Justo cincuenta años después del memorable discurso de antología que John F. Kennedy dirigió a los pastores protestantes de Houston para convencerlos a ellos y a toda la nación que como católico podía ser un buen presidente, el arzobispo Charles J. Chaput ha vuelto al lugar del delito, Houston, para una conferencia a los protestantes bautistas sobre el rol de los cristianos en la vida pública.

El «delito» fue precisamente el que cometió Kennedy con su discurso, sostuvo Chaput en su conferencia, celebrada ayer en la Houston Baptist University.

«Hoy, medio siglo después, todavía pagamos ese daño», dijo Chaput, que entre los obispos de los Estados Unidos es el más comprometido con el tema de las relaciones entre Iglesia y poder. Sobre este tema ha escrito también un libro, «Render Unto Caesar», cuya tesis central es que al Cesar se le debe dar lo que se le debe, pero un cristiano sirve a la nación viviendo la propia fe en la vida política en plena coherencia y visiblemente, sin esconderla ni diluirla.

A juicio de Chaput, la rígida separación entre Iglesia y Estado exaltada por Kennedy no tiene nada que ver con el origen y la historia de los Estados Unidos. Es un concepto introducido sólo a mediados del siglo veinte por una corriente laicista. De la cual el católico Kennedy se hizo súbdito, abriendo el camino a la privatización del credo religioso al ámbito cerrado de la conciencia y en definitiva a su vaciamiento incluso entre los católicos.

Hoy la paradoja de estos católicos encantados por la laicidad, en los Estados Unidos y otros lugares, es que se casan con este paradigma y lo exaltan de modo acrítico, aplicándolo también a la Iglesia, precisamente mientras ello parece por todas partes cada vez más en crisis.

En la cultura corriente, la palabra «laicidad» remite «laicité», típica de Francia, muy agresiva con la religión y decidida a sacarla del espacio público o al menos a someterla a las propias decisiones.

Pero este concepto está en vías de revisión en la misma Francia, y en otros lugares ha tenido derivaciones con sensibles variantes, todas inestables.

Pero no sólo eso. En la misma Europa, aparte de Norteamérica, la «laicité» siempre  se ha comparado con un modelo muy diferente de relación entre Iglesia y Estado, es decir, el de «religious freedom», la libertad religiosa de matriz anglosajona, que en los Estados Unidos ha tenido su mayor florecimiento.

Tanto el uno como el otro de estos modelos nacieron dentro del cristianismo, pero han generado formas diferentes del rol de la Iglesia en la sociedad.

Los Estados Unidos son la nación donde el debate entre «laicité» y «religious freedom» es hoy más vivo y decisivo. Y la Iglesia católica participa de él.

En Italia, el estudioso que más agudamente llama la atención sobre este debate es Luca Diotallevi, profesor de sociología en la Universidad de Roma Tres, vicepresidente del comité científico de las Semanas Sociales de los católicos italianos y experto muy consultado por los vértices de la conferencia episcopal.

Diotallevi ha titulado su último ensayo, editado por Rubbettino y en librerías desde hace un mes, «Una alternativa a la laicidad». Publicó un iluminador adelante de su ensayo, con referencias a Europa y a América, en la revista de la Universidad Católica de Milán, «Vita e Pensiero»:> Se possiamo non dirci laici.