«Cuba es más justa y democrática que España en muchísimos aspectos», afirmaba la semana pasada Willy Toledo en entrevista concedida a Kaos en la Red. Pero al menos en España el cardenal Antonio María Rouco Varela no tiene que reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero para la liberación de presos de conciencia en grave estado de salud.

Es lo que hizo, sin embargo, el cardenal Jaime Ortega, primado de Cuba, el pasado miércoles, en una negociación de cuatro horas con Raúl Castro que supone el reconocimiento implícito por parte del gobierno cubano de que su doctrina sobre el carácter «común» o «terrorista» de los detenidos políticos no se sostiene en pie.

El encuentro ha trascendido días después y ha supuesto un motivo de esperanza para los más de doscientos presos estrictamente de conciencia, es decir, los acusados formalmente por delitos políticos, a los que habría que sumar los opositores que son acusados de delitos comunes como vía para su encarcelamiento, según denuncian las asociaciones de derechos humanos que trabajan por la isla.

El arzobispo de La Habana y el presidente de la Conferencia Episcopal, Dionisio García, subrayaron tras el encuentro con el dictador que no podían ofrecer todavía resoluciones concretas. Pero «que el tema se está tratando seriamente sí lo puedo decir», afirmó el cardenal Ortega.

La mediación de la Iglesia católica ya sirvió para que el pasado 2 de mayo el gobierno cubano volviese a autorizar las concentraciones de las Damas de Blanco, familiares de la oleada de detenciones de 2003, y que en cualquier caso han continuado siendo hostigadas por las organizaciones afines al régimen comunista.