El Papa inauguró las 24 horas para el Señor, celebración penitencial que se celebra en la basílica de San Pedro por sexto años el viernes y sábado anteriores al tercer domingo de Cuaresma. Este viernes se confesó y confesó a once fieles de diferentes países.

En las palabras con las que preparó dicha celebración, Francisco recordó el episodio evangélico de la mujer adúltera que va a ser apedreada e invitó a pedir la gracia "de una mirada como la de Jesús, donde antes que el pecado veamos con amor al pecador; antes que el error, a quien yerra; antes que su historia, la persona".

"Si queremos liberarnos del mal, hay que hacerle sitio al Señor, que perdona y sana", continuó: "Y lo hace sobre todo mediante el sacramento que vamos a celebrar. La confesión es el paso de la miseria a la misericordia, es la escritura de Dios en el corazón. En él vemos cada vez que somos preciosos a los ojos de Dios, que Él es Padre y nos ama más de lo que nos amamos a nosotros mismos".

El Papa invitó también a no olvidar luego el don recibido: "Es importante recordar el perdón de Dios, recordar su ternura, volver a gustar la paz y la libertad que experimentamos. Porque esto es el corazón de la confesión. No los pecados que decimos, sino el amor divino que recibimos y del que siempre tenemos necesidad".

Los superiores deben respetar el fuero interno

Por la mañana, Francisco también habló de la confesión a los participantes en el trigésimo curso sobre el fuero interno organizado por la Penitenciaría Apostólica, y en el que participan más de setecientas personas.

Antes de eso advirtió de que algunos superiores de algunos grupos religiosos utilizan el fuero interno para sus decisiones en el fuero externo: "¡Por favor, eso es un pecado! Es un pecado contra la dignidad de la persona que confía en el sacerdote, manifiesta su propia realidad para pedir perdón, y luego es utilizada para organizar las cosas de un grupo o de un movimiento... El fuero interno es el fuero interno. Es una cosa sagrada. Quería decir esto, porque me preocupa".

Luego recordó que "el sacramento de la Reconciliación es una auténtica vía de santificación. Es el signo eficaz que Jesús dejó a la Iglesia para que la puerta de la casa del Padre quedase siempre abierta y fuese así siempre posible que los hombres volviesen a Él. La confesión sacramental es una vía de santificación tanto para el penitente como para el confesor".

Ningún poder humano tiene jurisdicción sobre el secreto de confesión

Celebró asimismo la gran oportunidad que ofrece este sacramento: "Como confesores tenemos el privilegio de contemplar constantemente los 'milagros' de las conversiones. Debemos reconocer siempre la poderosa actuación de la gracia, que es capaz de transformar el corazón de piedra en corazón de carne, de cambiar a un pecador que ha huido lejos en el hijo arrepentido que vuelve a la casa de su padre".

Por último, reivindicó el secreto de confesión o sigilo sacramental, que las legislaciones de algunos países pretenden soliviantar: "La Reconciliación es un bien que la sabiduría de la Iglesia siempre ha salvaguardado con toda su fuerza moral y jurídica con el sigilo sacramental. Aunque no siempre es comprendido por la mentalidad moderna, es indispensable para la santidad del sacramento y para la libertad de conciencia del penitente... El sigilo sacramental es indispensable y ningún poder humano tiene jurisdicción sobre él ni puede reclamarla".