Clara Pardo, presidenta de Manos Unidas, la ONG católica española de ayuda al desarrollo, ha presentado este miércoles la campaña contra el hambre de 2021.

«No hay vacuna que pueda contra la indiferencia y más de 690 millones de personas pasan hambre hoy en el mundo», declaró.

En los 62 años de experiencia de Manos Unidas luchando contra el hambre y la miseria en todo el mundo, nunca se había encontrado con una situación como la de esta pandemia.

Las circunstancias son nuevas y difíciles. Pero los enemigos a los que se enfrentan son viejos conocidos: por un lado, el hambre y la pobreza. Por el otro, la indiferencia de muchos ante el sufrimiento de los demás.

Contra ello, el mandato de Jesús: dar de comer al hambriento y de beber al sediento. "Dadles vosotros de comer" (Lucas 9,13).

"El hambre no es contagiosa, pero mata"

En un acto desarrollado en la Asociación de la Prensa de Madrid, que pudo seguirse también por Internet, la presidenta de Manos Unidas recordó que «aunque el hambre no es contagiosa, también mata, lo hace mucho más que la covid-19».

Manos Unidas señaló que en 2020, pese a la pandemia y las dificultades de todo tipo, la ONG católica organizó 160 proyectos de emergencia ante la necesidad del coronavirus, a los que destinó 4,6 millones de euros (en concreto a emergencias).

Aún no se sabe cuánto recaudó la organización a lo largo de 2020; en 2019 fueron 43 millones de euros; en otros años podían ser más (48 millones en 2012). Lo que se sabe es que las necesidades urgentes se han multiplicado.

La campaña de febrero se dedica siempre a la lucha contra el hambre, que aún padecen 800 millones de personas en el mundo pese a toda la tecnología agraria y logística de este siglo XXI.

En la rueda de prensa, participó desde Jerusalén, la misionera comboniana española Alicia Vacas, responsable de su congregación en Oriente Medio y Asia. Habló de un proyecto estable que financia Manos Unidas con mujeres africanas, muchas veces cristianas muy pobres, que llegan a Tierra Santa, a menudo a través de redes de trata y tráfico de personas, otras veces como solicitantes de asilo. Poder reunirlas, apoyarlas y crear redes de colaboración entre ellas es una tarea importante para las misioneras.

También intervino Raquel Reynoso, presidenta de la asociación SER (Servicios Educativos Rurales), que trabaja con mujeres campesinas indígenas de Ayacucho, Perú, una zona hoy muy golpeada por el coronavirus. "Necesitamos que la generosidad traspase fronteras», exhortó.

En la carta que la presidenta ha enviado a los 80.000 asociados y simpatizantes, Clara Pardo enumera conflictos graves pero olvidados por los países ricos, que se centran sólo en sus problemas por el coronavirus,

"¿Quién, más allá de las ONG y de algunos organismos internacionales, se están preocupando de si esas vacunas están llegando o no a los países más pobres? En Manos Unidas estamos recibiendo informaciones muy desalentadoras en ese sentido. ¿Quién se acuerda de Haití, sumido en el caos político y social? Allí no se ha oído hablar de la vacuna. Ni en la RCD. Ni en la República Centroafricana. Tampoco en Etiopía donde desde el mes de noviembre vive una guerra civil de la que nada se sabe… ¡Y no pasa nada! ¿Quién se plantea cómo se va a conservar la vacuna en lugares donde la electricidad brilla por su ausencia? Así nos lo explicaban desde Sierra Leona".

A través de la red de misioneros y parroquias católicas presentes en todos estos países, y colaborando con asociaciones locales que se co-responsabilizan (y que Manos Unidas supervisa y atiende de cerca) la organización logra desde hace más de 60 años llegar a los rincones más olvidados del mundo, gracias a la generosidad de los donantes. La Campaña contra el Hambre es uno de esos momentos fuertes en los que la generosidad cambia vidas.

Para donar o afiliarse en la veterana ONG católica, clic aquí:
https://www.manosunidas.org/colabora

 

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