Floyd se fue primero, sin soltar la mano de Violet, que lo hizo cinco horas después e hizo válida la promesa de "hasta que la muerte nos separe". Tras casarse en 1947, ella escribió: "necesito tus brazos alrededor mío, querido. Espero tenerlos pronto. Te quiero, te amo y siempre te amaré mientras viva". Su hija cuenta la historia en un conmovedor vídeo.


Una conmovedora historia de amor hace válida aquella promesa de "hasta que la muerte nos separe" y está conmoviendo a los medios de comunicación estadounidenses y las redes sociales. Se trata de la historia de Floyd y Violet Hartwig, unos granjeros de Easton (California. EE UU), que murieron cogidos de la mano tras 67 años de matrimonio.


Todo sucedió el pasado 11 de febrero. Primero se fue Floyd, que contaba con 90 años, sin soltar la mano de su esposa; y cinco horas después moría Violet, de 89, que en 1947, después de haberse casado y cuando su marido estaba en el Ejército, le escribió lo siguiente: "necesito tus brazos alrededor mío, querido. Espero tenerlos pronto. Te quiero, te amo y siempre te amaré mientras viva".
 

El matrimonio había tenido tres hijos, Donna, Carol y Kenneth, y ha sido precisamente uno de ellos, Donna, quien ha explicado los pormenores de la historia de amor de Floyd y Violet en un emotivo vídeo, una historia de la que se han hecho eco los diarios El Huffington Post y el FresnoBee.


Los Hartwig se conocieron en la escuela y se hicieron novios en la década de los 40, mientras Floyd disfrutaba de un permiso de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto, los enamorados mantuvieron la llama viva, escribiéndose románticas cartas de amor.

Posteriormente, al terminar la guerra, Floyd embarcó de nuevo hacia el Pacífico, hasta que fue licenciado a principios de 1948. En esa época, Floyd llegaba a escribir hasta 5 cartas en un mismo día; en total 131 misivas, entre 1946 y 1948.


En los últimos años de sus vidas los dos sufrieron diferentes enfermedades. Violet tenía demencia y perdía peso a gran velocidad, mientras Floyd sufría cáncer de colon y de vejiga y, en sus últimos días, también tenía insuficiencia renal.

Pero hasta el mismo mes de enero, los dos cuidaron el uno del otro. Floyd aún cortaba el césped del jardín y podía con los haces de leña. Incluso, una semana antes de su muerte, cenaron juntos en la mesa de la cocina.

En el hospital, en su Easton natal, compartieron habitación con las camas juntas y, aunque no pudieron comunicarse con palabras en los momentos finales, ya en casa, su respiración contó otra historia.


Los familiares notaron que la respiración de ambos a menudo se sincronizaba. En un momento dado, lo hizo al mismo tiempo entre 5 y 16 respiraciones por minuto.


Su nieta Cynthia Letson sonreía al recordar que "fue como si ellos estuvieran reviviendo o algo así". Y Dona añadía: "Creo que eso es lo que les mantenía cuando se estaban yendo... que cada uno tenía al otro. Ellos no se querían ir el uno sin el otro".

De su paso al otro mundo juntos, su hija explicaba entre lágrimas: "nos sentimos bendecidos porque sabíamos que era lo que querían. [...] Y cuando fuimos a la funeraria y vimos los dos ataúdes supimos que esa era la forma en que estaban destinados. Esa es la única forma en que podían terminar".