Situado en el Sahel, en el centro de Áfica, se encuentra El Chad, un enorme país con 14 millones de habitantes donde la pobreza y el hambre son un problema de primer orden. Cerca de la mitad de su población no tiene comida. Los rigores del clima afectan a la agricultura, lo que provoca frecuentes  crisis alimentarias. 

Para ayudar a poner freno al hambre y a la pobreza, Manos Unidas está financiando en este país diferentes proyectos, que están dando ya resultados.

Según informa esta organización caritativa de la Iglesia Católica en España, las inundaciones anuales derivadas derivadas de las fuertes lluvias que se producen en la región de la Tandjilé, al sur del país, permiten que se cultive y coseche el arroz una vez al año.

El problema de las cosechas

El problema es lo que en la zona llaman “empalmar cosechas”, es decir, que la producción familiar llegue a cubrir las necesidades desde una cosecha a la siguiente. Con demasiada frecuencia, cuando llegan las lluvias y hay que preparar los campos, a las familias apenas les queda alimento. Los campos se trabajan, entonces, con hambre y debilidad o se abandonan en busca de otros medios para poder alimentar a la familia.

Sin embargo, utilizando las técnicas adecuadas, la zona podía ser el granero del Chad. El scio local de Manos Unidas en Chad, el Belacd–Cáritas de la diócesis de Lai, elaboró un plan de formación y apoyo a cooperativas campesinas con el fin de que los participantes aprendieran técnicas de regadío para cultivos adecuados a la estación seca: arroz o productos hortícolas.

En el proyecto participan 447 mujeres y 603 hombres que están recibiendo formación en alguna de las 42 cooperativas que se han constituido: 15 destinadas al aprendizaje en cultivos de huertos y 27 en cultivos de arroz por regadío. Con la adaptación de cultivos a la estación seca y su combinación con los cultivos tradicionales de la estación húmeda, están logrando que, en un buen año de lluvias, puedan obtener dos cosechas de arroz al año.

En la visita al proyecto desde Manos Unidas han podido comprobar cómo los beneficiarios preparaban los terrenos y los sistemas de regadío. Conversaron con ellos y compartieron sueños e ilusiones. También conocieron el miedo que les producen animales salvajes como los hipopótamos o los monos, con quienes comparten espacio, o las reses de los pastores nómadas, que invaden los terrenos.

"Ahora no vamos a morir de hambre"

“Antes no sabíamos que con el agua del río se podía cultivar arroz. Ahora no vamos a morir de hambre, gracias a este proyecto", contaba entusiasmado Mathieu.

Por su parte, Marie, una de las mujeres que han aprendido otra manera de cultivar su huerta, relató una anécdota casera: “Cuando le dije a mi marido que quería trabajar en el huerto, se opuso. Pero después, viendo a las otras mujeres de la aldea ir a los huertos, me dejó ir con ellas. A él le gusta mucho la sopa de acedera con pimiento, así que empecé por sembrar estos productos. Él fue el primero en comer la sopa de acedera de mi huerto. Ahora, cuando yo voy a vender mis productos, él va a cuidar el huerto en mi lugar”.

Si quiere ayudar a Manos Unidas puede hacerlo pinchando AQUÍ