Para la Iglesia, el Padre Pío (1887-1968) hoy es un gran santo, confesor infatigable, extraordinario "liturgo" de la Eucaristía, verdadero imán de devoción. Sin embargo, este fraile capuchino de densa barba y ojos vivos y severos, en el pasado fue para la Iglesia, o al menos para algunos de los exponentes de su jerarquía, un estafador, un psicópata, un "hombre de escasa inteligencia", un "falso místico", un traidor al voto de pobreza, castidad y obediencia. Fue considerado una especie de "sacerdote miserable" -como lo definió en su informe al Papa el dominico Paolo Philippe después de haberlo interrogado en 1961, en su función de consultor del Santo Oficio-, a quien había que marginar utilizando toda una sarta de intervenciones y sanciones.

Pero, ¿a qué era debida esta aversión? En el 50º aniversario de la muerte del Padre Pío, en el día en que la Iglesia celebra su memoria, In Terris ha profundizado la cuestión con Renzo Allegri, uno de los mayores biógrafos del santo, que ha dedicado a esta persecución por parte de la jerarquía eclesiástica una de sus obras sobre el fraile de Pietrelcina, La passione di Padre Pio.

Renzo Allegri ha escrito varios libros sobre diversos aspectos de la vida del Padre Pío.

-¿Cuándo empezaron a llegar al Santo Oficio las primeras cartas contra el Padre Pío?

-El Padre Pío recibió los estigmas el 20 de septiembre de 1918. Asustado, se armó de valor e informó a su confesor al cabo de un mes, con una carta fechada 17 de octubre. El confesor le impuso contar todo con detalle y el Padre lo hizo en una larga carta fechada 22 de octubre. Ocho meses después la noticia era de dominio público. El 1 de mayo de 1919, Il Giornale d'Italia publicó una noticia con este título: "El milagro de un santo", y como subtítulo: "Un soldado curado al instante en San Giovanni Rotondo". Los demás periódicos también se engancharon, y el 21 de junio Il Mattino de Nápoles contó toda la historia con un artículo de dos páginas titulado: "El Padre Pío, el 'Santo' de San Giovanni Rotondo, actúa un milagro en el canciller del pueblo; testigo, un enviado especial de Il Mattino". San Giovanni Rotondo empezó a estar invadida por peregrinos. Es entonces cuando empiezan a llegar al Santo Oficio cartas anónimas contra el Padre Pío.

Ejemplar de Il Mattino de Nápoles del 21 de junio de 1919. La fama del santo de los estigmas se extendió enseguida.

-En esa época, ¿quienes eran sus adversarios?

-Las cartas llegaban del clero local, apoyado por el obispo de Manfredonia y Foggia, monseñor Pasquale Gagliardi. Incluso habían formado, junto a algunos laicos, un grupo para destruir al Padre, al que consideraban "un fanático y un estafador". En una carta al clero de San Giovanni Rotondo, el obispo exhortaba: "No tengan miedo de comprometerse enviando cartas e informes al Santo Oficio, porque allí hay quien sabe recibirlas y mantener sub secreto". Este es un ejemplo de las acusaciones contra el Padre Pío: "Nos encontramos en pleno paganismo. La idolatría se profesa a gran escala: cuando pasa el 'Santo' todo se postran en acto de adoración. El clero y el público culto están obligados a creer para poder salvar su vida".

El Padre Pío es saludado por John McCaffery, un irlandés buen amigo suyo, profesor de inglés en la Universidad de Génova.

-¿Por qué esta hostilidad hacia el Padre Pío?

-La hostilidad la provocaba la envidia, porque la gente llegaba en masa al convento con generosas ofrendas. Pero también una mortal trampa diabólica. Las acusaciones continuaron durante años, provocando graves condenas por parte de las autoridades eclesiásticas. Las condenas del Santo Oficio fueron cinco, nunca retractadas, ni siquiera después de la canonización del Padre Pío. En 1931 fue condenado a arresto domiciliario: durante 750 días no pudo confesar, ni realizar ninguna de las actividades propias del sacerdocio.

La película El Misterio del Padre Pío, dirigida por José María Zavala, se estrena el 23 de noviembre y abordará con testimonios y documentación inéditos las persecuciones y espionajes de los que fue objeto el santo. Pincha aquí para contribuir con cualquier cantidad a su financiación.

-En la época del Padre Pío los estigmas no eran un fenómeno nuevo en la Iglesia. ¿Por qué sus estigmas suscitaron tanta perplejidad?

-La gente sencilla no sentía ninguna perplejidad. Tampoco los hermanos de la orden, ni los numerosos periodistas que habían tenido conocimiento -incluso viéndolos con sus ojos-, las curaciones y los milagros. Los médicos enviados por el Santo Oficio para emitir un juicio científico afirmaron encontrarse ante un hecho científicamente inexplicable. Los informes de los teólogos y de los obispos enviados por el Papa para tener un juicio concreto fueron todos positivos; de hecho, el Papa Benedicto XV dijo públicamente: "Sí, el Padre Pío realmente es un hombre de Dios". Las perplejidades fueron causadas por el clero local con continuas calumnias y cartas anónimas, que encontraron una inexplicable acogida en el Santo Oficio.

-El padre Gemelli fue muy duro con el Padre Pío: como médico le diagnosticó enfermedades mentales...

-El padre Gemelli fue a San Giovanni Rotondo en abril de 1919, donde permaneció dos días. Tuvo un único encuentro con el Padre Pío la mañana del 19 de abril, cuando el Padre bajó a la sacristía para celebrar la misa. Según los testimonios jurados de quien estaba presente, se trató de un encuentro que duró unos 30 segundos. El padre Gemelli pidió poder ver los estigmas. El Padre Pío le respondió: "¿Tiene usted el permiso escrito de mis superiores en Roma?". "No", contestó el padre Gemelli. A lo que el Padre Pío dijo: "Entonces, no se los puedo enseñar", y se alejó. El padre Gemelli se fue, furioso. Cuando llegó a Foggia escribió un informe para el Santo Oficio diciendo que había visitado al Padre Pío. Posteriormente, redactó dos informes más para el Santo Oficio: uno el 2 de julio de 1920 y el tercero en noviembre de 1926. Son informes falsos, pero llenos de juicios terribles. Un ejemplo: "El Padre Pío no presenta ninguno de los elementos característicos de la vida mística". Otro: "Ante el estado de los hechos, tenemos el derecho a afirmar que las llagas del Padre Pío son simples lesiones autoinfligidas por un sujeto psicópata". Para el Santo Oficio, esos juicios tenían el valor de oráculos.

El padre Agostino Gemelli (1878-1959), franciscano, prestigioso médico y psicólogo converso, fue el gran adversario del Padre Pío en la Curia vaticana. Fue el primer presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias y fundador y rector de la Universidad del Sacro Cuore [Sagrado Corazón] de Milán, a la que está adscrito el célebre hospital Policlínico Gemelli.

-¿El padre Gemelli acabó cambiando de opinión?

-Monseñor Luigi Villa, amigo suyo personal, reveló en una entrevista a Il Messaggero en 1999 que antes de morir el padre Gemelli escribió una carta al Padre Pío pidiéndole perdón. Y se dice que el Padre Pío fue a verle en bilocación. Pedí información sobre esta carta al padre Gerardo di Flumeri, vicepostulador de la causa de beatificación del Padre Pío, quien me respondió: "Podría ser verdad, pero nunca he encontrado rastro alguno de esa carta en el archivo del Padre Pío".

-Juan XXIII envió una visita apostólica para estudiar el caso; pero en los años 20, cuando hizo una visita apostólica a Foggia, evitó detenerse en San Giovanni Rotondo. ¿Tampoco el Papa Roncalli se fiaba del capuchino?

-Roncalli tuvo conocimiento del caso del Padre Pío cuando era nuncio en París, a través de Emanuele Brunatto, hijo espiritual del Padre Pío. Roncalli se quedó asombrado y escribió una carta al obispo de Manfredonia, que en esa época era monseñor Andrea Cesarano, gran amigo suyo. Monseñor Cesarano le respondió con una larga carta afirmando que el Padre Pío era verdaderamente un gran santo. Monseñor Roncalli acabó siendo un gran admirador del Padre Pío y a menudo enviaba saludos pidiendo sus oraciones. En 1960, el padre general de los frailes capuchinos llevó al Santo Oficio un voluminoso dossier, con fotografías, grabaciones y testimonios para demostrar que el Padre Pío era un timador, una persona falsa, corrupta, ávida, que tenía amantes. El Papa se asustó muchísimo, sobre todo porque ese dossier llegaba del superior general de la orden. Ordenó una nueva visita apostólica: el resultado es que esos documentos fueron considerados verdaderos, por lo que las sanciones fueron graves. Al cabo de un tiempo resultó que todo era falso. Una nueva y terrible trampa diabólica. El Papa Juan XXIII cambió de opinión y ordenó que se dejara en paz al Padre Pío.

-¿Había también motivos "políticos" detrás de la persecución al Padre Pío? ¿Es verdad que algunos atribuyeron al Padre Pío responsabilidades por un hecho de sangre que tuvo lugar en San Giovanni Rotondo en 1920?

-No había ningún motivo político. En la revuelta a la que usted hace referencia, en la que hubo muertos, el Padre Pío tuvo un papel de pacificador. Su intervención calmó los ánimos, evitando que hubiera más muertos. Desde la primera condena emitida por el Santo Oficio en 1920 contra el Padre Pío, estaba programado alejar al Padre de San Giovanni Rotondo, enviándole a un convento de clausura en el extranjero. Pero este proyecto no llegó nunca a puerto porque la población de San Giovanni Rotondo defendió al Padre con guardias nocturnas y vigilantes armados. Para conseguir alejarlos, los superiores llegaron incluso a pedir ayuda a las fuerzas del orden, pero fue inútil. En 1929, llegaron hasta Mussolini, que respondió: "Que dejen tranquilo al Padre Pío".

-Usted antes ha definido "inexplicable" el hecho de que el Santo Oficio acogiera las calumnias y las cartas anónimas contra el Padre Pío. ¿Podríamos explicarlo con la aversión de ciertos exponentes de la jerarquía, fautores de las innovaciones en curso en esos años, hacia esta figura de fraile ascético, imagen de una Iglesia considerada obsoleta y propensa a las devociones?

-No, no lo creo. Los exponentes de la jerarquía fautores de la innovación eran, normalmente, intelectuales que tenían un proyecto ideológico, y que por lo tanto no pensaban en absoluto en Padre Pío. Desde 1923, el Santo Oficio había liquidado el "caso del Padre Pío" con una declaración oficial: "Tras una investigación sobre los hechos atribuidos al Padre Pío, la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, responsable de la tutela de la fe y de las costumbres, declara que no consta sobrenaturalidad en esos hechos y exhorta a los fieles a conformarse en su modo de actuar a esta declaración". Por lo tanto, estigmas, visiones, bilocaciones, curaciones, conversiones, todo lo que sucedía alrededor del Padre Pío no tenía nada que ver con lo sobrenatural. Y esa declaración se repitió en numerosas ocasiones en los años sucesivos, y nunca fue retractada. Los fieles tenían que atenerse a esa declaración. En documentos posteriores, cuando se hacía referencia a esa declaración, se prohibía a todos los creyentes ir a ver al Padre Pío. Por consiguiente, no creo que las corrientes innovadoras en el ámbito de la Iglesia tomaran nunca en consideración a la masa de devotos del Padre Pío, difundidos en todo el mundo, como un movimiento que había que combatir, precisamente porque era una multitud sin organización y sin reconocimientos.

-El santuario de San Pío, en San Giovanni Rotondo, ha suscitado muchas críticas por la ausencia de referencias cristianas y de reclinatorios, el ambiente dispersivo, los símbolos y los tapices, considerados ambiguos... ¿Es exagerado afirmar que ese edificio ha sido la enésima afrenta, aunque no deseada, al fraile capuchino?

-No creo que sea una afrenta. Renzo Piano realizó un santuario futurista, pero no creo para nada que tuviera intenciones blasfemas, como han escrito algunos. En mi opinión, el error es de los frailes capuchinos, que han querido hacer una obra grandiosa, mirando a las multitudes que llegan y no al espíritu franciscano de humildad y pobreza. La gente ha tenido reacciones negativas. Sin embargo, tal vez en un par de siglos ese santuario será considerado una obra de arte, además de un acto de gran devoción de la gente. Por otra parte, a lo largo de los siglos, esto mismo ha sucedido respecto a otros edificios artísticos: muy criticados al inicio, apreciados sucesivamente.

Traducción de Elena Faccia Serrano.