El padre Thomas Brundage ha escrito un revelador artículo en la página web de la diócesis de Anchorage (Alaska), donde está actualmente destinado. Él fue el juez canónico del padre Lawrence Murphy, acusado en 1996 de abusos a menores que padecían sordera. Este caso ha sido utilizado por todos los medios anticatólicos del mundo para atacar a Benedicto XVI, alegando que el caso llegó entonces a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y el entonces cardenal Joseph Ratzinger lo conoció.

Pero Brundage, que era entonces juez canónico en la archidiócesis de Milwakee e instruyó el caso contra Murphy, deshace la acusación y de paso cuestiona la profesionalidad de The New York Times y de más de cien otros medios que han repetido sus informaciones, sin contrastarlas con quien mejor conoció los hechos, e incluso citándole en apoyo de las mismas a pesar de que ni siquiera le llamaron por teléfono.


Brundage aclara que no puede contar todo lo que sabe por estar obligado por el secreto, pero sí recuerda que Benedicto XVI «ha hecho más que ningún otro Papa u obispo en la historia de la Iglesia para librarla del azote de los abusos sexuales a menores, ayudar a las víctimas y curar las heridas» causadas por ese crimen. 

Y deja claros algunos puntos esenciales:

- Que cuando en 1996 le llegó el caso del padre Murphy (quien murió durante el proceso), los abusos que él había llevado a cabo en la escuela San Juan de Milwakee para niños sordos entre 1950 y 1974 eran conocidos, pero los datos al respecto eran muy superficiales, en el mejor de los casos.

- Que el entonces arzobispo de Milwakee, Rembert Weakland, decidió llevar a cabo una investigación a fondo, como reclamaban las víctimas, o sus familiares en nombre de las víctimas fallecidas.

- Que entre 1996 y 1998 entrevistó a una docena de esas víctimas, cuyos testimonios fueron «desgarradores» y convirtieron ese periodo en «el más oscuro» de sus diez años de sacerdocio. Algunas de estas víctimas se habían convertido ellos mismos en pederastas, llegando incluso a ir a la cárcel.

- Que en 1998 llamó a declarar al padre Murphy, entonces gravemente enfermo, tanto que murió una semana después sin llegar a testificar.

- Que las citas manuscritas supuestamente suyas reproducidas por The New York Times, en las que habla de la gravedad del caso, no son su letra, sin que nadie del diario le pidiera esa corroboración.

- Que cuando el padre Murphy pidió que se detuviese el proceso por su avanzada edad y estado de salud, petición que monseñor Weakland trasladó al entonces secretario de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, hoy cardenal Tarcisio Bertone, seguía siendo un acusado ante un tribunal de la Iglesia, y por tanto la apelación de Brundage habría tardado meses en verse. Murphy murió dos días después.

- Que la decisión del Vaticano, adoptada en 2001, de trasladar los casos de abuso de la Rota Romana a la Congregación presididera por el cardenal Ratzinger, el cambio fue «como de la noche al día» (así lo expresa Brundage, no en el artículo, sino en una entrevista concedida este Miércoles Santo a Radio Vaticana). En el artículo, Brundage afirma que, en su opinión y en la de todos los colegas que han juzgado casos de abusos a menores, a partir de entonces estos casos (que hasta entonces se demoraban durante largo tiempo) comenzaron a tramitarse «de forma expeditiva, equitativa y con respeto a los derechos de todas las partes»: «No tengo ninguna duda de que eso fue obra del cardenal Ratzinger».


Brundage concluye recordando todos los pasos que ha dado el Papa para cortar de raíz este grave problema. Ante la Radio Vaticana, concluye: «Creo que, históricamente, quedará como una figura extraordinariamente poderosa que ayudó a la Iglesia a librarse de este mal».

El que fuera juez instructor del caso Murphy no sólo demuestra, pues, que The New York Times informó sin contrastar con la fuente principal, sino que, con la «lógica» y la «información» de que él dispuso privilegiadamente, no tiene «ninguna razón para creer» que Benedicto XVI se viese envuelto en 19961998 en el asunto de los abusos a los niños sordos.