De 1940 a 1945, el padre Giancarlo Centioni era capellán militar de la Milicia Voluntaria de la Seguridad Nacional en Roma y vivía en una casa de sacerdotes alemanes de la Sociedad Apostolado Católico (conocidos como padres palotinos) que lo involucraron en la red para salvar vidas.
 
«Dado que era capellán fascista, para mí era más fácil ayudar a los judíos», explica aclarando los motivos por los que fue elegido para formar parte de esta arriesgada operación. «Mis compañeros sacerdotes palotinos, procedentes de Hamburgo, habían fundado una sociedad que se llamaba ´Raphael´s Verein´ (sociedad de san Rafael), instituida para ayudar a los judíos», revela.
 
Uno de los objetivos de la red consistía en permitir la huida de Alemania, a través de Italia, hacia Suiza o Portugal, motivo por el cual la red contaba con hombres en cada uno de estos cuatro países. Con el tiempo, algunos judíos también formaron parte de la misma.

En Alemania, recuerda el padre Centioni, la sociedad estaba dirigida por el padre Josef Kentenich, conocido en todo el mundo como el fundador del movimiento apostólico Schönstatt. Este sacerdote palotino luego fue encarcelado y encerrado en e l campo de concentración de Dachau hasta el final de la guerra.
 
«En Roma, en la Calle Pettinari 57 [la residencia de los padres palotinos], el jefe de esta actividad era el padre [Anton] Weber, quien mantenía el contacto con Pío XII y su secretaría», explica.

Una de las actividades principales de la red consistía en entregar pasaportes y dinero a las familias judías para que pudieran emprender la huida.  «El dinero y los pasaportes eran entregados por el padre Anton Weber. Ahora bien, él los recibía directamente [en el vídeo de esta entrevista se puede ver cómo el sacerdote subraya la palabra "directamente"] de la Secretaría de Estado de Su Santidad, a nombre y por cuenta de Pío XII».
 
«Conmigo prestaron su ayuda al menos 12 sacerdotes alemanes en Roma», recuerda el sacerdote, explicando que recibieron también una ayuda de cisiva por parte del subdirector (vice questore) di Mussolini, Romeo Ferrara, quien le indicaba dónde podía encontrar a las familias judías a las que debía llevar los pasaportes, «incluso de noche», advierte.
 
Entre quienes ayudó en Roma el padre Centioni se encuentra, por ejemplo, la familia de los Bettoja, judíos, propietarios de hoteles en Roma. Ferrara le mandó de noche a su casa, vestido con su uniforme de capellán militar italiano para que los soldados alemanes no le detuvieran. El sacerdote recuerda como si fuera hoy el miedo y la dificultad de la operación, pues tampoco era fácil para la familia fiarse de él. «Toqué a la puerta, pero no querían abrir. Al final, les dije: “Soy un sacerdote, un capellán, vengo para ayudarles, para traerles un salvoconducto"». «¡Júrelo!», respondió una voz desde la o tra parte de la puerta. «Lo juro. Aquí estoy. Pueden verme a través de la mirilla de la puerta».
El sacerdote fue recibido por la señora Bettoja con sus niños.
 
«Le dije: “Antes de las 7 de la mañana deben salir de casa, en coche, pues a las 7 podrán pasar la frontera de la región del Lacio e ir a Génova”. Huyeron y se salvaron. Fue una de las muchas familias», recuerda.
 
Las intervenciones de esta red comenzaron ya antes de la ocupación alemana de Italia, aclara, «y duraron al menos por lo que sé, incluso después de 1945, pues las relaciones del padre Weber con el Vaticano y con los judíos eran muy intensas». «Gente muy buena», dice con algo de nostalgia, pensando sobre todo en las familias judías.
 
«Entre ellos nos ayudaron en particular dos judíos, que habíamos escondido: un escritor (Melchiorre) Gioia, y un gran músico y compositor en esa época, de Viena, que escribía canciones y operetas, Erwin Frimm». El sacerdote les escondía en casas de Roma, sobre todo en su residencia religiosa de Via Pettinari 57 en Roma. «Y ellos nos ayudaron mucho, dando indicaciones precisas, etc», reconoce.
 
A veces esta labor implicaba arriesgar la vida, como pudo descubrir el mismo sacerdote muy pronto. «Ayude a Ivan Basilius, espía ruso, pero yo no sabía que era ni ruso ni espía. Era judío. Por desgracias, las SS le arrestaron y en su cuaderno tenía escrito mi nombre. Entonces, ¡madre mía! Me llamó la Santa Sede, su excelencia Hudal [alto e influyente prelado alemán en Roma] y me dijo: “Venga aquí, pues las SS van a arrestarle”. Pregunté: “¿Pero, ¿qué he hecho?”. “Usted ha ayudado a un espía ruso”. “¿Yo? ¿Y yo qué sé? ¿Quién es?”. Entonces me escapé».

El padre Centioni, como capellán, conoció al oficial alemán Herbert Kappler, comandante de la Gestapo en Roma y autor de la masacre de las Fosas Ardeatinas, en Roma, donde fueron asesinados 335 italianos, entre ellos muchos civiles y judíos.

«Durante la ocupación alemana, después de que en marzo perpetraran la mascare, le dije a Kapler, a quien veía con frecuencia: “¿Por qué no ha llamado a los capellanes militares para que estuvieran en las Fosas Ardeatinas”? Respondió: “Porque les habría matado y le habría matado también a usted"».

Centioni asegura que los centenares de personas a las que pudo ayudar sabían quién estaba detrás de toda la operación: «Les ayudaba Pío XII, por medio nuestro, de los sacerdotes, a través de la “Raphael´s Verein”, y a través de los Verbitas, sociedad alemana en Roma». Esta entrevista ha sido concedida a ZENIT y a la agencia audiovisual H2onews.org.

El caso del padre Centioni fue descubierto y analizado, comparando otros testimonios, por la Pave the Way Foundation (http://www.ptwf.org), creada por el judío de Nueva York , Gary Krupp. Con su participación en esta entrevista, da fe el abogado italiano Daniele Costi, presidente de la Fundación en Italia. La narración es confirmada por la documentación que acompaña la decoración que concedió el Gobierno Polaco en exilio al padre Centioni (cruz de oro con dos espadas «por nuestra y vuestra libertad»).
 
El sacerdote cita además las expresiones de gratitud que recibió de algunos de los judíos a los que ofreció su ayuda: los señores Zoe y Andrea Maroni, el profesor Melchiorre Gioia, el profesor Aroldo Di Tivoli, las familias Tagliacozzo y Ghiron, cuyos respectivos hijos pudieron salvarse, llegando a Estados Unidos, con pasaportes que les entregó gracias al Vaticano.