Aunque es un rumor que viene corriendo desde hace semanas, y sigue faltando la confirmación oficial, la información del último número de la revista italiana Panorama, firmada por Ignazio Ingrao, es tajante: Benedicto XVI encargará al cardenal Camillo Ruini la formación de una comisión que investigue el fenómeno de Medjugorje, donde seis videntes transmiten desde 1981 mensajes de la Virgen cuya autenticidad sería, precisamente, el objeto de estudio del citado comité.

Se trataría así de zanjar algunas de las cuestiones que en los últimos meses han enturbiado la situación en la localidad bosnia, como la reducción al estado laical del franciscano Tomislav Vlasic, antiguo consejero de los videntes y uno de sus principales valedores, o el enfrentamiento entre el obispo de Mostar, Ratko Peric, que niega la sobrenaturalidad de cuanto sucede en su diócesis, y el cardenal Christoph Schönborn, quien acudió a ella sin avisarle para entrevistarse con quienes afirman ver a la «Gospa».

De confirmarse la información, sería una prueba no sólo del interés del Papa por un asunto que ya estudió cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sino de la importancia que concede a la figura del cardenal Ruini, quien lo ha sido todo en la Iglesia italiana pero que ahora, emérito ya a sus 77 años, mantiene una enforme influencia en el Vaticano.

En efecto, Ruini fue presidente de la Conferencia Episcopal Italiana entre 1991 y 2007, y vicario general de la diócesis de Roma (esto es, quien hace las veces del obispo de la Urbe, el Papa, consagrado al gobierno general de la Iglesia) en ese mismo periodo.

Su proximidad a Juan Pablo II, y su amistad con el cardenal Joseph Ratzinger (quien, en 2005, fue visto por muchos especialistas más como Gran Elector que como candidato), convirtieron a Ruini en un claro papabile. No fue así, pero no por ello mermó su alianza con el prelado alemán, ya elegido como Pontífice.

De hecho, Sandro Magister, uno de los más prestigiososo vaticanistas, ha destacado más de una vez el compromiso mutuo de Benedicto XVI y el cardenal Ruini para influir en la marcha general de la Iglesia. En concreto, en un cambio de perspectiva respecto al Concilio Vaticano II.

Magister destacó una conferencia de Ruini en junio de 2005 (poco después del cónclave), donde se supone que traducía extraoficialmente la mente del nuevo Papa, en la cual se mostró contrario a considerar que lo importante del Concilio no son sus textos, sino su «espíritu», sujeto a una permanente interpretación subjetiva, muchas veces en contra de la Tradición. El entonces vicario de Roma habría formulado así la primera versión de la «hermenéutica de la continuidad», santo y seña del Pontificado de Benedicto XVI.

Con la «jubilación» de Ruini, el Papa perdió un gran bastión entre los obispos italianos, pero sigue siendo para él un consejero de referencia. Si se confirmase el encargo de la delicada tarea de Medjugorje, se confirmaría también el especial peso que el cardenal tiene a los ojos de Benedicto XVI. Se trataría de un auténtico caso de operaciones especiales, dado que el criterio habitual de Roma en estos casos es delegar el juicio en los obispos locales. La importancia que con los años ha ido cobrando Medjugorje en el contexto internacional, y el enrarecido affaire Peric-Schönborn, requeriría esta vez una intervención directa del Papa a través de alguien en cuyo juicio confía de manera muy singular.