"Habéis sufrido tremendamente y yo lo siento realmente. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Ha sido traicionada vuestra confianza, y vuestra dignidad ha sido violada (...) Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre expreso abiertamente la vergüenza y el arrepentimiento que todos sentimos".

Estas sentidas y contundentes palabras del Papa Benedicto XVI forman parte de la extensa carta dirigida a los irlandeses que en los últimos 30 años han sido victimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes y religiosos, y que ha sido dado a conocer de forma pública este sábado.


"No puedo si no que compartir vuestra consternación y el sentimiento de traición que muchos de vosotros habéis experimentado al tener conocimiento de estos actos pecaminosos y criminales y el modo en el que la Iglesia de Irlanda los ha afrontado", subraya el pontífice en su texto a los católicos irlandeses, haciendo de esta manera una dura crítica a los obipos y superiores religiosos que omitieron en su gobierno pastoral la forma correcta de proceder para cortar de raíz estos horribles actos.

"No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestro predecesores habéis fallado, a veces muy gravemente, en la aplicación de las normas del derecho canónico aprobadas hace tiempo en relación a los crímenes de abusos a menores. Serios errores se cometieron en el tratar las acusaciones", señala el Pontífice en la carta.
 

"Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico al hacer frente a los caos de abusos a menores, continuad cooperando con las autoridades civiles en su ámbito de competencia", exhorta a los obispos irlandeses.

El Papa subraya que esta "penosa situación" se resolverá en breve. Y destaca que para "curarse de esta dolorosa herida, la Iglesia de Irlanda debe en primer lugar reconocer ante el Señor y ante los otros los graves pecados cometidos contra menores indefensos".


El Pontífice, a la hora de analizar lo sucedido, alude a la "rápida transformación y secularización de la sociedad irlandesas". Y, en ese contexto, destaca "la tendencia, también por parte de sacerdotes y de religiosos, de adoptar modos de pensamiento y de juicio de la realidad secular sin suficiente referencias al Evangelio".

Y concluye: "El programa de renovación propuesto por el Concilio de Vaticano II fue en ocasiones malentendido (...). En particular, dictada de rectas intenciones pero errada, a evitar procedimientos penales a la hora de afrontar situaciones canónicas irregulares".

Benedicto XVI también señala como factores que han contribuido a lo sucedido a procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa y la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados. Pero no sólo: También habla de "una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, que han tenido como resultado una falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y una falta en la tutela de la persona".