Benedicto XVI, aconsejado por el cardenal Rouco Varela, principalmente, y un buen puñado de obispos españoles, ha decidido coger el toro por los cuernos y asumir la catastrófica situación pastoral y eclesial en la que se encuentra la diócesis de San Sebastián tras los pontificados de los obispos Setién y Uriarte. Con un clero mayor y politizado, sin vigor pastoral, sin apenas vocaciones, con la casi nula presencia de las nuevas realidades eclesiales; con un nacionalismo radical que impregna y tergiversa el anuncio del Evangelio; con unas comunidades religiosas en permanente disenso con el magisterio; además de la ambigüedad calculada ante el drama del terrorismo de ETA y el escaso acogimiento a las víctimas de la banda terrorista que provocaba más deserciones a la Iglesia que adhesiones en ambientes laicales, la diócesis donostiarra está en una situación de «gran preocupación» por parte de la Santa Sede.

El Papa y muchos obispos españoles han dejado de creer que la vía para reflotar pastoralmente esa diócesis era seguir las «tesis Setién»: obispos que reflejen el «sentir» del pueblo, es decir, nacionalistas, progresistas, poco romanos y ajenos a la nueva evangelización impulsada por Juan Pablo II. El pontificado de Setién y Uriarte,  han convertido a San Sebastián, pastoralmente hablando, en un solar. Muchos hablan de «fracaso estrepitoso» por el incremento significativo de agnósticos y ateos, casi siempre unido a los ambientes de Batasuna y del nacionalismo más radical.


Ante esta situación, Benedicto XVI ha decidido impulsar una revolución eclesial y nombrar a José Ignacio Munilla, nuevo obispo de San Sebastián. Pero, ¿por qué Munilla? La reivindicación cansina de los eclesiásticos y políticos del nacionalismo era y es que se nombren «obispos de la tierra». Para ello deben tener un pedigrí especial: haber nacido en el País Vasco, hablar el vascuence, haberse formado en sus seminarios y sentir con la gente», es decir ser nacionalistas.

Munilla Aguirre cumple prácticamente esos requisitos: es vasco por los cuatro costados y nacido en San Sebastián,  habla el vascuence mejor que muchos políticos nacionalistas y eclesiásticos. Es más, en cierta ocasión, el propio Setién, con el que hablaba en la lengua de San Ignacio, tuvo que pasar al castellano al no poder seguir con la suficiente fluidez la conversación del joven seminarista. Sus últimos dos años de seminario los cursó bajo la tutela de Setién, y ha sido párroco de Zumárraga. ¿Quién, por lo tanto, le puede echar en cara al obispo Munilla de no ser vasco-vasco de pata negra?

Asimismo, la Santa Sede ha visto en el actual obispo de Palencia unas cualidades humanas y espirituales que le hacían idóneo para el puesto. Munilla está considerado un hombre muy espiritual, con una excelente formación doctrinal que le viene de sus primeros años como seminarista en la diócesis de Toledo, en la época de Don Marcelo.

Además, es un verdadero pastor de almas, especialmente con los más jóvenes. No en vano, la creación del llamado Foro Loyola, impulsado por él y por su hermano Esteban, también sacerdote y asesor eclesiástico de Radio María, ha sido el principal semillero de vocaciones para la vida consagrada y sacerdotal en el depauperado País Vasco.

A estas cualidades se unen su fidelidad al magisterio, su «romanidad», y su capacidad para la comunicación tanto escrita como hablada. Ya son famosas sus «pastorales», escritas con garbo periodístico y originalidad. Se ha convertido, por mérito propio, en el obispo español que más escribe.

Todas las semanas dedica un tiempo a la «pastoral de la comunicación», y el éxito alcanzado ha sido tal que la prestigiosa editorial Ciudadela, que dirige Antonio Arcones, está ultimando la publicación de un libro suyo, que aparecerá en los próximos días, a modo de recopilatorio de ensayos que más impacto han tenido en España y América.

Munilla también es un referente para la «parroquia de las ondas». De lunes a viernes, a primera hora de la mañana, se encarga de explicar el Catecismo de la Iglesia en Radio María, siendo éste espacio radiofónico, uno de los más escuchados.


Otra de las cualidades que más han pesado en su elección es su valentía. No se acobarda con nada. En vascongadas es público que no es un sacerdote «politizado». No habla de política ni de las consecuencias de la fe como la ética, como hacen otros muchos, y a todas horas, intentando solucionar el denominado «problema vasco» con sociología e ideología. No. Precisamente por eso, por no alienarse con esas tesis pastorales tan ideologizadas, el nacionalismo no lo considera «como uno de los nuestros», y por eso ha sido atacado en los últimos días por algunos prebostes del PNV calificándolo como «no idóneo», en sus planteamientos políticos, para regir la diócesis donostiarra.

El Vaticano también ha valorado su estado de salud. Siendo uno de los obispos más jóvenes de España –nació el 13 de noviembre de 1961–, ha desplegado en Palencia una pastoral sorprendente y expansiva.

Con una energía encomiable, ha logrado conocer prácticamente todas las comunidades eclesiales, y su despacho siempre estaba abierto para todo aquel que quisiera hablar con él. Incluso se le ha podido ver ayudado a apagar un incendio, en el centro de la ciudad, a altas horas de la madrugada. Nada se lo ponía por delante.

Con dotes de gobierno y decisión, pero sin descuidar la mano izquierda, ha tomado decisiones como el traslado de los seminaristas de su diócesis a la Facultad de San Dámaso de Madrid, que no eran nada fáciles.

Además, su equilibrio emocional, unido a su gran fe en Cristo, han acabado por decidir al Vaticano para que comience esa «revolución eclesial» en vascongadas, con la elección de José Ignacio Munilla, que no estará exento, seguro, de un martirio por el bien de sus diocesanos.

Benedicto XVI ha nombrado Arzobispo de Oviedo a  monseñor Jesús Sanz Montes, en la actualidad Obispo de Huesca y de Jaca. La Archidiócesis de Oviedo está vacante tras el nombramiento de Don Carlos Osoro  como Arzobispo de Valencia, sede de la que tomó posesión el pasado 18 de abril. Desde entonces está al frente de la diócesis ovetense, como Administrador diocesano, el Obispo Auxiliar de Oviedo, Mons. D. Raúl Berzosa Martínez.

Monseñor Sanz Montes, Obispo de Huesca y de Jaca desde 2003, nació en Madrid el 18 de enero de 1955. Ingresó en el Seminario Conciliar de Toledo en 1975 donde realizó los estudios institucionales teológicos (1975-1981). En 1981 ingresó en la Orden Franciscana, Provincia de San Gregorio Magno de Castilla, realizando la profesión solemne el 14 de septiembre de 1985 en Toledo. Fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1986 en Madrid.

Es Bachiller en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos 1981); Licenciado en Teología, con especialidad en Espiritualidad, por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1986) y en Teología de la Vida Religiosa por la Universidad Pontificia de Salamanca (1993). Asimismo es Doctor en Sagrada Teología por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1999).

Entre los cargos pastorales destaca el de Rector del Seminario Menor Franciscano de Ávila (1986-1991); director de la Formación Permanente de la provincia Franciscana de Castilla (1991-1994); Rector y P. Guardián del Colegio dei Santi Quaranta Martiri de Roma (1994-1997); Rector y P. Guardián del Monasterio San Juan de los Reyes de Toledo (1997-2000); Secretario Provincial de Formación y Estudios, de la provincia Franciscana de Castilla (1997-2000), y Presidente de la CONFER diocesana de Toledo (1997-2000). Desde este último año y hasta su nombramiento episcopal, en 2003, fue el Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la CEE, de la que actualmente, y desde el año 2005, es Presidente.

En cuanto a las actividades académicas ha sido profesor de Espiritualidad medieval, profesor de la Asociación Hispánica de Estudios, miembro del Consejo de Redacción –edición española- de «Communio» Revista Católica Internacional; profesor en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid y profesor en el Pontificio Ateneo Antonianum, de Roma.

El 23 de octubre de 2003 se hacía público su nombramiento como Obispo de las diócesis de Huesca y de Jaca. De esta manera, ambas diócesis quedaron unidas «in persona Episcopi», aunque con independencia entre sí. El 14 de diciembre del mismo año recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de la diócesis de Huesca. Una semana después, el 21 de diciembre, hacía su entrada en la diócesis de Jaca.