En el tradicional Angelus de la festividad de San Esteban, el Papa pidió que su ejemplo “ayude a los cristianos a vencer sus miedos e inercias, para que así puedan dar razón de su esperanza a quien se la pidiere, con audacia y sabiduría”.

Con la imagen de Jesús en el pesebre de la Plaza de San Pedro, rodeada de peregrinos de diversas partes del mundo, Benedicto XVI explicó que "la fiesta de San Esteban prolonga el fervor de la Navidad y se convierte en una invitación a pedir al Niño Dios que renueve nuestra fe y la haga más activa por la caridad”.

En su reflexión previa a la oración del Ángelus, dijo que en Esteban “se verificó plenamente la promesa de Jesús reportada por el texto evangélico de hoy, que los creyentes llamados a dar testimonio en circunstancias difíciles y peligrosas no serán abandonados e indefensos: el Espíritu de Dios hablará en ellos”.

“También nosotros", continuó, "estamos llamados a fijar la mirada sobre el Hijo de Dios que en el gozo de la Navidad contemplamos en el misterio de su Encarnación”. Manifestó que con el Bautismo y la Confirmación, con el precioso don de la fe alimentada por los Sacramentos de la Iglesia, especialmente por la Eucaristía, “Jesucristo nos ha unido a Sí y quiere continuar en nosotros, con la acción del Espíritu Santo, su obra de salvación, que todo lo rescata, mejora, eleva y conduce a cumplimiento. Dejarse atraer por Cristo, como hizo san Esteban, significa abrir la propia vida a la luz que nuevamente la llama, la orienta y la hace recorrer el camino del bien, el camino de una humanidad según el diseño del amor de Dios”.

Proclamó además que San Esteban es "un modelo para todos aquellos que quieren colocarse al servicio de la nueva evangelización”, y afirmó que “la novedad del anuncio no consiste propiamente en el uso de métodos o técnicas originales, que ciertamente tienen su propia utilidad, sino en el ser colmados del Espíritu Santo y dejarse conducir por Él. La novedad del anuncio está en la profundidad de la inmersión en el misterio de Cristo, de la asimilación de su palabra y de su presencia en la Eucaristía, de modo que Él mismo, Jesús vivo, pueda hablar y actuar en su enviado. En sustancia, el evangelizador se hace capaz de llevar a Cristo a los demás de manera eficaz cuando vive de Cristo, cuando la novedad del Evangelio se manifiesta en su misma vida”.