Cursillistas de media España acudieron este martes a la presentación de El hombre de la ilusión (Editorial BAC), del periodista José Antonio Méndez, la biografía del sacerdote Sebastián Gayá Riera (1913-2007), uno de los iniciadores de Cursillos de Cristiandad. Se suspendieron las ultreyas de la capital (reuniones periódicas de cursillistas) para facilitar la participación en el acto y se llenó por completo el gran auditorio del colegio La Salle Maravillas, de Madrid.

Con ellos estaban tres obispos: Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia y obispo consiliario de Cursillos de Cristiandad en España; Domingo Oropesa, español obispo de Cienfuegos en Cuba y el obispo de Tarrasa  José Ángel Sáiz Meneses, que fue autor en su momento de una tesis sobre Cursillos. El obispo Saiz Meneses es, además, presidente de la Fundación Sebastián Gayá (www.fundacionsebastiangaya.es) que desde 2014 trabaja por la canonización del sacerdote mallorquín. Antes del acto de presentación del libro, todos participaron en una misa en sufragio por Gayá en el mismo colegio.


Carlos Granados, director de la Biblioteca de Autores Cristianos, editora del libro, explicó que leyéndolo descubrió la figura de Gayá, un hombre movido por una "ilusión que es esperanza viva", y recordó que Julián Marías escribió que al hombre, y más al español, no le basta el mero bienestar y necesita la ilusión para vivir con alegría y esperanza. "Pero era una ilusión exigente, para nada complaciente, que no presentaba un dios-abuelo", especificó.

Granados -que no ha realizado nunca un Cursillo pero no lo descarta en el futuro- recordó otra cita de Gayá, predicador vivaz: "Vivir en gracia es vivir, lo otro es melancolía y morir de asco". También lo alabó como estratega de la fe que animaba así: "¡Recluta gente, promueve un frente común de ataque!"

Gayá estaba convencido de la importancia de las minorías creativas -como las llamaría Benedicto XVI- y se dejaba mover por la entrega, la caridad y la ilusión. Granados destacó finalmente -como otros ponentes- que "se nota que el autor del libro es periodista y sabe escribir un texto que se lee bien".


El autor, José Antonio Méndez, explicó que dedicó seis años y medio de investigación y redacción para este libro, que recoge con detalle, en 450 páginas, la vida de un hombre y la enmarca en su época y el contexto de cada momento: la república, La Guerra Civil, los años de nacionalcatolicismo, el crecimiento de Cursillos, las disensiones internas... Méndez contó con la ayuda constante para el libro de Jordi Girau, sacerdote dirigente en Cursillos y buen conocedor de muchos de los hechos y protagonistas.



Gayá era un hombre enclenque, tímido, de mala salud de hierro, dedicado por completo a anunciar el Evangelio. "Santificarme santificando" era su objetivo.

Méndez, que lleva muchos años como periodista especializado en religión y es también cursillista, explicó que "lo que me ha cambiado la vida es entrar en contacto con los escritos de Gayá". Él era un buen predicador, y preparaba sus notas y predicaciones meticulosamente, por lo que escribió mucho, aunque publicara pocos libros y muchos de sus textos eran para uso propio y poco conocidos. 

Para Méndez, Gayá queda definido por tres rasgos: su entusiasmo -que contagiaba-, su coherencia y su humildad. Su carrera eclesial empezó como capellán castrense en plena Guerra Civil. "Cuando el bando nacional pasó a controlar Menorca no fue por los pueblos anunciando la victoria, sino la paz y buscando la reconciliación".

En una época de religiosidad superficial, por costumbre y a menudo por mera apariencia, él lamentaba: "Se ven tantas almas sin vigor, sin temple, que no tienen ni valor para pecar..." Proponía la santidad por la vía de la vida cotidiana, de los deberes normales, pero con vigor y entusiasmo.

Siempre buscaba "hombres fuertes, tenaces, para el Evangelio", y eso incluía a sacerdotes y laicos. "Se rodeó de los mejores y los potenciaba sin miedo a ser eclipsado", explicó Méndez. "Cuando más adelante le quitaron todos los cargos en Baleares y lo enviaron a Madrid, despojado de todo, a trabajar con capellanes extranjeros, aquello sirvió providencialmente para extender Cursillos por otros países".

Siempre buscó despertar en las personas adormecidas y desanimadas la "nostalgia de un mundo que pudiera y debiera ser mejor", para convertirlas en inconformistas y acercarlas a Cristo, la respuesta a las ansias de felicidad.

Este método de evangelización que empezó con los jóvenes de Mallorca en los años 40 con los años se extendería por todo el mundo, y en él se forjarían luego líderes y metodologías en movimientos tan extendidos como la Renovación Carismática o el Camino Neocatecumenal.


Juan Antonio Montoya, presidente del movimiento en Madrid, destacó el estilo novelado del libro, "que hace la lectura muy agradable" y expresó su convencimiento de que con la biografía, al darse a conocer mejor la figura de Gayá, crecerá la comunión interna entre los cursillistas. 

Álvaro Martínez, presidente de Cursillos en España, destacó que con la vida y la visión de Gayá en la biografía se consolidan las ideas centrales de Cursillos, las que aparecen en su libro Ideas Fundamentales. "Para dar más fruto tenemos que recuperar la pasión, el entusiasmo por compartir el regalo grande de un Dios que nos quiere y se entrega por nosotros", exhortó.


  Sebastián Gaya en una fotografía de 1998; en sus últimos años pedía a los cursillistas cuidar la unidad entre ellos


Por último, habló el obispo de Tarrasa, José Ángel Sáiz, quien recordó que a lo largo de la historia han surgido hombres que han renovado la Iglesia y la evangelización, como San Francisco y Santo Domingo en el siglo XII o Santa Teresa y San Ignacio en el XVI. Afirmó después que los iniciadores de Cursillos de Cristiandad, como Sebastián Gayá, el obispo de Mallorca, Juan Hervás y el laico Eduardo Bonnínse inscriben en esta dinámica que renueva el mundo evangelizándolo con amplitud. Cursillos fue uno de los primeros entre los "nuevos movimientos" que avivarían la Iglesia del siglo XX y XXI.

Para el obispo Saiz Meneses, Sebastián Gayá encarnaba rasgos del Buen Pastor: conocer a sus ovejas, conducirlas, congregarlas y dales vida. "Su camino con dificultades transcurrió sin perder la alegría, con ánimo y sentido del humor", dijo.

Saiz Meneses destacó que Gayá fue siempre un hombre sereno y lo asoció al Salmo 130: "Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros". Gayá decía a quien le preguntase que Cursillos no era obra de hombre alguno, sino de Dios, del Espíritu Santo.

Después recordó su último encuentro con él, cuando lo visitó en 2006 en Mallorca, siendo ya obispo de Tarrasa. "Tuvimos una larga conversación, y le pregunté:¿tienes un último consejo para el Movimiento de Cursillos? Y él dijo: 'Mantened la unidad'. Se lo pregunté dos veces más esa tarde, una con cierta solemnidad, y repitió: 'Mantened la unidad'".

El acto finalizó con la presentación de un breve audiovisual con imágenes de la vida de Gayá y una pequeña predicación que él mismo grabó y luego el obispo Rubio empezó a cantar "De Colores", el himno que conocen todos los cursillistas y todos se le sumaron.


 Sebastián Gaya era un evangelizador entusiasta,
y su obra evangelizadora perdura en Cursillos de
Cristiandad y las almas que en ellos fueron avivadas 


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