Ayer miércoles se inauguró en Madrid, en un acto celebrado en la parroquia de los Padres Carmelitas de Ayala, el ciclo de conferencias 201415 de la Fundación Tierra Santa, abierto en nombre de su patronato por José Miguel Abat. Explicó que, siendo uno de los objetivos de la institución apoyar a los cristianos de los lugares bíblicos, era obligado hacerlo dando a conocer “la persecución, el drama y el desamparo que están viviendo ahora mismo en los países de mayoría musulmana”.


Como protagonista y testigo de excepción, presentó a Raad Salam Naaman, católico caldeo nacido cerca de Mosul y criado en Basora, profesor universitario y doctor en Filología Árabe y Estudios Islámicos, refugiado político en España desde 1991 y nacionalizado español en 1999.

Salam comenzó explicando que no guarda “odio ni rencor” a los musulmanes, porque es deber del cristiano “perdonar al enemigo y rezar por quienes te persiguen”.

Como es su caso. En un breve relato autobiográfico, describió varias detenciones por denuncias de radicales islámicos, palizas, su participación obligatoria como servicio militar en las guerras con Irán y del Golfo, el asesinato de hasta 25 personas de su familia y de varios amigos (entre ellos el editor de su tesina de licenciatura, considerada “ofensiva” por los islamistas) y un atentado personal en 1990 en el cual murió un primo suyo al interponerse entre él y los disparos. Su propio padre fue asesinado tras la caída de Sadam Hussein y la implantación del actual régimen chií. “Todos los cristianos de Irak tienen una historia similar a la mía, o peor”, puntualizó.




Raad Salam explicó que los cristianos son “los habitantes originales de Irak, descendientes de los antiguos mesopotámicos, sirios y caldeos”. La región fue muy tempranamente evangelizada por el apóstol Santo Tomás, llamado Dídimo, y dos de sus discípulos, pero en el siglo III padecieron una cruel persecución por parte de los persas. “Los musulmanes llegaron en el año 637, cuando el califa Omar conquistó Persia. Se encontraron que allí había judíos y cristianos y para saber qué hacer con ellos acudieron al Corán”: les obligaron a pagar tributos y se recrudeció la persecución.


Por tanto, la situación actual “no es nueva, los cristianos en Irak hemos vivido desde siempre marginación y persecuciones” aunque, subrayó, “no somos refugiados ni inmigrantes, ésta es nuestra tierra”. En su infancia y juventud eran denominados “sucios nazarenos” y padecían un estigma social: “Nuestro consuelo al llegar a casa era la lectura de las Escrituras, y en particular el salmo 23: ‘El Señor es mi pastor, nada me falta’…”.
Salam relató la cadena de atentados, asesinatos, iglesias quemadas y secuestros a partir de 2003, tolerados por el nuevo régimen, y el comienzo de las huidas a zona kurda: “Pero los kurdos son musulmanes suníes y también radicales. Ahora están protegiendo a los cristianos para ganarse a la opinión pública porque desean formar un estado independiente”, alertó, señalando lo precario de esa protección.

Acudió a la definición de la Real Academia para apuntar que “lo que está pasando en Irak es un genocidio en toda regla”, no sólo sobre las personas, sino sobre la civilización y la cultura: “Cuando Estado Islámico entró en Mosul, destruyeron en torno a mil o mil quinientos manuscritos antiguos”.


Los miembros del patronato de la Fundación Tierra Santa: entre ellos, cuarta por la izquierda, su presidenta, María del Carmen Pérez Villota.


Y advirtió de que las masacres y violencias a las que estamos asistiendo son “la cara verdadera del islam” porque “se limitan a aplicar el Corán y la ley islámica”: “El problema no es el Califato, el problema es el islam mismo”, advirtió, leyendo varios pasajes del Corán en que se incita a la crueldad con los “infieles” y recordando que lo mismo que hace Estado Islámico “lo hizo también Mahoma”.

“Estado Islámico está cortándole el cuello a los hombres, explotando sexualmente a las mujeres, esclavizando niños y vendiéndolos en los países del Golfo”, recordó. Todos los cristianos están recibiendo una carta, que leyó en su integridad, en la que el Califato “les lanza una ‘última advertencia’ para que salgan del país inmediatamente”.




Por último, señaló que lo que debemos hacer los cristianos occidentales por los cristianos iraquíes (“que son nuestros hermanos en la fe, pero que son también simplemente personas que están sufriendo esto”) es “rezar, pero no sólo hacen falta oraciones, también acciones concretas”, entre las que señaló, además de ayuda económica para los refugiados a quienes espera un duro invierno en tiendas de campaña, dar a conocer la verdad: “Que sientan que están acompañados, que lo que les está pasando no cae en el olvido”.