Pablo y Elizabeth son un matrimonio, padres de cuatro hijos, dos hijas biológicas universitarias, y dos hijos pequeños de acogida con minusvalía grave.

Recientemente, Dios ha vuelto a llamar a su puerta solicitando su ayuda. Pero esta vez “la hija de acogida” es una joven de 21 años, embarazada, llamada Claudia. Esta nueva historia de acogida está cambiando la vida de muchas personas de su entorno, que ven en ellos un "sí a la vida" ejemplar. Hasta el punto que algunos matrimonios se han ofrecido a acoger en su familia a jóvenes que se encuentren en la misma situación de Claudia.

La familia que forman Pablo y Elizabeth no tiene precisamente una situación económica fácil, pero su gratuidad es reflejo de ese Otro que da el ciento por uno y que ellos viven a diario, con sus dificultades y limitaciones, pero también con esperanza, levantando siempre la mirada.

Les hemos preguntado a Claudia y Elizabeth cómo viven esta experiencia.


-Pues todo se remonta al 23 de diciembre. A las 11.15 horas mi marido, que es presidente de la Asociación Familias para la Acogida, recibió una llamada telefónica de una asistente social que había visto la página web de la Asociación, diciendo que tenía una joven de 21 años, que estaba embarazada de unas 13 semanas y que se encontraba en una situación desesperada porque su madre y hermano no viven en España y se encontraba sola afrontando la llegada de un hijo. Después de acudir a alguna de las asociaciones de protección a la mujer embarazada, Claudia se dio cuenta de que lo que ella necesitaba era una familia que la acogiera y la ayudara en el embarazo. Esto era urgente ya que Claudia no tenía donde ir. La asistente social le dijo a Pablo que volvería a llamar a eso de las 13:00 para obtener una respuesta. De entrada, por nuestra situación en casa, lo primero que pensamos era que nuestra familia no era la más adecuada para Claudia, con dos niños minusválidos y una situación económica un tanto ajustada. En definitiva, en una hora y cuarto teníamos que buscar, en vísperas de Nochebuena, una solución para Claudia y su bebé. Mi marido hizo una serie de llamadas, pero fue inútil. Cuando se acercaba la hora en que la trabajadora social tenía que llamar, mi marido me telefonea para decirme que no había encontrado a nadie disponible y me pregunta qué le contestaría a ella. Con un vértigo enorme, pero confiados de que esta chica nos llegaba porque Otro nos la estaba enviando, a las 13.30, cuando llamó la trabajadora social, dimos nuestra disponibilidad para abrir nuevamente nuestra casa y le dijimos a la trabajadora social que nosotros la acogeríamos.


-Pues la verdad es que nuestra relación empezó por teléfono y a través de mensajes. Claudia decidió ir a pasar las fiestas de Año Nuevo con una amiga en Valencia, pero durante ese tiempo nos comunicábamos casi a diario por teléfono. La verdad es que, aunque ella ya sabía que tenía una familia, yo pedía todos los días por ella, para que se encontrase bien y que la compañía que la rodeaba la acompañara en esta situación y le diera los consejos adecuados a su situación y no la hiciera desistir de la decisión que ella había tomado de seguir adelante y tener a su hijo. Cuando un día me dijo por teléfono que lo único que le sabía mal de estar con sus amigos era que ella no podía beber ni gota de alcohol por el bebé, en cierto modo respiramos al poder comprobar que su decisión era cierta y que estaba decidida a tener a su hijo, cosa que nos alegró mucho porque sabíamos que esto era lo mejor para ambos, ella y su bebé. De algún modo, ella ya sabía que, aunque todavía no había llegado a nuestra casa, ya estaba acogida en nuestro corazón. Llegó a nuestra casa el 7 enero, como regalo de Reyes.


-Pues la verdad es que en todo esto nuestras hijas han tenido un papel clave. Por dar un ejemplo, Ana aceptó compartir su habitación con Claudia. Nuestra hija estaba acostumbrada a dormir sola y hacer uso exclusivo de su habitación y su baño. Ahora las dos tienen que compartir el espacio y ponerse de acuerdo para respetar sus espacios y momentos.


-Poco a poco nos hemos ido adaptando y todavía nos estamos conociendo. Convivir no siempre es fácil y uno nunca deja de sorprenderse del otro, en lo bueno y en lo no tan bueno. Es verdad que Ana y Teresa tienen sus cosas, su facultad, sus pequeños trabajos y están muy ocupadas, pero siempre que pueden se juntan y ven una película; han ido también de compras o al cine juntas. Un sábado, Anita organizó una cena en casa para presentar a Claudia a sus amigos. También, en algún momento, han tenido algún roce, como en cualquier familia normal. En líneas generales, Claudia se está adaptando muy bien y las chicas intentan acompañarla.


-Es verdad que esto no siempre es fácil porque, como dije arriba, las chicas tienen sus horarios muy pautados de estudio y trabajo y Claudia hoy en día no tiene trabajo y todavía no ha terminado la secundaria. Ha hecho un curso de manicura y pedicura, subvencionado por la Asociación Alto Tajo y está aprendiendo, al lado de una amiga nuestra que tiene un centro de estética en Daganzo, un poco este oficio. Esto está siendo de gran ayuda porque ella necesita forjarse un futuro para ella y su bebé. A los médicos intento acompañarla, cuando puedo, aunque como trabajo muchas horas, no siempre ha sido posible, y a veces la han acompañado Ana o Teresa. Vamos viviendo el día a día tratando de responder a lo que se presenta, ciertos de que, como dice San Pablo en su Carta a los Filipenses: “Aquel que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”. Y aunque esto no sea algo inmediato todo el tiempo, tenemos la compañía de muchos que nos acompañan y piden por nosotros y por Claudia y su bebé. Esto nos da certeza en los momentos difíciles y esto nos hace estar agradecidos.


-Yo vivía en Cuba, mi madre llegó hace muchos años. Yo me quedé en Cuba con mi abuela, que se ocupó de mí hasta los ocho años. Llegué en 2001 y me recibió mi madre, porque yo llegué sola. Ella estaba viviendo aquí con su marido, se casó en Cuba.

-Sí, tenía ocho años. Unos años después de venir yo, trajo a mi hermano, trajo a mi abuela y estuvimos viviendo los tres juntos, en Coslada. Fuimos cambiando y cambiando, mi abuela volvió a Cuba hace un año. En Coslada estudiaba en el Colegio “Madre del Amor Hermoso” y de allí nos fuimos a vivir a Entrevías. En realidad, nos hemos trasladado muchas veces de casa, por la economía, por buscar sitios más baratos.


-Bueno, tengo que decir que yo he tenido tres abortos, de los cuales no me siento nada orgullosa… pero en ese momento no sabía qué hacer… lo que me llevó a decidir… bueno, primero fui al Centro de Salud para confirmar mi embarazo. Yo ya me lo imaginaba, por los síntomas, pero para confirmar fui y me dijeron que sí.

Yo sinceramente quería mi embarazo, quería a mi bebé, desde el primer momento en que me lo dijeron, pero lo que me llevó una vez más a pensar en el aborto fue que mi familia se iba a ir fuera -aún no se habían ido-, iba a estar sola, no tenía ningún tipo de ayuda económica, con mi pareja tampoco estaba muy bien. Estábamos viviendo juntos en Valencia, pero dejamos de vivir juntos. Por eso y porque mi familia no estaba de acuerdo… yo no veía nada claro, veía que todo se ponía en contra de mi embarazo. Pero la verdad es que yo no quería abortar. Cuando volví al Centro de Salud dije que sí, que sí quería. Hablé también con mi pareja y le confirmé el embarazo. Unos días después, él vino, mi pareja, desde Valencia, y fuimos de nuevo al Centro de Salud para ir al médico de cabecera. Estuvimos hablando, él no estaba muy de acuerdo, también por lo mismo, por miedo a lo que le dijera su familia… A mí, sinceramente, lo que me dijera mi familia o la gente que me rodeaba me daba igual, yo sabía que quería a mi bebé. Pero bueno, estuvimos hablando, luego yo fui de nuevo al Centro de Salud y dije que no, que al final no podíamos, le explicamos a mi médico de cabecera el porqué, que no es que yo no quisiera, pero es que veía que tenía que ser así, no veía otra salida.

El médico de cabecera me dijo que aquí pasaba algo, que primero me veía contenta, que sí quería y que al día siguiente iba con mi pareja a decirle que no… Pensaba que él me forzaba a decir que no o que yo… bueno, que me obligaban… Le dijimos que no, que no, pero él insistía y entonces es cuando nos derivó a la trabajadora social del Centro de Salud de Entrevías. Ese mismo día, al salir de ahí, fui a conocer a la trabajadora social y nos conoce a los dos juntos. Le contamos un poco la situación, tanto por parte de mi pareja como mía. Él explica por qué no, que yo sí quería… Ella vio que no estaba claro, en verdad, y entonces me informó de estas ayudas. No exactamente de Familias para la Acogida… Me dio un número de teléfono, una tarjeta y me dice “tú llamas, dices la comunidad donde estás y ellos te dicen las peticiones que puedes hacer, depende de lo que necesites”… Me dio este número y nos dijo que lo pensáramos durante ese día, que lo habláramos y que fuéramos al día siguiente. “Venís mañana, con las ideas claras, relajados y me contáis”… Yo tenía que ver claro, porque la decisión la tomaba yo, no mi pareja. Nos vamos y ese mismo día también llamamos al número y nos citan. La trabajadora social también llamó y… bueno, me atendieron ese mismo día. La trabajadora social me había hecho un papel, una carta, como que me mandaba ella desde el Centro de Salud de Entrevías. Un par de horas después nos citan con la trabajadora social de la Asociación a la que le cuento de nuevo un poco mi situación, mi vida, el porqué quiero seguir adelante y el porqué no, también le cuento donde está mi familia… Yo veo que no lo tengo claro, en verdad no estoy segura en qué ellos me pueden ayudar. También le comenté que yo necesitaba un sitio donde estar, porque mi familia ya estaba fuera en ese momento, se fueron en noviembre, necesitaba un sitio donde estar porque en ese momento yo vivía en las afueras de Madrid, donde vive la pareja de mi madre, con la cual no tengo buena relación y no me sentía a gusto. Le dije que necesitaba un sitio, un lugar y ella me dice que sí, que tienen un piso para chicas en la misma situación, pero que sólo tienen seis plazas, que tenía que ver si tenía una libre, que creía que sí, pero que tenía que confirmarlo. A mí me daba la sensación de que todo era a la larga y mi situación lo requería ya. Yo me veía, no en la calle, pero sí desesperada, tenía un embarazo y lo pasaba mal, necesitaba una respuesta ya.

Al día siguiente veo de nuevo a la trabajadora social del Centro de Salud y le cuento lo de esta Asociación. Ella habló con ellos a la mañana siguiente por la mañana y la trabajadora social (de la Asociación, ndr) le dijo: “Bueno, hemos hablado con ella, nos ha comentado lo de un piso de acogida para seguir con su embarazo. Le hemos dicho que después del embarazo puede seguir en ese piso hasta los dieciocho meses de vida del bebé”. Yo le dije: “Sí, claro, yo les dije que sí, que necesitaba un piso”. Mientras tanto yo había estado pensando, y así se lo dije a la trabajadora social de la asociación, en que intentaría hablar con unos amigos de mi madre que viven en el pueblo donde yo estaba. Le dije que iba a hablar con estas personas, que sabían que yo estaba embarazada, aunque sabía que no estaban de acuerdo y me habían dicho que me iba a arruinar la vida, en fin, cosas que yo no quería escuchar y que sinceramente la mayoría de veces me callaba cómo me sentía, porque para hablar con alguien que me diga que lo mejor que podía hacer era abortar, pues prefería no decir nada. Bueno, le dije, voy a hablar con estas personas a ver si podía pasar el embarazo allí, estar tranquila allí y que otra chica pudiera utilizar la plaza, que de verdad habría chicas que lo necesitaran más… Pero a todo esto, la trabajadora social del Centro de Salud se había dado cuenta desde el primer momento, yo también me había dado cuenta, que aunque yo puedo estar en un piso de acogida… bueno, puede sonar duro… vale, sí, tengo un techo donde estar, pero ¿quién me da ese afecto, ese cariño que necesitas sobre todo cuando estás en una situación así? Yo siempre he sido muy independiente, pero a veces necesitas el cariño de las personas. Ella se dio cuenta y desde el primer momento me lo dice. A día de hoy me da la sensación de que para esta trabajadora social soy el primer caso, en veinte años de profesión en el Centro de Salud de Entrevías, en el que se ha volcado de esta manera. Ella es, hoy en día, mi ángel, mi oportunidad de volver a empezar. Estuvo hablando con varias asociaci deones para saber las ayudas, pero se dio cuenta que aunque estas asociaciones hacen un trabajo increíble, lo mejor para mí era una familia, un núcleo familiar para estar tranquila y que me den este cariño. Yo estaba de acuerdo con ella. Y nada, de la noche a la mañana me llama a mi móvil y me dice que había hablado con una Asociación, que se llama Familias para la Acogida. Que había hablado con Pablo y que él me llamaría para hablar conmigo. No me acuerdo si fue ese mismo día u otro que Pablo me llamó y pude hablar con él. Fue así como esta trabajadora social me buscó lo de Familias para la Acogida. Básicamente es esto, hasta que no consiguió lo que quería para mí no paró y a día de hoy yo estoy impresionada.


-Después de hablar con Pablo, las siguientes veces hablé con Elizabeth. Yo le escuchaba una voz muy agradable, muy cercana, muy dulce. A mí eso me gustaba, me transmitía confianza, porque eso es lo que yo necesitaba en ese momento en que estaba completamente perdida, por decirlo de alguna manera. Hablé varias veces con Elizabeth y cada vez que me llamaba yo me sentía muy alegre. Era eso, el saber que ya había alguien ahí conmigo, que no me dijera "Aborta, te estás arruinando la vida"... De hecho, ya antes de conocerme Elizabeth me dijo que la familia entera estaba loquísima por conocerme, que estaban ansiosos. Eran las fechas de Navidad, me preguntó con quién iba a pasar la Nochebuena y el Fin de Año. La Nochebuena la pasé en ese pueblo y yo creo que fue un error. Me quedé más bien para que este señor, el amigo de mi madre, no se quedara solo porque su mujer estaba en Cuba. Yo me quedé para que no estuviera solo. Resumiendo: se tomó dos botellas de champagne y se fue a dormir. Ese día estuve fatal, se me pasaron cosas por la cabeza. Eso nadie lo sabe, yo se lo conté el otro día a Anita (la hija mayor de Pablo y Elizabeth, ndr) hablando de cómo me sentía antes, porque la verdad es que me gusta pensarlo: cómo estaba antes y cómo estoy ahora. Yo ese día incluso pensé en suicidarme, en cosas… todo por estar sola ese día, de decepción, veía que todo me iba mal, me sentía fatal, también por no estar con mi pareja ese día. Depresiva totalmente. Pasaron los días…


-Efectivamente, pasaron los días. Elizabeth me volvió a llamar y me dijo que le contara que tal estaba, que dónde iba a pasar el Fin de Año. Le dije que iba a Valencia con una amiga, bueno, una conocida que tenemos mi pareja y yo. Estuve con ella allí y bueno… nada, bien. Yo tenía muy claro, a pesar de lo que me dijera todo el mundo, que estaba haciendo lo correcto en seguir con mi embarazo. Yo quería seguir adelante y le decía a Elizabeth cuando me llamaba para preguntarme ¡que no podía beber ni gota de alcohol! Yo quería un embarazo sano, saludable. Después de Fin de Año pasé una semana y a la vuelta de Valencia es cuando me encontré con Elizabeth y Pablo, que me fueron a buscar…

-Sí, después de Reyes, para Reyes…


-Yo estaba a la expectativa, no sabía cómo iba a ser, estaba ansiosa. Estaba también contenta, estaba alegre, pero tenía muchas dudas en mi cabeza, no sabía… Para mí era una novedad, mi familia se había ido, iba a una familia nueva, que tenía su forma de vivir. Yo me adapto normalmente, pero todo eso pasaba en mi cabeza en esos momentos. Me vienen a buscar, por fin les conozco, Elizabeth, como siempre, majísima. En esos momentos estaban con unos amigos, me los presentaron y nos subimos al coche y nos vinimos para acá. En el coche me preguntaron qué tal en Valencia, qué había hecho y como ya habíamos hablado antes no era tan frío. Yo intentaba relajarme. Ese fue el primer contacto. Pero mi primera impresión no la tuve ese día, ya la había tenido por teléfono. Así como Pablo me pareció bastante serio, pero ya me lo dijeron, es su trabajo, contesta seriamente, lo normal, pero con Elizabeth muy bien. Al llegar a casa estaba una de las hijas, Teresa, me la presentaron, yo sentía vergüenza, no sabía… Luego llegó Ana y ese día cenamos juntos. Fue una cena en la que yo contaba, iba hablando, pero con bastante vergüenza. Elizabeth me enseñó donde iba a estar, iba a compartir la habitación con una de las hijas, con Ana. A mí me parecía todo maravilloso, me daba igual la habitación, dónde iba a estar, yo simplemente con estar aquí ya estaba muy agradecida.

Los siguientes días… pues sinceramente, no ha cambiado nada, es como ahora. Claro que nos conocemos más, mucho más. Hemos hablado, con las hijas tengo una excelente relación. Para mí no ha cambiado nada porque el trato es el mismo, de cariño, de afecto. Me apoyan, me acompañan a las citas del médico. Si uno no puede, me acompaña el otro. Hasta ahora no me he encontrado sola en ningún momento. Para todo están ahí, yo puedo hablar con ellos tranquilamente, incluso de las discusiones con mi pareja. Les puedo contar absolutamente todo, que es lo que yo necesitaba, en verdad. Ya no es por mi situación de embarazo sino por mí misma. Tener a alguien a quien yo pueda contarle las cosas, es algo que no he tenido nunca en mi vida, nunca. A mi madre no se las he contado, no me sentía con confianza. Ella me decía que le contara, pero yo nunca me sentía con confianza para contárselas. En cambio, Elizabeth es como mi madre, son mi familia. Pablo mi padre y Ana, Teresa y los peques mis hermanos.

El acogimiento fenomenal, estoy muy contenta. Pero antes me querías también preguntar sobre mis padres y mi familia….


-Bueno, yo con mi padre no tengo relación. Mi madre, desde el primer momento que se lo dije no estaba de acuerdo. Yo lo entiendo por una parte y por otra no. No entiendo cómo ella puede aconsejarme una vez más el aborto cuando sabe lo mal que lo he pasado. Como madre ella puede pensar: "Bueno no quiero que mi hija esté mal, que lo pase mal porque yo tampoco voy a estar en este país". Mi madre, ya te he dicho, está fuera. Y esto es lo que más o menos intento justificar, su actitud. Pero aun y así no lo entendía mucho. Me decía que -bueno suena feísimo-, me decía que me sacara esa barriga, que no quería saber nada, que no le dijera nada. Incluso estuvo un tiempo largo sin hablarme. Pero bueno, todo va saliendo poco a poco, es así.


-A día de hoy mi madre está contentísima, le he dicho el sexo, cómo se va a llamar, está muy contenta, me pregunta a diario a través de la red social cómo va el embarazo, me pregunta si como bien. Mi madre sabe que estoy aquí, en esta familia. No los conoce, no han hablado pero le conté cómo había encontrado a esta familia a través de la trabajadora social. Me daba reparo, me daba cosa decírselo porque cierto es que, bueno, que es mi madre, que no quería que se sintiera mal. Intentaba decírselo de alguna manera, buscar el momento para decírselo. No me dijo nada de esto, me quedé fascinada. Pero bueno, a día de hoy lo sabe mi madre, lo sabe mi hermano… mi hermano también está muy contento. Lo dejé un poco lo último, el tema de decírselo a mi hermano porque no quería volver a escuchar lo mismo, te has equivocado, la has vuelto a fastidiar, te vas a arruinar la vida… no quería escucharlo. Entonces me dije, más adelante se lo digo. Se lo dijo mi madre, se lo dije yo; también está contentísimo. Incluso mi abuela, que para mi abuela es como un tabú, porque ella se ha preocupado muchísimo por mí. El hecho de que me viera sola, de que estuviera sola aquí, más un hijo, ahora que ella se había ido por problemas de trabajo… mi abuela cuidaba ancianos, pero ahora está para que la cuiden a ella. Ella lo veía así, el país está mal, mi nieta allí sola con un hijo… Pero es increíble, sabes, todo va saliendo poco a poco y las cosas van saliendo bien. Hoy en día todo el mundo es feliz con mi embarazo. Me llevo bien con la familia de mi pareja. Es increíble: con la madre, que tenía una relación no muy buena, ahora también me pregunta cómo estoy. Un par de veces que he ido a Valencia me ha recibido muy amablemente, fenomenal. Increíble, increíble.

¿Sabes?, te quiero contar una cosa. Este sábado estuve en La Aguilera (Claudia fue con el matrimonio Boccanera, sus dos hijos pequeños y unos amigos a la profesión temporal de una amiga en la Comunidad de Iesu Communio, ndr) y me quedé fascinada. Increíble, increíble. Elizabeth cogió el micrófono y se puso a hablar… ¿Sabes? tengo muchísimo, muchísimo para hablar, pero no de tristeza, sino de alegría, por el hecho de que yo pensara de si era correcto o no tener a Hugo y me doy cuenta ahora que tener a mi hijo no lo cambio por nada y cuando le vea en mis brazos va a ser… lo más grande. Y cuando me puse a llorar en ese sitio, en La Aguilera, lo veía así, lo sentía así. ¡Madre mía, es que cuando venga, va ser…! Una de las chicas me dijo que cuando naciera iba a ver a Cristo, iba a ver al milagro en él… pero me lo dijo de una manera que a mí me llegó de tal forma que, dije, ¡Dios!, es increíble, increíble.

Bueno, ya sabes que se llamará Hugo. Y soy feliz, soy feliz.