(Álex Navajas/La Razón) La primera víctima falleció el día de Reyes en Venezuela. Se trataba del sacerdote diocesano Pedro Daniel Orellana, cuyo cadáver fue hallado en su casa con signos de estrangulamiento y con las manos atadas. Asia, el más sangriento Pero el continente que ha registrado el mayor número de muertes violentas ha sido, un año más, Asia, donde ocho agentes de pastoral perdieron la vida en Irak, India, Sri Lanka, Filipinas y Nepal. El caso más significativo lo constituye el del arzobispo caldeo de Mosul (Irak), monseñor Paulos Faraj Rahho, secuestrado a la salida de la iglesia del Espíritu Santo, la misma donde, un año antes, el 3 de junio de 2007, fueron asesinados el párroco y tres diáconos. «Monseñor Rahho tomó su cruz y siguió al Señor Jesús: Él era un hombre de paz y diálogo», afirmó el propio Benedicto XVI tras tener noticia de su muerte. También ha sido un año especialmente sangriento para la India, donde el fanatismo hindú se ha llevado por delante la vida de 81 cristianos. «Más de 22.230 personas acogidas en los campos de refugiados y más de 40.00 personas han huido del distrito de Kandhamal; 450 aldeas afectadas por los desórdenes; 4.677 casas destrozadas; 236 iglesias y 36 conventos, institutos y aulas religiosas destruidos; 5 sacerdotes católicos y 15 pastores violentamente golpeados, una religiosa violada y humillada públicamente» es el balance que ha realizado la Conferencia Episcopal India. Morir en África El continente negro ha sido, junto con América, el segundo más sangriento. Cinco agentes de pastoral encontraron la muerte en África, como es el caso del hermano Joseph Douet, de 62 años, que fue asesinado en Katako (Guinea Conakry), en el colegio que había fundado. Mientras se encontraba en oración «algunos maleantes lo ataron y le pusieron un saco en la cabeza, ahogándolo, probablemente para atracarlo». En Europa han muerto dos sacerdotes, ambos en Rusia. Se trata de los jesuitas Otto Messner y Victor Betancourt, que fueron asesinados en su casa de Moscú por un psicópata. «A esta lista se debe añadir la de aquellos de los que quizá nunca se tendrá noticia», concluye Fides.