Adriano Dell’Asta, especialista en cultura rusa de la Universit’a Cattolica Sacro Cuore de Milán, recordó cómo Solzhenitsyn, estando deportado en las frialdades del «gulag» soviético, se hizo un rosario con migas de pan, «en un lugar donde se mataba por un mendrugo».

Para Dell’Asta, la grandeza del autor está en que «mostró cómo resistir en esos campos y seguir siendo hombre», dando ejemplo de esa «humanidad irreductible» más allá de cualquier tiranía. En ese infierno, «el hombre puede descubrir una fuerza insospechada que no viene de sí», lo «indestructible y altísimo», lo «invisible» que remite al alma y a su Creador.

«En nuestra vida cotidiana, abierta, razonable, donde no hay espacio para el Misterio, de repente el alma estalla y dice estoy aquí, no me olvides», explicó Dell’Asta parafraseando al escritor y humanista.

En una línea similar, Pablo Llano, director general de la ONG Cesal, recordó la frase del padre Luigi Giussani sobre «el deseo que es la chispa para encender el motor» para aplicarlo al ejemplo de quienes reconstruyen su vida tras un desastre como el seísmo de Haití. «Más fuerte que el terremoto, es la valía de las personas», afirmó Pablo Llano.

¿De qué sirve construir escuelas en Haití si los padres no envían a sus hijos a estudiar en ellas? La reconstrucción empieza por la familia, por la persona, por dar motivos para la esperanza.

Jordi Bach, delegado en Haití de la ONG Cesal, ligada a Comunión y Liberación, ofreció una lista de ayudas físicas aportadas por la organización allí (70 letrinas, 12 tomas de agua potable, cobijo para miles de familias, 37 tiendas, 400 lonas plásticas, 1.400 kits de higiene, etc.) pero, aseguró, «la reconstrucción empieza con la educación» y requiere despertar a una población que se ha mostrado solidaria y generosa, pero anestesiada por el dolor.

Con 40 trabajadores locales y presencia en el país desde 2007, Cesal ha recaudado 180.000 euros para su campaña en Haití.