Cuenta Paché Merayo en El Comercio que la crisis gobierna desde hace tiempo los calendarios globales. Pero cuando se menta nadie duda de que el discurso siguiente será económico. El paro, los déficit... Pero hay muchos otros escenarios para la recesión. La Iglesia bien los sabe. Aquejada desde hace lustros de un más que notable descenso de vocaciones, vive una crisis prolongada con los seminarios vacíos y los monasterios y conventos habitados por religiosos que superan los sesenta.

Sin embargo, en mitad de este océano, aparece una monja, sor Verónica, antes María José Berzosa, hermana de Raúl Berzosa, el obispo auxiliar de Oviedo. Ella sola, con su sonrisa imborrable y sus nuevas energías, ha logrado que en su convento de las Clarisas de Lerma, no sólo la ocupación sea histórica con 135 religiosas de clausura, sino que haya una lista de espera a sus puertas de otro centenar de aspirantes a novicias.
 
Sor Verónica, además de unos ojos verdes impresionantes y un pasado de estudiante de Medicina, amiga de la diversión, tiene una fórmula mágica, un misterio que nadie ha podido resolver y que ha llegado a ser aplaudido en el mismísimo Vaticano, donde ya nadie se lleva las manos a la cabeza al comprobar que en toda España han ingresado 20 nuevos sacerdotes en la orden jesuítica, sólo dos en la de San Vicente de Paúl, y cinco en los Franciscanos.
 
La respuesta ante el convento de las hermanas clarisas rompe con todas las previsiones. Pero no sólo por número. Sor Verónica, que tenía sólo 18 años cuando dejó el mundanal ruido por la celda en la que desde hace años observa la misma naturaleza, ha conseguido rodearse de jóvenes religiosas casi todas con carreras universitarias. Ahora la media de edad en su ´casa´ está en la treintena, cuando al llegar ella, en 1984, todas habían entrado ya en la tercera edad.
 
Su hermano, absolutamente orgulloso de ella, se ríe cuando se le menciona lo guapa que es la monja de la familia, pero por consideración con su clausura advierte: «Para respetar su silencio debo responder con el mío».
 
Ella, sin embargo, en alguna ocasión ha confesado abiertamente que el obispo auxiliar, a cuya ordenación acudió hace cuatro años en Oviedo, es su «guía» y el camino en el que se quiere ver reflejada. Y es que sor Verónica, que nació en Aranda del Duero (Burgos) en un 27 de agosto de 1965, ha contado ya parte de su existencia en un libro, que va por la tercera edición. Se titula ´ Clara ayer y hoy´ y, siendo una reflexión de carácter teológico, permite acercarse a su pasado.
 
Cuenta en sus páginas, por ejemplo, que el día de su Primera Comunión su confesor le dio la primera clave de lo que debía ser su vida: «Si quieres ser feliz un día, estrena un par de zapatos; una semana, mata un cerdo; toda la vida, monja de clausura».
La metáfora caló en su mente de niña. Ya mayor cuenta: «Algo en mi interior me urgía a buscar sin descanso.Viendo cómo la gente destruía su vida, yo deseaba buscar algo que no se acabara, que fuera eterno». Está claro que lo encontró. Cuando decidió ingresar en el convento muchos apostaron que no duraría nada. Está claro que perdieron. Hoy es ella la maestra de las novicias y son decenas las jóvenes que llegan a Lerma atraídas por su imán irresistible.