Cuando el Beato Juan Pablo II visitó Tanzania en los años 90 “yo estaba haciendo el servicio militar obligatorio, me escapé del campo y por una pequeña radio escuché todo su mensaje y eso me tocó”, relata el sacerdote africano, David Alexander Kinabo, que actualmente es misionero en Italia.

El Padre Kinabo natural de Tanzania señala que “a pesar que no estaba en el seminario, tenía el deseo de convertirme en misionero y ser sacerdote y luego que lo escuché (Juan Pablo II), envié una carta a los Misioneros de la Preciosa Sangre, fundada por San Gaspar del Búfalo”.

El miércoles 5 de setiembre de 1990 el Papa Wojtyla señaló en la Misa celebrada en el Estadio Kilimanjaro en Moshi, Tanzania que “ustedes queridos hermanos y hermanos son la feliz cosecha de los misioneros –agregando posteriormente– podrían inundar el mundo con la luz”.

El Papa peregrino enfatizó al pueblo africano que “es su momento de convertirse en testigos de Cristo en Tanzania, el continente africano y hasta los confines de la tierra”. Estas palabras pronunciadas por el beato, fueron aquellas que llevó a determinar al Padre Kinabo, quien en ese momento tenía 23 años, a responder al llamado a la vocación religiosa.

África de ser el continente que por muchos años fue evangelizado por los europeos, ahora sale al encuentro de Europa para proclamar la palabra de Dios y a re-Evangelizar. Para el Padre David, esto es como “aquél que invierte su dinero en una campaña y luego de tantos años retorna lo invertido en frutos”.

Como bien decía el Beato “son la feliz cosecha de los misioneros”. El sacerdote cuenta que hace unos días visitando Pompeya “una primera Misa la celebró un africano, la segunda otro africano que hablaba en italiano y francés, probablemente de Congo o Ghana, y también estaba yo. Me he maravillado y comentamos: ahora estamos todos aquí”.

Desde que ingresó al seminario, el sacerdote estudió 10 años en Tanzania, luego fue enviado a Roma para su ordenación que fue precedida por el Arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania), Cardenal Polycarp Pengo. Posteriormente  regresó a Tanzania a servir por cinco años y en octubre de 2005 fue enviado nuevamente a Italia, país que permanece desde hace ocho años siendo “una bella experiencia, a pesar de la diferencia cultural, me han acogido bien. Hasta me han cambiado el nombre ya no me llaman Padre David, me dicen Padre D”.

El Padre Kinabo dice a los misioneros de África que “no tengan miedo de venir a Europa, primero de todo es una llamada de amor propia de Dios, a la gente, al pueblo, a Europa para evangelizar, este debe ser nuestro fundamento, el amor que empuja para evangelizar el mensaje que hemos recibido, es el amor de Dios que te lleva a los confines de la tierra".
 
"La palabra de Dios se puede insertar en cada cultura, raza y nación, por eso es importante de ser cristiano, católico, de llevar ese mensaje de paz de alegría, aunque algunas veces predicamos según nuestra cultura, de manera simple, al modo de África. Hay tantas personas que te agradecen cuando haces una prédica, cuando las personas se identifican, entonces se sienten bien y te acogen a veces canto en mi idioma swahili”.

El Padre David respondió al llamado de Dios en su corazón, como señala la congregación a la que pertenece, “los misioneros son llamados a lugares que significan un desafío para ellos”.

Actualmente el Padre es capellán de una pequeña capilla que pertenece a la Parroquia Preciosísima Sangre en San Roco, Bari, Italia.