A finales de enero, poco más de un año después de su liberación, se difundió la primera fotografía de Asia Bibi en Canadá, donde reside ahora tras pasar ocho años en una prisión paquistaní acusada de “blasfemia”. Recientemente ha sido hospitalizada a causa de una intensa debilidad muscular que aún persiste. Pero, ya de nuevo en su domicilio, reunió fuerzas para ser entrevistada en videoconferencia, con viva voz, por Laurence Desjoyaux y Pierre Jova para La Vie.

Captura de imagen de la entrevista. Foto: La Vie.

La conversación tuvo lugar mediante un traductor y en presencia de la gran valedora de Asia Bibi, la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, autora de su libro ¡Sacadme de aquí!, cuando estaba en cautividad, y de la novedad ¡Por fin libre!, que narra su experiencia en la cárcel.

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“Me siento bien”, tranquiliza Asia Bibi: “A veces echo de menos mi país, pero lo más importante para mí es que estoy segura con mi familia. Es lo que me hace feliz”.

Feliz como era antes de su detención, el 14 de junio de 2009, cuando trabajaba como obrera agrícola en la recolección de frutos y legumbres en los alrededores de su pueblo: “Por las tardes, me ocupaba de mi familia en casa. No todo era fácil, pero yo era feliz”.

En la localidad la mayoría son musulmanes que, en su mayoría, “detestan a los cristianos” y lo manifiestan a diario con “acosos de todo tipo”. Una vecina, Mafia, y su hermana la emprendieron con ella por quejas de vecindario, hasta que al final la acusaron de blasfemia: “No sé exactamente por qué, pero sí sé que yo no les gustaba y que para ellas era fácil acusarme, porque era cristiana. Y luego, nadie en el pueblo me defendió”.

"¿Vienes de parte de Dios?"

Cuando fue condenada en primera instancia por el tribunal local de Nankana Sahib, reconoce que le gritó al juez reprochándole no haberla escuchado ni haberle hecho una sola pregunta antes de condenarla a ser ahorcada: “Estaba en choc. Al volver a mi prisión de Sheikhupura lloré durante días suplicándole a Dios”.

Asia cuenta lo que le sucedió en su celda, como muestra de que la fe le permitió sostenerse: “Al tercer día de mi condena, cuando estaba rezando, un pájaro se posó en el borde de la ventana y me miró. Yo le pregunté: ‘¿Vienes de parte de Dios?’ Y se fue. Pero luego estuvo volviendo durante tres años. Yo tenía la impresión de que me hablaba. Para mí era el símbolo de la esperanza. Recé mucho durante todo mi encarcelamiento. Sola en mi celda, me imaginaba a Jesús y Le hablaba. Le pedía que me liberase. Este vínculo me dio fuerza y esperanza. Siempre creí que la justicia triunfaría y sería puesta en libertad”.

A pesar de que estuvo muy enferma varias veces, su mayor sufrimiento era otro: “La soledad y la tristeza de estar separada de mi familia durante tanto tiempo. Era tanto más difícil cuanto que sabía que estaban amenazados, y vivía con el temor de que les matasen”.

Los consuelos

Dos personas en particular fueron su apoyo. Una compañera de prisión, musulmana condenada por adulterio, que murió en la cárcel, envenenada: “Había conocido mi historia y fue muy amable conmigo”. Y una vigilante cristiana, que había decidido hacer ese trabajo tras la muerte de una sobrina suya en la cárcel. Le dio una Biblia y unos calcetines, y le transmitía las noticias del exterior.

En 2014 la pena de muerte fue confirmada por el Tribunal Supremo de Lahore: “De nuevo lloré mucho, preguntándome por qué pasaba por esa prueba siendo inocente”. Se sintió “impotente”, porque estaba segura de que la condena sería anulada: “Pero seguí aferrada a Dios, y en el fondo de mi corazón tenía la certeza de que un día vendrían a decirme que era libre. Cuando ese día llegó, enseguida agradecí a Dios haber escuchado mis plegarias”.

Anne-Isabelle Tollet, periodista francesa que estuvo dos años como reportera en Pakistán, ha sido la más firme y constante defensora de Asia Bibi desde su encarcelamiento. En 2012 estuvo en España presentando ¡Sacadme de aquí!

En su celda de Multan, Asia supo de la movilización internacional en su favor y de los esfuerzos de Anne-Isabelle Tollet para lograr sacarla de ese injusto encierro “llevando mi causa a todas las partes donde podía: eso me daba esperanza”. En cuanto al respaldo público que tuvo de Benedicto XVI y de Francisco, fue para ella muy emocionante como católica: “Fue un orgullo que personas tan importantes para mí me defendieran. Era consolador saber que se preocupaban por mí”.

Asia quiere, ahora que es libre, abogar por “otras personas que han sido acusadas de blasfemia y siguen en prisión”, y pide a quienes la apoyaron durante todos estos años que lo hagan también con ellas. Es el caso de la cristiana Shagufta Kousar, condenada a muerte junto a su marido y con quien compartió prisión.

Al despedirse, Shagufta le pidió que la ayudara a salir y Asia Bibi lo está haciendo, interesando en el asunto al abogado que la ayudó a ella: “Siento gran lástima por esta mujer y por los demás detenidos en nombre de esta ley”, que pide cambiar porque “nadie debería ser condenado a muerte en base a acusaciones mentirosas”.

Y mientras espera recuperar del todo su salud, muy deteriorada por los años de prisión, hay una cosa clara para Asia Bibi cuando le preguntan si ha perdonado a quienes le hicieron mal: “Sí, las he perdonado”.

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