(R.B./ReL) Barcelona recordó el centenario de la Semana Trágica, no con actos, exposiciones u otras actividades culturales, sino que una veintena de iglesias de la Ciudad condal aparecieron pintadas alusivas a la quema de edificios religiosos en 1909 y bajo el lema «la lucha continúa». Según los cuerpos policiales, las pintadas se produjeron en una veintena de iglesias de Sarrià, Poblenou, Gràcia Sant Gervasi, Raval, Eixample, Sant Andreu y el Clot. En un comunicado, colgado a la puerta de las iglesias atacadas y remitido por un grupo autodenominado «La Gallinaire», se asegura que este «recordatorio» de la efeméride buscaba que no se celebraran las misas. Para ello, además de pintar rótulos con acusaciones como «genocidas», se han colocado elementos de hierro para impedir el paso a las parroquias, se lanzaron bombas fétidas en las puertas y se rellenó cualquier fisura con excrementos. En el texto de reivindicación, los vándalos condenan a la Iglesia católica a la hoguera por «estar gestionada como una multinacional que mantiene intacto su enorme patrimonio y que recibe cada año del Estado 150 millones de euros», al tiempo que enarbolan viejos y nuevos lemas como «la única iglesia que ilumina es la que arde» o «1909-2009, la lucha continúa». Libertad religiosa El arzobispado de Barcelona ha hecho público un comunicado este lunes en el que «lamenta profundamente estas actuaciones y manifiesta que el derecho a la libertad religiosa y de culto de los ciudadanos es un derecho fundamental reconocido en la Constitución Española». La libertad religiosa y de culto es «un elemento integrante de una sociedad auténticamente democrática», añade el escueto comunicado. Semana Trágica La protesta antibelicista contra la movilización de reservistas del ejército por parte del Gobierno para luchar en la guerra del Rif, se convirtió en una protesta anticlerical, ya que se incendiaron iglesias, conventos y escuelas religiosas; se exhumaron cadáveres; se levantaron barricadas; se atacaron tranvías y empezaron los sabotajes a las fuerzas del orden público. Los historiadores recuerdan que el estallido antibelicista y anticlericlal fue en gran parte espontáneo, incapaz de consolidarse en una revolución porque no había un liderazgo claro. La reacción de la autoridad fue proclamar el Estado de Guerra y la Ley Marcial. El ejército consiguió hacerse con el control del centro de Barcelona el 29 de julio, aunque los últimos focos de resistencia no logran controlarse hasta el sábado 31 de julio. El balance de la semana fue trágico: 113 muertos, 341 heridos y más de mil encarcelados, con cinco ejecuciones y centenares de exiliados. La dura represión ordenada por Maura, que contó con el apoyo de la Lliga Regionalista, radicalizó aún más el movimiento obrero y significó la consolidación del anarquismo en Barcelona.