- Cuando llegare a ti alguna persona necesitada, si tú no la pudieres socorrer, a lo menos encamínala a las personas que sabes que la podrán socorrer y dila alguna palabra de consolación; siquiera: “Nuestro Señor os consuele y os remedie por su misericordia”.

- En viéndote algún deseo, confórmalo con la voluntad de Dios y habrás descanso.

- Pide a Dios perdón de lo pasado, esperando siempre en su infinita misericordia.

- En todos tus pensamientos, palabras y obras procura siempre derecha, fiel y verdaderamente la honra de Dios y  el cumplimiento de su voluntad.

- Cuando quisieres hacer alguna cosa, examina primero con diligencia y sin pasión qué te persuade, por qué fin lo quieres hacer, y sácalo bien en limpio, sin engañarte a ti mismo.

- No seas desagradecido, ni tampoco lisonjero. Da a cada uno la honra que se le debe y en ti es. Y guarda que, ni por prosperidad tuya ni adversidad suya, jamás se la disminuyas, porque serás causa que te aborrezca; y sé siempre verdadero, y huye la mentira e hipocresía cuanto pudieres.

- Guárdate de escandalizar y de dar mal ejemplo a otro. No quieras parecer singular, y procura, cuanto en ti fuere, que nunca el prójimo quede de ti descontento ni contristado, por pequeño que sea; no piense que lo menosprecias.

- Nunca deseches a nadie por abyecto que te parezca. Guárdate de juzgar por las apariencias de fuera en todo lugar y en toda cosa, y guarda cada cosa para su tiempo, Desecha presto la mala sospecha y tentación y está atento a lo que haces como si fuese lo postrero. Nunca por ti se quebrante la paz tuya ni ajena.

- Nunca desees más de lo necesario, y eso conclúyelo en lo menos que pudieres.

- Comúnmente no hables hasta que te pregunten, ni te entremetas donde no te llaman. Sea tu habla graciosa, con gesto sereno y apacible.

- Después que al cuerpo hubieres dado su ración, cortando toda superfluidad, no le creas, por más que te persuada y finja flaqueza y necesidad.

- Guárdate de porfiar por salir con la tuya.

- Antes que salgas de tu casa y aun de tu cámara, mira bien dónde vas y qué te mueve.

- Procura de hablar palabras de que no te hayas de arrepentir.

- El primer grado  (de humildad) es que el hombre, conociendo de verdad su vileza, se menosprecie a sí mismo en la voluntad.

- Cuando es menospreciado de otros, tenga paciencia. Que en este menosprecio se alegre. Que de todo corazón desee ser  menospreciado de todos.

- El fundamento de la humildad es desear ser menospreciado, y esto por Dios puramente, por el cual lo quiere, y le contenta esto mucho.

- Toda reprensión, tristeza, o afrenta, o desabrimiento y trabajo que me viniere, ya que no haya fuerzas para desearlo, a lo menos sufrirlo con paciencia callando; no mirando a quién me lo dice, sino ver, que aquello viene de la mano de nuestro Señor;  y así le rogaré por quien me es causa de estos trabajo y que me dé gracia para sufrirlos por su amor, considerando que sufrirlos con paciencia es señal de nuestra salvación.

- Toda gracia espiritual, don natural y cualquiera cosa bien hecha, referirlo a Dios nuestro Señor, dándole gracias, no atribuyéndome a mí otra cosa sino los pecados, faltas e imperfecciones.

- Tener muy fijado en mi ánima que ninguna cosa debo desear ni por cosa alguna me he de fatigar sino por la gracia y amor de nuestro Señor; y no ofenderle en cosa alguna, sino agradarle, ahora venga la muerte o la vida, enfermedad o sanidad, tristeza o alegría, honra o deshonra, ser  rector o cocinero, aquí o en el cabo del mundo, sólo en cuanto me llegare a Dios nuestro Señor.

- Persuadirme de veras que, mientras viviere, nunca me han de faltar trabajos, tristezas, tentaciones, cruz; que ésta es la librea de los siervos de Jesucristo nuestro Señor; y así sufrirlo con paciencia, considerando que mis pecados esto y mucho más merecen.

- Cualquier pensamiento, palabra  u  obra de soberbia que me viniere, que soy mejor o más aprovechado, o preferirme en otra cosa cualquiera a otro, desecharla luego como cosa muy aborrecible a Dios nuestro Señor, mostrándole mis pecados y faltas y pidiéndole remedio.

- Cuando me vinieren razones que otros tienen en alguna cosa culpa y yo no, no me excusaré, aunque sea verdad que no la tengo; sino acusarme he y alabaré a mi hermano; pues, cuando me viniere la tal penitencia, reprensión o trabajo, o entonces no lo he merecido, mis pecados pasados lo han causado; de manera que nunca padeceré inocentemente, y así nunca me excusaré jamás.

- La santidad es buscar cruz, y no los deleites y consuelos de Dios.  Es menester  servir a Dios como Él quiere y no como yo quiero.

- Ni afición, ni lágrimas, ni dulzuras, ni sentimientos es amor de Dios, sino conformidad con su querer, y vivir con su voluntad.

- Estima por cosa vana cualquier consolación que te viniere de alguna criatura. El ánima que ama a Dios, desprecia todas las cosas sin Él. Sólo Dios eterno e inmenso, que todo lo hinche, es gozo del ánima y alegría verdadera del corazón.