El Papa, en su explicación del evangelio dominical, habitual antes del rezo del Ángelus cada domingo en la Plaza de San Pedro, afirmó que los milagrios de Dios son signos que iluminan provocando la conversión en virtud de la fuerza divina de la gracia de Cristo.


Antes de rezar la oración mariana del Ángelus el Papa Francisco explicó que el Evangelio de este V domingo del tiempo ordinario prosigue con la descripción de una jornada del Señor en Cafarnaúm, que corresponde a un sábado, fiesta semanal para los hebreos.

Dijo que tal como lo relata el Evangelista San Marcos, pone de relieve “la relación entre la actividad taumatúrgica de Jesús y el despertar de la fe en las personas que encuentra”.  Con los signos de las curaciones que realiza en favor de todo tipo de enfermos, el Hijo de Dios quiere suscitar la fe como respuesta.


Al acabar el día en Cafarnaúm, la gente llevaba a todos los enfermos a la casa en la que se alojaba. Ese era, dijo el Papa Francisco, el “ambiente vital” en el que realiza su misión hecha de palabras y gestos que curan y consuelan.

Esa “acción poderosa, liberadora y renovadora de Jesús” se volcaba en ayudar a la humanidad sufriente. 

Además, el Pontífice consideró que Jesús no presenta su misión de modo triunfalista, puesto que antes del alba del día siguiente, se retira a un lugar apartado para rezar.


De manera que la conclusión de este pasaje evangélico indica que el anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús encuentra su lugar más propio en la calle. La calle como lugar del feliz anuncio del Evangelio coloca la misión de la Iglesia bajo el signo del “ir”, del “movimiento” y jamás de la inmovilidad.

E invitó a pedir a la Virgen María que nos ayude a “estar abiertos a la voz del Espíritu Santo, que impulsa a la Iglesia a poner cada vez más su propia tienda en medio de la gente para llevar a todos la palabra sanadora de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos”.