«La Iglesia a la que yo una vez amé se ha convertido en el brazo espiritual del Nuevo Laborismo», afirmaba hace unos días Graham P. Taylor en el Yorkshire Post. El reverendo, autor de la célebre saga para jóvenes «Shadowmancer», ha visto cómo, mientras sus libros se elevaban en las listas de los más vendidos, su fe en la Iglesia anglicana se desmoronaba, hasta el punto de abandonarla: «Como otros muchos anglicanos, siento que no tengo más remedio que abandonar un barco que se hunde», afirma.

El reverendo asegura que muchos obispos anglicanos «pasan más tiempo hablando del cambio climático o vistiéndose como bardos druídicos que predicando un evangelio de la salvación  que  curaría los males de una sociedad de la noche a la mañana si se implantara con propiedad». Taylor asegura que fue atraído por el catolicismo porque «sus líderes no tienen miedo de ponerse en pie y proclamar su verdad moral», asegura.

 «Shadowmancer» es la saga más vendida tras «Harry Potter», de J. K. Rowling. Permaneció 15 semanas en lo más alto de las listas de éxitos editoriales de Gran Bretaña y vendió millones de libros, hasta el punto de tener que abandonar su oficio de párroco. Su segunda novela, «Wormwood» vendió  22.000 copias  sólo en el primer día. Y pronto comenzaron a llamarle «el nuevo C. S. Lewis». Sin embargo, al proclamar públicamente su paso al catolicismo, Taylor vivió la discriminación en la cadena de televisión británica BBC: «Después del éxito de mi novela  “Shadowmancer”, que se convertirá pronto en una película, me invitaron a unos programas de la BBC. Al principio tenía buena relación con ellos, pero cuando se dieron cuenta que detrás de mi obra había toda una alegoría religiosa, me negaron la posibilidad de publicitar mi obra; no por ser escritor, o un mal invitado, sino por el hecho de ser un escritor católico», relata Taylor. «Uno de los productores me dijo off the record que el problema era mi fe católica, y el hecho de que yo hubiera sido antes sacerdote anglicano. “Se supone que no debemos promover a Jesús”, me dijo», recuerda el autor.

«En cuanto se dieron cuenta de que yo promocionaba el cristianismo, encontré la puerta firmemente cerrada», concluye.