La Misa del Gallo se adelantó a las 10 de la noche local para evitar fatigas al Papa, que tiene casi 83 años, y mañana, Navidad, volverá de nuevo a la basílica de San Pedro para pronunciar el Mensaje de Navidad e impartir la bendición «Urbi et Orbi», a la ciudad de Roma y a todo el mundo.
 
La ceremonia comenzó con un imprevisto: Benedicto XVI se cayó y se levantó inmediatamente cuando se dirigía en procesión hacia el Altar Mayor, debido al trasiego desatado por una mujer que intentó saltar una valla del interior del templo para alcanzarle. La mujer, al parecer con problemas psíquicos, sólo pretendía saludarle.
 
En una basílica de San Pedro abarrotada de fieles, iluminada y que dejaba al descubierto todo su esplendor, y ante una imagen del Niño Jesús a su lado, el Papa dijo que con el Nacimiento, Dios es «realmente un Dios con nosotros» y que el Nacimiento de Cristo no puede dejar a nadie indiferente. Recordó que los pastores fueron hacia el Portal corriendo, ya que el Hijo de David, «tan esperado», había venido al mundo en Belén «y no había otra cosa que pudiera tener mayor importancia», informa Efe.
 
«En nuestra vida las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios, no les acucian de modo inmediato. Y también nosotros, como la inmensa mayoría, estamos bien dispuestos a posponerlas. Se hace ante todo lo que aquí y ahora parece urgente. En la lista de prioridades, Dios se encuentra frecuentemente casi en último lugar», denunció el Papa.
 
El Obispo de Roma subrayó que el Evangelio dice que Dios tiene la máxima prioridad y que «así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios». Y abogó para que, aprendiendo de los pastores, los hombres dejen en un segundo lugar otras ocupaciones, «por muy importantes que sean» y se encaminen hacia Dios. Sin embargo, constató que la mayor parte de los hombres «viven lejos» de Jesucristo.
 
«Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que podamos salir del enredo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y así encontrar el camino hacia Él», afirmó.
 
Mirando al Niño recién nacido, el Papa teólogo manifestó que la «señal de Dios es su humildad, el hacerse pequeño, niño, para pedir nuestro amor» y que esa señal «invita a la fe y al amor y que el hombre será semejante a él cuando renuncie a la violencia y use sólo las armas de la verdad y del amor». El Papa exhortó a los hombres a «despertar» para que les llegue el mensaje de Cristo y denunció que los conflictos en el mundo y la imposibilidad de conciliación recíproca es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intereses egoístas.
 
La misa comenzó con el anuncio del nacimiento del Señor con la lectura del antiguo texto de las «Kalendas». Siguió con un homenaje floral ante la imagen del Niño Jesús realizado por seis niños, dos de Italia, otros dos de Costa de Marfil y uno de Filipinas y otro de Corea.
 
Durante la misma se pidió por todos los gobernantes del mundo para que promuevan la justicia y la paz, por los pobres y los que sufren y por todas las familias. Concluida la misa, las miles de personas que acudieron a la basílica contemplarán en el centro de la plaza de San Pedro el Portal de Belén levantado delante del obelisco. El Portal está de nuevo ambientado en la Belén de aquella época. Ocupa una superficie de 300 metros cuadrados y un frente de 25 metros cuadrados, según informó el Vaticano.
 
Entre los elementos arquitectónicos de este año figuran restos de una muralla ciudadana y humildes estructuras ligadas a la vida de los campos y a la pesca.
El Nacimiento cuenta con una veintena de figuras, todas a tamaño natural, provenientes del Portal de Belén que fue realizado en 1842 en la iglesia romana de San Andrés della Valle por San Vicente Palotti.
 
Al lado del Portal ha sido colocado el tradicional árbol de Navidad, que este año ha regalado al Papa la región belga de Valonia y que fue inaugurado el pasado día 18 por Benedicto XVI. Se trata de un inmenso abeto rojo de 30 metros de alto y 14.000 kilos de peso. Tiene un centenar de años y sus ramas inferiores llegan a extenderse hasta los diez metros. Antes de la Misa del Gallo, a media tarde, Benedicto XVI encendió el Cirio de la Paz en la ventana de su apartamento.