(RV/ReL) “Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”. “No, a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia”, y “sí”, en cambio, a los que “prefieren la vía del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país”. Con este mensaje de paz, Su Santidad Benedicto XVI, a mediodía, desde el balcón central de la fachada de la basílica de san Pedro “ha renovado el alegre anuncio de la Navidad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: hoy «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres». En su Mensaje de Navidad el Papa ha insistido en la “fiesta de luz” que se “difunde desde la gruta de Belén, donde el Niño divino es Él la luz misma que se propaga, disipa las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia”. “Cada belén -ha dicho el Pontífice- es una invitación simple y elocuente a abrir el corazón y la mente al misterio de la vida”. Y esta gracia de Dios ha aparecido a todos los hombres. “Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada demora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes”. “Hermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz”. Benedicto XVI se augurado que “el poder de la gracia salvadora de Dios llegue a tantas poblaciones que todavía hoy viven en tinieblas y en sombras de muerte”. “Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Esta Luz, que transforma y renueva, la anhelan los habitantes de Zimbabwe, en África, atrapados durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que desgraciadamente sigue agravándose; así como los hombres y mujeres de la República Democrática del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu; de Darfur, en Sudán, y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Y “esa Luz que hoy resplandece, la esperan sobre todo los niños de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir”, ha dicho el Papa, que ha indicado como portadores de la ruina del mundo: las violaciones de los derechos, el menosprecio de la dignidad humana, los egoísmos personales y de grupo, el terrorismo, la falta de bienes para sobrevivir «incluso en las naciones del bienestar». “Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las Naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”. Benedicto XVI ha enviado este mensaje de luz, de paz y de esperanza a todo el mundo felicitando a continuación la Navidad en 64 lenguas, una más que el año pasado. “Que la gran fiesta del nacimiento de Cristo sea fuente de luz y de confianza para la vida de todos”, ha dicho en lengua italiana, el Santo Padre. “En este nuestro tiempo, marcado por una considerable crisis económica, que la Navidad sea un estímulo para una mayor solidaridad entre las familias y las comunidades que componen las naciones”. El Papa ha deseado que “desde la pobre y humilde cueva de Belén se difunda por todas partes la luz de la esperanza evangélica y resuene el anuncio de que nadie es extraño al amor del Redentor”. Y ésta ha sido la felicitación del Santo Padre, en español: ¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos. Después del tradicional mensaje de Navidad y de las felicitaciones, el Pontífice ha impartido la bendición Urbi et Orbi, es decir, a la ciudad de Roma y al mundo. Como es ya habitual, la Santa Misa de Navidad, que ha precedido el Mensaje del Pontífice, la ha celebrado en la basílica de san Pedro el cardenal secretario de estado Tarcisio Bertone.