Al nacer, Jane Brock inició la cuarta generación de una histórica familia episcopaliana en Tennessee. Conforme crecía, no tardó en convencerse de el sacerdocio era su forma de responder al llamado de Dios "a hacer cosas grandes". Aquella creencia cambió cuando, en una iglesia católica, presenció el corazón de Jesús palpitando en la Eucaristía.

Entrevistada por el presidente de Catholics Come Home, Tom Peterson, Brock mencionó que dedicó el comienzo de su vida adulta al cuidado de los demás. Tras graduarse en Química y Biología, pasó 22 años trabajando para los servicios gubernamentales de protección de la infancia e hizo un máster en Trabajos Sociales.

Sin embargo, "todo eso fue una forma de esquivar y no hacer aquello para lo que siempre me sentí llamada: ir al seminario".

Llamada a "algo grande"

"Cuando tenía 16 años no se ordenaban mujeres en la Iglesia Episcopal pero tenía la sensación de que Jesús me llamaba a algo más grande. La iglesia comenzó a ordenar mujeres de manera ilícita y aún así debo decir que nunca creímos en la transubstanciación", aclara.

Brock, que había recibido "una educación muy tradicional" de su familia escogió hacer sus estudios en un seminario conservador de Pensilvania: "La comunidad era maravillosa, disfruté mucho, pero después de visitar muchos lugares de los Estados Unidos comencé a darme cuenta de que iba a ser difícil enderezar el rumbo que estaba tomando la Iglesia episcopal".

Uno de los aspectos que "quería cambiar" era la deriva que tomó su iglesia como una organización cada vez más congregacional, descentralizada, individualista y alejada de la tradicional jerarquía de obispos, sacerdotes y diáconos.

Incapaz de hacer frente a la deriva

"Vi que era similar al protestantismo, y que si no estabas de acuerdo con tu obispo podías separarte y comenzar una nueva congregación con tus propias creencias. Era como cuando una piedra golpea el parabrisas del coche y una pequeña grieta se expande hasta ocupar todo el cristal", explica.

En un principio, la exsacerdotista admite que la Iglesia católica no estaba en sus planes. "Si alguien me hubiera dicho que podría ser católico solo habría podido reírme", comenta. Sin embargo, comenzó a ver que todo su círculo episcopaliano, el turiferario de su "ordenación" o el pastor que le acompañó hasta el seminario se convertían uno detrás de otro, plenamente a la fe católica.

Un día le retaron a leer un catecismo y ver en qué no estaba de acuerdo con la Iglesia católica. "Poco a poco comencé a ver que esta era la Iglesia que fundó Jesús, y contemplar la presencia de Jesús en la Eucaristía en cuerpo, sangre, alma y divinidad no sería muy difícil para mí", menciona.

Pidió una señal a Dios... y le enseñó Su corazón

Pese a que cada vez recibía más señales y hablaba con sacerdotes católicos,  Brock consideraba "no estar preparada". Necesitaba una señal.

"El sacerdote católico que me acompañaba me dijo que fuese a una adoración. Yo no tenía ni idea. Busqué rápidamente una capilla de adoración, fui, me arrodillé y recé: `Si eres Tú, muéstramelo´", recuerda. Casi de inmediato, Jane pudo "ver Su corazón latiendo en la Eucaristía".

Asustada, le preguntó a un sacerdote sobre lo ocurrido y le dijeron que "no tomar una decisión al respecto también significaba tomar una decisión". Fue el impulso definitivo que le hizo llamar nuevamente al sacerdote y acceder a su oferta para recibir formación y catequesis sobre los sacramentos de iniciación.

Hoy, plenamente católica, Jane valora el cambio que su vida de fe ha experimentado tras ser aceptada en la Iglesia manteniendo totalmente su libertad. "Cuando haces lo que Él quiere, provee. Y Él lo hizo, no perdí nada  y lo gané todo. Es asombroso lo que Dios puede hacer si le dejas, ya que Él nunca nos obligará a hacer nada", concluye.