(Nicolás de Cárdenas/ReL) Tras una intensa agenda de ponencias que tocaron asuntos relativos a la ética en la democracia, el cardenal Antonio María Rouco Varela ahormó un discurso sobre el punto central de la reflexión que se suscitaba en el curso «Ética y futuro de la democracia» celebrado en la Universidad San Pablo CEU centrado en los «Presupuestos prepolíticos de la democracia». Pero también quiso valorar las declaraciones sobre el supuesto «complejo» con el que, a juicio del embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, la Iglesia española ha planteado la doctrina social católica. «No creo que la Iglesia en España haya omitido la propuesta social de la Iglesia», indicó categórico el purpurado, aunque admitió que se ha podido tener mayor o menor acierto en algunas ocasiones pues «siempre está la posibilidad del error». En todo caso, Rouco Varela ha recordado que, aún admitiendo que sepuede hacer un juicio crítico sobre la labor de la Iglesia, la regla intereclesial para estos casos, enunciada por san Ignacio de Loyola en sus «Ejercicios», no es otra que la de «sentir con la Iglesia», a la que hay que añadir la corrección fraterna del mensaje evangélico. A lo largo de su intervención, el prelado ha apelado a la dignidad de la persona como fuente de los derechos fundamentales. El carácter personal, ha añadido, es algo que le es «inherente al ser humano sea cual sea el grado de su desarrollo. Siempre es persona». Y este es el asunto crucial que está en juego debido a la «deformación ético jurídica» que impera en la actualidad. «La gran cuestión de nuestro tiempo es saber si se tiene derecho a la vida más allá de los poderes de los hombres». En lo tocante a la justa ordenación del poder político, Rouco Varela ha insistido en que éste debe estar sujeto a la obligación no sólo de respeto, sino de promoción, de instituciones prepolíticas fundamentales como son el matrimonio y la familia. Así pues, el Estado «no es el dueño ni el configurador, según convenga ni del matrimonio ni de la familia. Más bien –ha agregado- deben ayudarlos». El cardenal también ha señalado a la defensa del «derecho natural», como la opción que debe interpelar a los católicos a la hora de afrontar la pregunta sobre los presupuestos políticos de la democracia. Un asunto estrechamente relacionado con el de la objeción de conciencia, sobre el que se le ha preguntado al cardenal en relación con algunas de las últimas iniciativas gubernamentales. Así, el prelado ha asegurado que «un médico católico tiene que negarse a realizar un aborto», y, en el mismo sentido, un farmacéutico a dispensar la píldora del día después. En todo caso, puntualizó, no es lo mismo ser cooperador indirecto que cooperador neceario a la hora de valorar moralmente la activación del derecho a la objeción de conciencia. En otro orden de cosas, Rouco Varela fue interpelado en el coloquio posterior a su ponencia por un padre, cuya hija se estrena el próximo domingo como votante, y que no sabía desde sus convicciones, orientar a su hija sobre el sentido del voto como le había pedido. La encrucijada paternal la ha resuelto el cardenal haciendo referencia a que la Iglesia ya dejó sentado en la «Gaudium et Spes» que «ningún partido político puede agotar en sí mismo la Doctrina Social de la Iglesia» y que, por tanto, ha de aplicarse a la hora del voto, «la virtud de la prudencia».