El obispo de Frejus-Toulon (Francia), Dominique Rey, es uno de los grandes expertos de la llamada Nueva Evangelización que tiene la Iglesia. De todo el mundo le solicitan sus consejos para afrontar la secularización galopante que se extiende por todas partes.

De hecho, su diócesis, Frejus-Toulon, está considerada como "un banco de pruebas" de audaces planteamientos evangelizadores que poco a poco van imitando otros obispos de todo el planeta.


- La secularización es un hecho trascendente de nuestra época. Observamos que el mundo que nos rodea, la sociedad en la que vivimos, y las instituciones que nos gobiernan están cada vez más cerradas a la fe, a la dimensión espiritual del hombre.

En Francia, hemos conocido una secularización agresiva que se manifestó de manera dramática durante la Revolución Francesa; y en la aplicación violenta y abusiva de las leyes de 1905 que separaban a la Iglesia del Estado. A día de hoy, parece que las cosas han cambiado porque las persecuciones son menos visibles.

De todos modos, esta agresividad sigue estando presente de manera insidiosa. Ya no se trata de violencia física, sino de violencia moral, psicológica e ideológica.

Esta fuerte corriente secularizada por la que atraviesa la sociedad es particularmente difícil de detener puesto que se maquilla de virtudes perfectamente humanistas: libertad, igualdad y fraternidad. Como ya lo dijo Gilbert Keith Chesterton, “el mundo está lleno de ideas cristianas que se han vuelto locas”. En consecuencia, bajo pretexto de promover objetivos loables, se imponen ideas inaceptables. Pensemos por ejemplo en la Ideología de Género: el cristianismo reconoce que hombres y mujeres tienen la misma dignidad. En cambio, es una ilusión creer que son intercambiables y que se puede destruir la Creación en nombre de la Igualdad.
 

- En la homilía que el Papa pronunció durante la Misa de conclusión del sínodo de la nueva evangelización, el Papa Benedicto XVI declaró: “La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. En primer lugar, se refiere a la pastoral ordinaria que debe ser animado por el fuego del espíritu […]. Más allá de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia busca usar nuevos métodos, con la preocupación de nuevos idiomas, apropiados a las diferentes culturas del mundo, que proponen la verdad de Cristo por una actitud de diálogo y de amistad que se funda en Dios que es amor”.

Por tanto, hay dos llaves: En un primer lugar, se nos pide acoger los dones del Espíritu Santo, en la fidelidad a la oración y en la profundidad de la vida interior. Asimismo, con nuevos métodos, debemos anunciar la Verdad adoptando una actitud marcada por la benevolencia.
  

- La acción y la oración son necesarias para la evangelización. Hay una bella frase de Santa Teresita de Lisieux que deberíamos meditar sin parar: “Debemos siempre rezar como si la acción fuese inútil y reaccionar como si la oración fuese insuficiente”.

En los años 1970, cuando la Iglesia atravesaba una gran crisis, la oración se dejó en segundo plano. Los que dentro de la Iglesia, o más allá de ella, se comprometían con los ideales marxistas podían ver en la oración un pretexto para no reaccionar, a quedarse pasivos delante de las desigualdades y las injusticias.

Esta visión es falsa y peligrosa. La oración y la vida interior son del orden de lo real, de lo performativo. Dios reacciona en nosotros, ¡y a través de nosotros! En consecuencia, la evangelización no es un asunto de “buenas recetas” o de estructuras: en primer lugar, es el asunto de Dios que entra en nuestros corazones y que nos convierte a través de su amor. Si la acción no es sostenida, e incluso suscitada por la oración, tomamos el riesgo de afrontarnos a dos obstáculos: el orgullo en caso de éxito o la desesperanza en caso de fracasar. Ambos ahogan el fuego del evangelio y vuelven humano lo que solamente puede ser obra de Dios. Pero si tenemos fe y ponemos toda nuestra confianza en el Espíritu Santo, intentaremos unirnos a la Voluntad de Dios y dejar que actúe en nosotros.
 

- Le diría: ¡ten confianza! Ser cristiano es aceptar la precariedad de nuestra existencia. Pero dentro de esos imprevistos, convulsiones, la Iglesia nos ofrece apoyos sólidos. A un joven cristiano que se siente solo, debemos ofrecerle una nueva familia, una comunidad concreta donde los lazos son fuertes porque están apoyados en el amor de Dios.

A un joven cristiano que se siente frágil, le respondería como lo hizo Cristo: ¡que hace falta construir sobre roca! No hay que tener miedo de construir la vida en Cristo que nos ayuda a afrontar las pruebas. A un joven cristiano que se siente sin recursos, le diría que deberíamos tener audacia. Esta audacia no es una visión de la mente: la encontramos en la palabra y los actos, leyendo los Evangelios, caminando con Jesús.
 

- La primera etapa es una conversión personal. Es una conversión interior, ya que evangelizar y ser misionero es responder a esta llamada de Cristo. No hay soluciones prediseñadas para re-dinamizar una parroquia. Pero también se tiene que tener conciencia de que todo no viene del cura. El sacerdote no debe dudar en apoyarse sobre los laicos y las familias. Hay diferentes dimensiones de la vida parroquial que deben ser pasados por una criba a través de una iniciativa integral del conjunto de la comunidad.

La parroquia es la vez:
• Lugar de visibilidad de la Iglesia
• Lugar de acogida
• Lugar de expresión de nuestra vocación bautismal
• Lugar para la liturgia
• Lugar de evangelización de la piedad popular
• Lugar de curación
• Lugar de transmisión de la fe
• Lugar de solidaridad
• Lugar de evangelización de las etapas de la vida
• Lugar de acogida de proyectos

En todas estas dimensiones de la vida parroquial, hay que ser capaces de definir un proyecto y dinámicas que favorecen la acogida de los no cristianos o de los no practicantes. Desde este punto de vista, hay que conservar la llamada del papa Francisco de salir a las periferias.


 

- Volvemos a lo mismo: es difícil dar un consejo. Cada obispo tiene su propia personalidad, sus talentos y también sus fragilidades. Es una misión compleja, pero podemos apoyarnos en los sacerdotes y en la oración de los fieles laicos.

Un punto me parece fundamental: hay que atreverse. Un obispo no es el que hace las gestiones, o lo que es peor, el que las liquida. Si queremos cambiar la tendencia, abrir las puertas de las Iglesias a los que nunca vienen, entonces no hay que tener miedo a tener iniciativas pastorales audaces. Hay que tener confianza en las personas que quieren lanzarse a proyectos innovadores.
 

- No me gusta razonar de esa manera: no hay un tipo de feligrés o de parroquia más o menos de acuerdo con el mundo de hoy, ¡lo que hay más bien es una infinidad de situaciones y personas! Hay que respetar y aceptar las sensibilidades diversas, totalmente legítimas. Esto exige coraje.
 

- La diócesis de Frejus–Toulon es una diócesis particular porque, tras el concilio Vaticano II, mis predecesores tomaron medidas fecundas para el futuro. El obispo Gilles Barthe (1962 – 1983) desarrolló una diaconía de Iglesia al servicio de los más pobres.

Su sucesor, su eminencia Madec, concretó la intuición de abrir un seminario diocesano que acoge a día de hoy unos sesenta seminaristas. Por mi parte, he acogida a numerosas comunidades nuevas. Esto ha permitido revivificar el tejido parroquial y de insuflar nuevos dinamismos gracias a un gran número de carismas diferentes y complementarios. Estos tres ejes son siempre fecundos y dan mucho fruto. Por esta razón, la diócesis de Fréjus– Toulon se convierte en un “laboratorio” para las nuevas ideas. Lo que requiere audacia, pero esto es indispensable para despertar las comunidades.
 

- Su pontificado es rico en enseñanzas. A la imagen de sus predecesores, el Papa Francisco lanza una llamada que urge a la misión. Renueva de nuevo la llamada de Cristo a llevar la buena noticia a nuestros hermanos. La llamada a salir a las periferias existenciales o incluso su sueño de una Iglesia pobre para los pobres son tendencias oficiales de sus enseñanzas.

Creo que, en la escuela del Santo Padre, lo material, espiritual, afectivo, moral … son piedras que esperan la misión de la Iglesia.

La Iglesia debe unirse a aquello que todavía no es Iglesia pero que las germinaciones del Espíritu ya dejan florecer. 

(Traducción del francés de Angela Mengis Palleck)

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En el vídeo, Dominique Rey bendice un antiguo bar gay, ahora reconvertido en bar evangelizador (se llama "Le Graal", El Grial); la historia completa se puede leer aquí