(ACI/ReL) "Desde el primer momento os he acompañado de cerca; he seguido con aprensión las noticias, compartiendo vuestro miedo y vuestras lágrimas por los difuntos, junto con las trepidantes preocupaciones por lo que habéis perdido en un instante. Ahora estoy aquí entre vosotros; quisiera abrazaros con afecto a cada uno", afirmó el Pontífice. Agregó que "toda la Iglesia está aquí conmigo, junto a vuestros sufrimientos, participando en vuestro dolor por la pérdida de familiares y amigos, deseosa de ayudaros a reconstruir casas, iglesias, empresas destruidas o gravemente dañadas por el terremoto. He admirado y admiro la valentía, la dignidad y la fe con que habéis afrontado esta dura prueba, manifestando gran voluntad para no ceder frente a las adversidades". Tras reconocer las incomodidades que supone vivir "fuera de casa, o en los automóviles, en las tiendas, sobre todo a causa del frío y de la lluvia", el Papa manifestó su deseo de que su "pobre presencia" sea "un signo tangible del hecho de que el Señor crucificado, que no os olvida, ha resucitado y no os abandona; no es sordo al grito preocupado de tantas familias que han perdido todo: casas, ahorros, trabajo y a veces también vidas humanas. Ciertamente, su respuesta concreta pasa a través de nuestra solidaridad, que no se puede limitar a la emergencia inicial, sino que debe ser un proyecto estable y concreto en el tiempo. Animo a todos, instituciones y empresas, a que esta ciudad y esta tierra resurja". El Santo Padre también ofreció "unas palabras de consuelo" sobre las personas fallecidas por el sismo. "Están vivos en Dios y esperan de vosotros un testimonio de valentía y de esperanza. Esperan ver renacer su tierra, que debe volver a adornarse de casas y de iglesias, bellas y sólidas. El amor permanece por encima del paso de nuestra precaria existencia terrena, porque el Amor verdadero es Dios. Quien ama vence, en Dios, la muerte y sabe que no pierde a quienes ha amado", indicó y leyó una oración especial por las víctimas del terremoto. Luego, se dirigió a la Basílica de Collemaggio, en LAquila, donde rezó una breve oración ante la urna de San Celestino V, Papa, -una de las pocas cosas que se conservan en este templo tras el terremoto- y dejó como signo de su participación espiritual el palio que se le impuso en la Misa de inicio de su pontificado. Benedicto XVI se detuvo a continuación frente a la Casa del Estudiante, donde fallecieron varios jóvenes a causa del sismo. Allí saludó brevemente a un grupo de universitarios que se alojaban en este lugar. Al mediodía, el Santo Padre llegó a la Plaza de la Escuela de la Policía de Finanzas, donde saludó a los alcaldes y los párrocos de los 49 ayuntamientos más afectados por el terremoto, y tuvo un encuentro con la población y los voluntarios.