La visita del Papa Francisco, el domingo de la Santísima Trinidad, a la parroquia de los santos Isabel y Zacarías, en la zona norte de la ciudad, es la primera de una serie de visitas que realizará a las parroquias romanas, y que se ha distinguido inmediatamente por algunos caracteres originales.

El Papa llegó pronto por la mañana, antes del horario anunciado, y por primera vez ha querido reunirse con cada uno de los niños bautizados el último año - unos cincuenta - y sus padres.

Jorge Mario Bergoglio es muy sensible en lo que concierne el bautismo de los niños. El día anterior, en la homilía matutina en Santa Marta, había citado el ejemplo de una madre soltera que había pedido el bautismo para su hijo, y había visto cómo se lo denegaban. "El niño no tiene ninguna culpa del estado del matrimonio de sus padres" – es su tesis desde cuando era obispo en Argentina –; al contrario, el bautismo "a menudo se convierte para los padres en un nuevo inicio". Hay que tener cuidado y no interponer una "aduana pastoral" en esta puerta de entrada a la vida cristiana: "Muchas veces somos inspectores de la fe en lugar de facilitar la fe de la gente".

Poco después, llegó la segunda novedad de la visita. El Papa entró en la sacristía, cerró la puerta y, antes de celebrar la misa, confesó, uno a uno, a ochos parroquianos elegidos al azar. Deberían haber sido cinco, pero se añadieron tres que no estaban previstos. El cronista de "L´Osservatore Romano" ha escrito: "Cuando esa puerta se abría salía un rostro radiante, y la mayoría de las veces estaba surcado por las lágrimas".

Antes de él, Juan Pablo II y Benedicto XVI habían confesado en San Pedro durante la Semana Santa. El Papa Joseph Ratzinger había confesado también durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en 2011.

Francisco, en cambio, ha querido confesar en la parroquia, justo antes de empezar la misa. Ha dado un buen ejemplo a párrocos y fieles, haciendo que el vínculo entre la confesión y la comunión sea visible: ésta hay que tomarla sólo cuando se está "en gracia de Dios".

La tercera novedad, ésta menos inesperada, ha tenido lugar en la homilía. El Papa ha apartado las hojas con el texto preparado y ha improvisado, iniciando con los niños presentes en las primeras filas un diálogo de preguntas y respuestas, según el estilo de la catequesis clásica, sobre el tema de la fiesta del día, la Santísima Trinidad.

El texto de su homilía, transcrito literalmente, puede leerse en el sitio web del Vaticano y está publicado de forma íntegra más abajo. Pero la simple lectura no basta para que sea comprensible. Es necesario, sobre todo, ver y escuchar cómo Francisco ha dialogado con sus pequeños oyentes y con los fieles que abarrotaban el espacio delante de la iglesia. Y esto es posible gracias a la grabación de video del centro televisivo vaticano, que permite que se vea en internet.

Cuarto. La comunión. El Papa Bergoglio, normalmente, no la da a nadie. No quiere – y lo ha dicho – que se presenten ante él, para recibirla, personas en busca de publicidad, o peor, con una posición no clara respecto a la doctrina y la moral de la Iglesia. Es decir, no quiere que suceda con el Papa lo que había sucedido, por ejemplo, pocas horas antes, el sábado 25 de mayo en Génova, durante el funeral de don Andrea Gallo, cuando se presentó para recibir la comunión de las manos del cardenal Angelo Bagnasco el célebre transexual Vladimir Luxuria. La foto acabó en los periódicos.

Pero esta vez Francisco ha dado la comunión: a dieciséis niños y niñas que, de sus manos, la han recibido por primera vez, y a las decenas de niños que habían hecho la comunión en la parroquia los meses anteriores. La ha dado sólo a ellos, que eran el emblema del corazón puro con el cual uno se debe acercar para recibir el sacramento. La han recibido de pie, no de rodillas como con Benedicto XVI. En todo caso, Francisco ha querido claramente resaltar la santidad de este momento culminante de la iniciación cristiana.

Quinto. Al final de la misa, los dieciséis niños que poco antes habían recibido la primera comunión se han estrechado alrededor del Papa (ver la foto) y le han cantado la bendición de San Francisco de Asís. Y él, el Papa Francisco, ha escuchado el canto de los niños con la cabeza inclinada y las manos juntas, acogiendo la bendición con profunda devoción, tal como había hecho la noche misma de su elección, en el balcón de la basílica de San Pedro, cuando pidió y acogió la bendición impetrada del pueblo. En ambos casos acabando con un: "Os lo agradezco".

Al término de esta mañana transcurrida "en la periferia", Francisco ha vuelto al Vaticano, donde se le esperaba para el Ángelus de medio día, en una plaza San Pedro abarrotada de gente.

Pero es probable que sus próximas visitas a otras parroquias romanas duren más y regalen otras novedades.

He aquí a continuación la transcripción íntegra de la homilía del 26 de mayo de 2013, cuya grabación de video está disponible en internet:

Cuando en un determinado momento, dialogando con los niños, el Papa dice que quien sepa responder a la pregunta "gana el Derby", alude al partido de futbol para la Copa Italia programado para esa misma tarde entre los dos equipos de la capital, Roma y Lacio.

Queridos hermanos y hermanas, el párroco, con sus palabras, me ha recordado una cosa bella de la Virgen. Cuando la Virgen, apenas recibido el anuncio de que sería la madre de Jesús, recibió también el anuncio de que su prima Isabel estaba embarazada se marchó enseguida, no esperó – dice el Evangelio –. No dijo: "Ahora estoy embarazada, debo cuidar mi salud. Mi prima tendrá amigas que tal vez la ayuden". Ella sintió algo y "se marchó con prontitud".

Es bello pensar esto de la Virgen, de nuestra Madre, que se marcha deprisa porque siente dentro esto: ayudar. Se marcha para ayudar, no para jactarse y decir a su prima: "Escucha, ahora mando yo, porque ¡soy la Mamá de Dios!" No, no ha hecho esto. ¡Se fue para ayudar! La Virgen es siempre así. Es nuestra Madre, que llega siempre con celeridad cuando lo necesitamos.

Sería bonito añadir a las letanías de la Virgen una que diga: "Señora que vas deprisa, ¡reza por nosotros!". Es bello esto, ¿verdad? Porque ella llega siempre con prontitud, no se olvida de sus hijos. Y cuando sus hijos tienen dificultades, la necesitan y la invocan, ella acude con rapidez. Y esto nos produce seguridad, la seguridad de tener a Mamá cerca, siempre a nuestro lado. Vamos y caminamos mejor en la vida cuando tenemos a mamá cerca. Pensemos en esta gracia de la Virgen, esta gracia que nos da: estar cerca de nosotros, sin hacernos esperar. ¡Siempre! Ella está – confiamos en esto – para ayudarnos. La Virgen, que siempre va deprisa por nosotros.

La Virgen nos ayuda también a entender bien a Dios, a Jesús, a entender bien la vida de Jesús, a entender bien qué cosa es el Señor, cómo es el Señor, quién es Dios.

A vosotros, niños, os pregunto: "¿Quién de vosotros sabe quién es Dios?". Que levante la mano. ¿Dime? ¡Bien! El Creador de la tierra.

¿Y cuántos Dios hay? ¿Uno? Pero a mí me han dicho que hay tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo! ¿Cómo se explica esto? ¿Hay uno o hay tres? ¿Uno? ¿Uno? ¿Y cómo se explica que uno sea el Padre, el otro el Hijo y el otro el Espíritu Santo? ¡Bien, muy bien! Va bien esa. Son tres en uno, tres personas en una.

¿Y qué hace el Padre? El Padre es el principio, el Padre, que ha creado todo, nos ha creado a nosotros.

¿Qué hace el Hijo? ¿Qué hace Jesús? ¿Quién sabe decir qué hace Jesús? ¿Nos ama? ¿Y después? ¡Lleva la Palabra de Dios! Jesús viene a enseñarnos la Palabra de Dios. ¡Muy bien esto! ¿Y después? ¿Qué ha hecho Jesús en la tierra? ¡Nos ha salvado! Y Jesús ha venido para dar su vida por nosotros.

El Padre crea el mundo; Jesús nos salva. Y el Espíritu Santo, ¿qué hace? ¡Nos ama! ¡Te da el amor! Todos los niños juntos: el Padre nos crea a todos, crea el mundo; Jesús nos salva. ¿Y el Espíritu Santo? ¡Nos ama! Y esta es la vida cristiana: hablar con el Padre, hablar con el Hijo y hablar con el Espíritu Santo.

Jesús nos ha salvado, pero también camina con nosotros en la vida. ¿Esto es verdad? ¿Y cómo camina? ¿Qué hace cuando camina con nosotros en la vida? Esto es difícil. ¡Quién lo sepa gana el Derby! ¿Qué hace Jesús cuando camina con nosotros? ¡Bien! Primero nos ayuda. ¡Nos guía! ¡Estupendo! Camina con nosotros, nos ayuda, nos guía y nos enseña a ir hacia adelante. Y Jesús nos da la fuerza también para caminar. ¿Es verdad? ¡Nos sostiene! ¡Bien! En las dificultades, ¿verdad? ¡Y también con los deberes del colegio! Nos sostiene, nos ayuda, nos guía, nos apoya. ¡Eso es!

Jesús siempre está con nosotros. Está bien. Pero escucha, Jesús nos da la fuerza. ¿Cómo nos da la fuerza Jesús? ¡Vosotros sabéis cómo nos da la fuerza! ¡Más alto, no oigo! En la Comunión nos da la fuerza, precisamente nos ayuda con la fuerza. Él viene a nosotros. Pero cuando vosotros decís "nos da la Comunión", ¿un pedazo de pan te da tanta fuerza? ¿No es eso pan? ¿Es pan? Esto es pan, pero eso sobre el altar ¿es pan o no es pan? ¡Parece pan! No es propiamente pan. ¿Qué es? Es el Cuerpo de Jesús. Jesús entra en nuestro corazón.

Bien, pensemos en esto, todos: el Padre nos ha dado la vida; Jesús nos ha dado la salvación, nos acompaña, nos guía, nos sostiene, nos enseña. ¿Y el Espíritu Santo? ¡Nos ama! Nos da el amor.

Pensemos en Dios de esta manera y pidamos a la Virgen, a la Virgen nuestra Madre, siempre corriendo para ayudarnos, que nos enseñe a entender bien cómo es Dios: cómo es el Padre, cómo es el Hijo y cómo es el Espíritu Santo. ¡Qué así sea!
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A continuación publicamos la transcripción parcial, tal como la transmitió la Radio Vaticana, de la homilía del Papa Francisco en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, la mañana del sábado 25 de mayo.

Una homilía ejemplar para entender su visión de la pastoral de la Iglesia:


Que todos los que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas, y no inspectores de la fe. Es cuanto ha afirmado el Papa durante la misa en Santa Marta:

"El Evangelio del día nos habla de Jesús que reprocha a los discípulos porque quieren alejar a los niños que la gente lleva al Señor para que los bendiga. Jesús los abrazaba, los besaba, los tocaba, a todos. Pero también se cansaba mucho. Y los discípulos querían impedirlo. Y Jesús se indigna: “Jesús se enfadaba, algunas veces”. Y decía: “Dejad que vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios”.

“La fe del Pueblo de Dios – observa el Papa – es una fe sencilla, es una fe quizá sin mucha teología, pero con una teología en su interior que no se equivoca porque está el Espíritu detrás”. El Papa cita el Concilio Vaticano I y el Vaticano II, donde se dice que “el pueblo santo de Dios no puede equivocarse en el creer”. Y para explicar esta formulación teológica añade: “Si quieres saber quién es María ves al teólogo y te explicará bien quién es María. Pero si tú quieres saber cómo se ama a María, ves al pueblo de Dios que te lo enseñará mejor”. El pueblo de Dios – continua el Papa – “siempre se acerca para pedir algo a Jesús: algunas veces es un poco insistente en esto. Pero es la insistencia del que cree”.

“Recuerdo una vez, saliendo en la ciudad de Salta, el día de la fiesta patronal, había una señora humilde que le pedía a un sacerdote la bendición. El sacerdote le decía: ‘Bien, pero señora ¡Usted ha estado en misa!’ y le explicó toda la teología de la bendición en la misa. Lo hizo bien. ‘Ah, gracias padre; sí padre’, decía la señora. Cuando el sacerdote ya se había ido, la señora se dirigió a otro sacerdote: ‘¡Deme la bendición!’. Todas esas palabras no habían entrado, porque ella tenía otra necesidad: la necesidad de ser tocada por el Señor. Esa es la fe que encontramos siempre, y esta fe la suscita el Espíritu Santo. Nosotros debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarla a crecer”.

El Papa cita después el episodio del ciego de Jericó, reprendido por los discípulos porque gritaba dirigiéndose al Señor: “Jesús, hijo de David, ¡ten piedad de mí!”:

“El Evangelio dice que no querían que gritara, no querían que gritara y él gritaba aún más, ¿por qué? ¡Porqué tenía fe en Jesús! El Espíritu Santo había depositado la fe en su corazón. Y ellos decían: ‘¡No, no se puede! Al Señor no se le grita. El protocolo no lo permite. ¡Es la segunda persona de la Trinidad! ¡Mira que haces!, como si dijeran eso, ¿no?”.

Y piensa en la actitud de muchos cristianos:

“Pensemos en los cristianos buenos, con buena voluntad; pensemos en el secretario de la parroquia, en una secretaria de la parroquia. ‘Buenas tardes, nosotros dos, prometido y prometida, deseamos casarnos’. Y en vez de decir: ‘¡Qué bonito!’, dicen: ‘Ah, muy bien, pasen. Si quieren la misa, cuesta tanto’. Ellos, en lugar de recibir una buena acogida – ‘¡Es una cosa buena casarse!’ – reciben esto: ‘Tenéis el certificado de bautismo, por lo tanto, todo correcto’. Y encuentran una puerta cerrada. Cuando este cristiano y esta cristiana tenían la posibilidad de abrir una puerta, dando gracias a Dios por el hecho de un nuevo matrimonio... Muchas veces somos inspectores de la fe en lugar de facilitar la fe de la gente”.

Y una tentación que existe desde siempre – explica el Papa – es la de “apoderarse, apropiarse un poco del Señor”. Y cuenta otro episodio:

“Pensad en una madre soltera que va a la iglesia, a la parroquia y al secretario: ‘Quiero bautizar a mi hijo’. Y entonces este cristiano, esta cristiana le dicen: ‘No, ¡tú no puedes porque no estás casada!’. Pero mire, esta muchacha que ha tenido la valentía de seguir adelante con su embarazo y no devolver a su hijo al remitente, ¿qué encuentra? ¡Una puerta cerrada! ¡Esto no es un buen celo! ¡Aleja del Señor! ¡No abre las puertas! Y así, cuando nosotros seguimos este camino, con esta actitud, no hacemos el bien a las personas, a la gente, al pueblo de Dios. Jesús ha instituido siete sacramentos y nosotros, con esta actitud, instituimos el octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.

“Jesús se indigna cuando ve estas cosas” – subraya el Papa – porque quién sufre es “su pueblo fiel, la gente que Él tanto ama”:

“Pensemos hoy en Jesús, que siempre desea que todos nos acerquemos a Él; pensemos en el santo pueblo de Dios, un pueblo simple, que quiere acercarse a Jesús; y pensemos en tantos cristianos de buena voluntad que se equivocan y que en lugar de abrir un puerta, la cierran. Y pidamos al Señor que todos aquellos que se acerquen a la Iglesia encuentren las puertas abiertas, encuentren las puertas abiertas, abiertas para encontrar este amor de Jesús. Pidamos esta gracia”.