Estos días me he repasado uno de los documentos papales que tratan más expresamente de los derechos de la mujer: la exhortación apostólica de San Juan Pablo II Mulieris dignitatem de 1988.
 
Escribe el Papa polaco: “En nuestro tiempo la cuestión de los ‘derechos de la mujer’ ha adquirido un nuevo significado en el vasto contexto de los derechos de la persona humana… Por tanto la justa oposición de la mujer frente a lo que expresan las palabras bíblica ‘él te dominará’ (Gén 3,16) no puede de ninguna manera conducir a la ‘masculinización’ de las mujeres. La mujer –en nombre de la liberación del ‘dominio’ del hombre­– no puede tender a apropiarse de las características masculinas, en contra de su propia ‘originalidad’ femenina. Existe el fundado temor que por este camino la mujer no llegará a ‘realizarse’ y podría, en cambio, deformar y perder lo que constituye su riqueza esencial… Solamente de este modo puede ser superada también esa herencia del pecado que está contenida en las palabras de la Biblia: ‘Tendrás ansia de tu marido y él te dominará’. La superación de esta herencia mala es, generación tras generación, tarea de todo hombre, tanto mujer como varón” (nº 10).

Es decir, hace ya casi treinta años, San Juan Pablo II protesta contra el intento del feminismo radical de convertir a las mujeres en varones atropellando la biología y naturaleza femenina, así como sus características, su esencia, sus condicionantes y sus derechos fundamentales, entre los que está su derecho a casarse y fundar una familia en colaboración activa con el varón y abierta a nuevas vidas.
 
Por su parte, Benedicto XVI afirmaba: “Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: ‘Hombre y mujer los creó’ (Gén 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza… Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia… En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre” (discurso del 21 de diciembre de 2012 a la Curia Romana).
 
Y el Papa Francisco: “La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno… Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente” (encíclica Laudato si nº 155).
 
El pensamiento único se ha convertido en “ley” en nuestros días. En poco tiempo hemos pasado del relativismo a la dictadura del relativismo, como muestran los escraches a Alicia Rubio y lo sucedido al autobús de Hazte Oír, a quien no se ha permitido circular por las calles de Logroño por contener mensajes de odio contra los transexuales. Debo reconocer que no entiendo esta prohibición porque afirmaciones como “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva” es lo que siempre he leído en los libros de Ciencias o de Medicina. ¿O es que vamos a tener que expurgar por incitar al odio los libros de estas materias?

Y es que en el campo político, los supuestos contendientes no presentan diferencias sustanciales en lo que al pensamiento antropológico y moral se refiere. En realidad, hoy en día, un secularizado “de derechas” piensa sustancialmente lo mismo que un secularizado “de izquierdas”. Y es importante que tengamos la clarividencia necesaria para percatarnos de que detrás de lo que llamamos “políticamente correcto”, finalmente convertido en ley, está el odio a la Iglesia católica.

No nos engañemos, la “ideología de género”, pone en peligro la democracia al no tener en cuenta ni la esencia del ser humano, ni la familia, ni los hijos, ni la maternidad, ni los derechos humanos.