- ¿Qué significa para usted el Premio ¡Bravo!?
- Estoy muy emocionada, muy agradecida, no sólo por el reconocimiento profesional que supone. De alguna manera, este Premio alimenta mi parte más espiritual o más íntima. Cuando me lo dijeron, estaba trabajando en una partitura y perdí por un momento la capacidad de concentración.
 
- Decía san Agustín que el que canta, reza dos veces...
- La música tiene esa capacidad de desplazar el aspecto racional del ser humano, para dejar aflorar el mundo de las emociones y de los sentimientos. Vivimos en una agitación social constante. Creamos marcos de desarrollo personal que fomentan el individualismo, que premian el éxito individual. Estamos creando seres humanos muy individualistas, que no tienen corazón, que no palpitan. Creo que la razón guía, pero los sentimientos movilizan. Y la música me parece un marco de referencia, de desarrollo del ser humano. Te da una paz y una serenidad indiscutible, indescriptible. La música une a los seres humanos, en momentos de absoluta generosidad. Confío en ese mensaje de paz, de herramienta para el compromiso social. Creo firmemente en cada nota de cada sinfonía que tiene un mensaje positivo para el hombre, en todos los aspectos, en el aspecto de compromiso, de generosidad, de bonhomía.
 
- Pocos artistas quieren manifestar públicamente sus creencias y menos aún que se les relacione con la Iglesia...
- Para mí es un honor; me siento muy orgullosa. En diciembre de 2008 dirigí un concierto en el Vaticano, con motivo de la celebración del 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos y fue un momento muy especial. Estoy muy orgullosa de la educación que he recibido. En la religión encuentro valores muy positivos de convivencia, con los que se fomenta la estabilidad, el amor a la familia, a la vida, que son para mí valores troncales. Yo no concibo una sociedad que no se desarrolle dentro de esos cánones.
 
- ¿Cómo llegó a convertirse en directora de orquesta?
- Empecé muy jovencita en el mundo de la música, a los 4 años. Mis padres, que siempre me han apoyado mucho tanto personal como profesionalmente, me ofrecieron formación musical, del mismo modo que tuve contacto con la pintura y con la danza. Empecé poquito a poco en el colegio de religiosas italianas en el que estudiaba. De todo lo que hice, la música fue lo que llamó a la puerta de mi vida con mayor intensidad. Canalicé todos los esfuerzos hacia lo que entonces era un sueño para que se convirtiera en una realidad.
 
- ¿Con qué tipo de música se identificas más?
- Con todos los compositores románticos; los del siglo XIX y también los de principios del XX. También los últimos clásicos, como Mendelssohn. Además de la música clásica, me gusta toda aquella música que alimente al ser humano, que responda al concepto de belleza del ser humano, de serenidad. No me gusta aquello que genera polémica o agresividad, o que incite a la exaltación. Me encanta escuchar jazz, o grandes voces como Frank Sinatra o Barbara Streisand.