Monseñor Jesús Sanz Montes ha respondido con claridad y calado a la inevitable pregunta de muchos ante la tragedia vivida en Haití, donde las víctimas mortales ya se estima por cientos de miles. La gran pregunta de creyentes y ateos, surge de inmediato: ¿doónde está Dios? ¿Por qué permite estas catástrofes sobre la humanidad? El prelado, responde: «Sin duda que no estaba jugando al golf, haciendo turismo estirado o distrayéndose podeando bonsáis. Dios estaba en las víctimas, muriendo con ellas una vez más».

Y añade: «Pero también está en la gente que está entregando su tiempo, su dinero, sus talentos y saberes para ayudar a sus hermanos: ahí están las manos de Dios repartiendo ternura, ahí sus labios diciendo palabras consoladoras, ahí sus silencios cuando es callando cuando se dicen lasmejores cosas, ahí su corazón cuando sabe palpitar con el latido de la gente que tiene entraña».

Gente, que ha descubierto, ante la transmisión en directo de los acontecimientos gracias a las tecnologías de la comunicación, la necesidad «no sólo de agradecer lo que tenemos como don y regalo» sino de «hacer algo por quienes de pronto todo lo han perdido». «Esta solidaridad -añade el arzobispo- nos hace humanos, nos saca de nuestros agujeros de seguridad y de nuestra fugas egoistas. Y nos permite adivinar con saludables sobresaltos que la humanidad no empieza ni termina en el patio demicasa que es particular, si no que hay demasiados rincones en este mundo en donde hay gente que sufre, que está falta de libertad, de paz, de pan, de dignidad, de afecto, de fe».