hospital de Trochu (Alberta), regentado por Hermanas de la Caridad. Una de ellas le empezó a enseñar a tocar el piano y en general las religiosas le caían bien. Cuando volvía a casa de estas estancias, se ponía de rodillas junto a su cama y rezaba pidiendo a Dios que le librara de sus alergias tan incapacitantes.

Gwen, la esposa durante más de 40 años de Edward... su fe y oración constante y paciencia fue importante en su vida familiar que durante años estuvo muy herida

En la universidad, ya lejos de Dios

En la universidad Edward se alejó de la relación con Dios y empezó a buscar el alcohol y las diversiones como forma de escapar de sus sentimientos de soledad o dolor. En segundo curso dejó embarazada a su novia (hoy su esposa de más de 4 décadas). Ella era de familia católica y se casaron en una parroquia católica a instancias de los padres de ella.

Empezó una época de familia pero también de desorden: Edward bebía mucho, iba mucho de fiesta y era infiel. Estaba en paro y los niños iban llegando: tuvieron 4 hijos en una primera etapa. Edward creía estar bien y tener lo que quería: fiesta y alcohol. Creía controlar su vida.

Una sanación radical e inesperada

Sin saberlo él, su esposa Gwen rezaba por él: usaba el Salmo 1 poniendo el nombre de Edward. Donde se lee, por ejemplo, "feliz el que no sigue el consejo de los impíos" ella rezaba: "Feliz Ed, que no sigue el consejo de los impíos".

Gwen, además, se volvía más activa en lo religioso. Acudía a su parroquia católica con los niños. También iba a encuentros de oración de amigas protestantes.

Un día Gwen invitó a Edward a dos días de oración de sanación con un grupo de amigos protestantes. A él no le interesaba el tema, pero accedió por mantener la paz en casa. Pero en ese segundo día de oración salió a que rezaran por él con el gesto de la imposición de manos, al estilo carismático, y experimentó lo que en ambientes carismáticos se llama un descanso en el Espíritu: cayó al suelo, como si su cuerpo perdiera las fuerzas, se levantó un poco después y sintió una paz y serenidad que no sentía desde hacía mucho tiempo. Sintió que Dios había hecho algo en él. Para verificarlo, se hizo una tortilla de 3 huevos, algo que por si alergia podría haberle enviado al hospital... ¡y se la comió sin problemas! Y también podía comer nueces. Ya no tenía tampoco alergias al grano, al pelo... todas sus alergias desaparecieron desde ese momento para siempre.

Pobreza y entrega a Dios

La curación no convirtió a Ed ni le hizo dejar el alcohol. Durante un tiempo trabajó de maestro, pero después quedó en paro. Buscó trabajo como maestros en 64 lugares
distintos, dice, y no lo encontró. Económicamente hundidos, Gwen y Ed, con sus 4 hijos, fueron a vivir a la granja del padre de ella, donde Ed pasó a trabajar en las tareas de la granja.

Una tarde, después de trabajar toda la jornada, Ed se detuvo a contemplar los campos, los colores de la puesta de sol, las nubes, la brisa, incluso a disfrutar del olor de la tierra removida... "Sentí la necesidad de arrodillarme, rezar y dar gracias a Dios. El Espíritu Santo me inspiró una oración de agradecimiento, que me conmovió con lágrimas y después me hizo rendirme. Allí mismo me entregué a Dios, con mis pecados, mi desempleo, mi esposa, mis hijos, mis preocupaciones. De rodillas en la tierra, el polvo del que fui creado, me rendí a Dios, a Jesús", escribió años después en CHNetwork.

Ed Meding de rodillas en su ordenación diaconal en 2018 con el arzobispo de Edmonton

Un Encuentro Matrimonial

En 1984, con 29 años, Edward aceptó ir con Gwen a un retiro de fin de semana de Encuentros Matrimoniales. Era un retiro para matrimonios con base católica, donde Edward sintió el amor y el perdón de Jesús. Él hubiera preferido estar el fin de semana bebiendo y con música rock, no le gustaba ir a grupos donde la gente habla de generalidades sociales, tampoco le gustó cuando le abrazaron otros asistentes y se habría querido ir. Pero perseveró, y le tocó el corazón y mente una escena de la Biblia: el ciego Bartimeo clamando atención a Jesús: "Señor Jesucristo, hijo del Dios viviente, ten piedad de mi, pecador". Su alma se agarró a esa plegaria. Después, les pidieron subir a leer en pareja el Salmo en la misa de clausura: era el Salmo 1, el que Gwen rezaba desde hacía años por su marido.

Ese año nació su quinto hijo y fue el momento en que Edward decidió unirse formalmente a la Iglesia. Al bautizar a su hijo, entendió que quería ser un padre católico, comprometerse en la unidad de su familia, y deseó acercarse a Cristo en la comunión. Preparándose para entrar plenamente en la Iglesia, con el curso habitual de iniciación de cristianos adultos, aprendió más sobre Historia de la Iglesia, y aprendió que Jesús fundó una sola Iglesia, sobre Pedro, a quien entregó las llaves del Reino de los Cielos.

Un borracho sobrio

Como católico, Edward intentó servir a Dios. Se comprometió a dejar de beber y durante 7 años lo consiguió. Como se le daba bien la música, con teclado y guitarra, podía colaborar ayudando en distintos retiros, en servicios pastorales, en Seminarios de Vida en el Espíritu... Pero hoy considera que esa etapa era lo que en Alcohólicos Anónimos llaman un "borracho seco". No era realmente sobrio todavía.

Un día decidió que podía permitirse beber de nuevo... y tres meses después estaba encerrado en un calabozo de policía con un montón de acusaciones por cosas que hizo borracho.

Fue entonces cuando entendió que necesitaba ayuda. Se arrodilló y pidió a Dios que le librara de su alcoholismo. Después se apuntó a Alcohólicos Anónimos y su programa de 12 pasos: admitir que no podía manejar su vida, admitir que necesitaba ayuda de un Poder superior, admitir que necesitaba trabajar en su sobriedad. Después de más de 20 años, no puede sino recomendarlo.

Edward a la izquierda de la foto, su esposa Gwen a la derecha

Llamado al diaconado

Después de un viaje a Tierra Santa, Edward reflexionó más sobre cómo servir a Cristo. Tanto sus amigos, como sacerdotes, su párroco, y su esposa, sugirieron explorar la posibilidad del diaconado permanente.

En 2012 se había jubilado, en 2014 empezó sus estudios para diácono y en verano de 2018 fue ordenado. Desde su experiencia de vida accidentada, con sus hijos ya crecidos, ya con seis nietos, quiere ahora servir así a la Iglesia.