Llevar un mensaje de amor y esperanza a los coptos y avanzar en el ecumenismo era uno de los puntos centrales del viaje del Papa a Egipto aún más tras los atentados durante el Domingo de Ramos que dejaron 45 muertos.

En este contexto, Francisco se reunió con el Papa Tawadros II, patriarca de la Iglesia Copto-Ortodoxa. Ambos rezaron juntos, realizaron sendos discursos y firmaron una declaración conjunta. “Estamos llamados a testimoniar juntos a Jesús, a llevar al mundo nuestra fe”, indicó el Papa.


Según recoge Aciprensa,  en la reunión, que tuvo lugar en la sede del Patriarcado Copto-Ortodoxo en El Cairo, el Santo Padre animó a ofrecer juntos ese testimonio “como es propio de la fe: viviéndola, porque la presencia de Jesús se transmite con la vida”.

En concreto, Francisco se refirió a la caridad y al martirio que sufren los cristianos en muchos lugares del mundo como los caminos principales por los que transcurre el diálogo ecuménico. “Coptos Ortodoxos y Católicos podemos hablar cada vez más esta lengua común de la caridad: antes de comenzar un proyecto para hacer el bien, sería hermoso preguntarnos si podemos hacerlo con nuestros hermanos y hermanas que comparten la fe en Jesús”.


“Así, edificando la comunión con el testimonio vivido en lo concreto de la vida cotidiana, el Espíritu no dejará de abrir caminos providenciales e inimaginables de unidad”.

En cuanto al martirio, señaló que “nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de la sangre”.

En este sentido, recordó que “San Juan escribe que Jesús vino ‘con agua y sangre’. Con agua y sangre: viviendo una vida nueva en nuestro mismo Bautismo, una vida de amor, siempre y por todos, también a costa de derramar la sangre”.


El Obispo de Roma se refirió a Egipto como “tierra de mártires” y destacó la importante aportación de los cristianos egipcios a la cristiandad.

“Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal. Así lo testimonia el venerable Martirologio de la Iglesia Copta”.

Además, recordó la memoria de los cristianos que a día de hoy siguen derramando su sangre por su fe en Egipto. “Aun recientemente, por desgracia, la sangre inocente de fieles indefensos ha sido derramada cruelmente: su sangre inocente nos une”, destacó.


“Querido Hermano –continuó dirigiéndose al Papa Tawadros II–, igual que la Jerusalén celeste es una, así también nuestro martirologio es uno, y vuestros sufrimientos son también nuestros sufrimientos. Fortalecidos por vuestro testimonio, esforcémonos en oponernos a la violencia predicando y sembrando el bien, haciendo crecer la concordia y manteniendo la unidad, rezando para que los muchos sacrificios abran el camino a un futuro de comunión plena entre nosotros y de paz para todos”.

Sin embargo, “la maravillosa historia de santidad de esta tierra no se debe sólo al sacrificio de los mártires”, señaló el Pontífice. “Apenas terminadas las antiguas persecuciones, surgió una nueva forma de vida que, ofrecida al Señor, nada retenía para sí: en el desierto inició el monaquismo”.

“Así, a los grandes signos que Dios obró en el pasado en Egipto y en el Mar Rojo, siguió el prodigio de una vida nueva, que hizo florecer de santidad el desierto. Con veneración por este patrimonio común, he venido como peregrino a esta tierra, donde el Señor mismo ama venir: aquí, glorioso, bajó al monte Sinaí; aquí, humilde, encontró refugio cuando era niño”.


Francisco reconoció su gran deseo de reencontrarse con el Patriarca de la Iglesia Copta-Ortodoxa, y rememoró los anteriores encuentros. “Mantengo muy vivo el recuerdo de la visita que Vuestra Santidad realizó a Roma, poco después de mi elección, el 10 de mayo de 2013, una fecha que se ha convertido felizmente en la oportunidad para celebrar cada año la Jornada de Amistad copto-católica”.

“Con la alegría de continuar fraternalmente nuestro camino ecuménico, deseo recordar ante todo ese momento crucial que supuso en las relaciones entre la sede de Pedro y la de Marcos la Declaración Común, firmada por nuestros Predecesores hace más de cuarenta años, el 10 de mayo de 1973”.

En dicha Declaración Común, “juntos hemos confesado que pertenecemos a Jesús y que Él es nuestro todo. Aún más, hemos comprendido que, siendo suyos, no podemos seguir pensando en ir adelante cada uno por su camino, porque traicionaríamos su voluntad”.


En su discurso, el Papa Francisco afirmó que “no sólo existe un ecumenismo realizado con gestos, palabras y esfuerzo, sino también una comunión ya efectiva, que crece cada día en la relación viva con el Señor Jesús, se fundamenta en la fe profesada y se basa realmente en nuestro Bautismo, en el ser ‘criaturas nuevas’ en Él: en definitiva, ‘un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo’”.

“De aquí tenemos que comenzar siempre, para apresurar el día tan esperado en el que estaremos en comunión plena y visible junto al altar del Señor”, destacó. Al término del encuentro, el Papa Francisco y el Papa Tawadros II firmaron una declaración conjunta.