«Me siento orgulloso de ser vasco, de formar parte de la resistencia, de seguir soñando con un futuro mejor para nuestro pueblo». No extraña a nadie que quien afirma esto sea un terrorista. En concreto, Iñaki Gonzalo Casal, alias «Kitxu», a quien la revista de referencia del nacionalismo clerical vasco, «Herria 2000 Eliza», da voz en su último número. Tampoco esto es novedad. La presencia de «presos políticos vascos» es habitual en sus páginas.

Sin embargo, sí es relevante que esa afirmación sea fruto de una reflexión sobre si la Biblia «es un libro para hoy y para quienes vivimos en Euskal Herría». Ante la pregunta planteada por la revista, «Kitxu», que lleva más de 15 años en prisión condenado en el proceso que se siguió contra el periódico proetarra Egin, asegura que «Jesús vino al mundo para compartir con los hombres que sufrían un mensaje de esperanza. Les dijo: no temáis, conseguiréis romper vuestras cadenas y ser libres».

Un mensaje que, a su jucio, «caló hondo» y constituyó «un bálsamo, una lluvia fina» que, manipulado y retorcido, recogen los terroristas, como él mismo asegura: «En estos tiempos oscuros, repletos de incertidumbres, Euskal Herria necesita creer que existe un futuro para sobrevivir como pueblo. Necesita quien le diga que hay que mantener viva la esperanza, que algún día todas las cadenas que hoy la oprimen saltarán en pedazos».

En la misma línea argumental, y apoyándose en la Teología de la Liberación, que goza de gran predicamento entre el clero nacionalista vasco, Iñaki Gonzalo no tiene empacho en asegurar que monseñor Romero «fue el mensajero de Jesús, el portavoz más genuino de su buenanueva. También lo fue Martín Gaspar García Damiana, el cura sandinista que fue asesinado cuando blandía su fusil revolucionario, o Ignacio Ellacuría y tantos otros». «En Euskal Herría -prosigue- no tenemos a monseñor Romero, ni a un cura guerrillero, ni a obispos valientes que, como Jesús, no teman enfrentarse al poderoso. Pero tenemos el mensaje, aquel que nos ofreció Cristo cuando expulsó a los mercaderes del templo».