En estos días los alumnos de secundaria y bachillerato van haciendo sus matrículas para el curso próximo. Es momento de apuntarse a la clase de religión católica para el curso que viene. La clase de religión es de libre elección por parte de los alumnos o sus padres, y es de obligatoria oferta según la ley para todos los centros públicos y privados. La religión no es una «marca», sino una asignatura muy importante. Y así lo han concretado las leyes, a pesar de la que está cayendo. La clase de religión y el profesor de religión han quedado afianzados en la nueva ley de educación.
 
Hay muchos factores que confluyen en la clase de religión. Por una parte, están los padres, que quieren lo mejor para sus hijos. Los padres son los primeros responsables, y no pueden ser sustituidos por nadie en esta responsabilidad. Los chicos no son hijos del Estado, sino de una familia. Por eso, que los padres estén atentos para que en diálogo amistoso con sus hijos, les hagan ver las ventajas de esta opción, los bienes que se derivan de elegir esta asignatura de religión en la escuela o en el instituto.
 
Por otra parte están los alumnos. He encontrado en general buena disposición hacia la clase de religión. Los jóvenes buscan la verdad, quieren saber. Siempre hay algún pasota, pero en general les interesan los temas de su religión católica, y tienen que aprender a dar razón de su esperanza y de su fe a otros compañeros, creyentes de otras religiones o no creyentes. Bien es verdad que un alumno tiende a aligerar su trabajo, y a veces la tentación está en no elegir la clase de religión católica para estar más libre. Por eso, hemos de ayudar a estos muchachos a caer en la cuenta de su elección importante.
 
Además, están los profesores. Nuestra diócesis cuenta con un buen equipo de profesores de religión. Profesionalmente capacitados, con buena pedagogía, el profesor de religión es también testigo ante los jóvenes de aquello que enseña. Los profesores tienen que ser personas de fe y de práctica religiosa. Un joven percibe inmediatamente si el profesor le habla de oídas o verdaderamente tiene experiencia de Dios y de la religión católica que están enseñando. Admiro y felicito a los profesores de religión que se han abierto camino entre sus compañeros de claustro, en ambientes a veces hostiles. Hay lugares en nuestra diócesis donde la clase de religión católica es considerada como entre las mejores, y eso se debe a la atención que los profesores prestan no sólo a su materia, sino sobre todo al trato con sus alumnos. Los jóvenes lo valoran y lo agradecen.
 
Por último, está también el ambiente en el que vivimos, que no es nada favorable. Un chico joven vive hoy bombardeado por propuestas engañosas de fácil bienestar. Y no hemos de ignorar que hay una continua incitación a apartarse de Dios y de todo lo religioso. Ser creyente hoy no está de moda. Pero al mismo tiempo el ambiente puede servir de revulsivo. Cuando uno es joven es inconformista. Ayudemos a los jóvenes a ser críticos con todas esas propuestas facilotas, que no construyen el futuro. La clase de religión les ayudará a ser ellos mismos.
 
Por eso, es el momento de apoyar todos, la clase de religión. Para muchos, es el único contacto con Jesucristo y con la Iglesia católica. En la formación de nuestros jóvenes, la Iglesia se juega su futuro. En los últimos cursos ha crecido el número de alumnos y padres que solicitan religión católica para sus hijos en la escuela. No es algo que vaya a menos, al contrario. A pesar de tantas dificultades y de voces que gritan que la religión salga de las aulas, en Primaria son más del 90% los que lo solicitan y en Secundaria, en torno al 70%. Ya quisieran tener estos porcentajes algunos de los cargos públicos que proponen sacar la religión de la escuela.