Este sábado por la tarde ha tenido lugar el funeral por los 8 feligreses coptos asesinados a tiros el viernes en la parroquia de Mar Mina (San Menas), a unos 30 kilómetros de El Cairo, en un atentado reivindicado por Estado Islámico. 

Una multitud de hombres y mujeres, junto a docenas de obispos, sacerdotes y religiosos, han acompañado la sepultura de algunas de las víctimas del último atentado terrorista perpetrado contra la comunidad copta de Egipto. Los gritos de dolor interrumpieron varias veces el rezo de las oraciones y la lectura del Evangelio. 

Es una escena trágica que los cristianos de Egipto han vivido ya en varias ocasiones en 2017. 

El viernes por la mañana unos encapuchados abrieron fuego con armas automáticas, disparando hacia el lugar donde se encuentra la iglesia, que en ese momento estaba abarrotada de fieles llegados al lugar para participar de la habitual misa del viernes [que en los países islámicos sustituye a la del domingo, que es día laboral, explica la agencia AsiaNews].


Los agresores primero atacaron un negocio propiedad de dos hermanos coptos y los asesinaron, para luego dirigirse a la entrada de la iglesia, donde mataron a otros seis fieles, entre ellos, a tres mujeres. 

Otras cinco personas resultaron heridas de gravedad. 

Dos agentes de policías encargados de proteger la iglesia identificaron a los terroristas y trataron de detenerlos, pero también fueron asesinados. 

Más tarde, frente a la iglesia, los expertos de las fuerzas de seguridad desactivaron dos artefactos explosivos.

Según el presbítero Andraos Azmi, párroco ortodoxo en San Menas, los agresores primero mataron a los agentes de policía que prestaban servicio en la iglesia, tarea que suele desarrollarse en este período de celebraciones navideñas y de fin de año. Luego trataron de irrumpir en la iglesia, “pero cerramos inmediatamente las puertas”. Sin embargo, ellos mataron a algunos fieles que estaban en la entrada”. 


Otro sacerdote, el padre Antonio Daniel, elogia el rol del imán de la mezquita ubicada frente a la iglesia. El imán anunció por los altavoces que la iglesia estaba siendo atacada y que era necesario salvarla y pidió a sus fieles que salieran a socorrer a los hermanos coptos.

Sin estos dos hechos significativos, el número de víctimas podría haber sido mayor.  



Luego de las revoluciones de la llamada Primavera Árabe del 2011, los coptos, nombre que se da a los cristianos de la iglesia propia de Egipto, de rito alejandrino, han sido el blanco de varios ataques mortales por parte de distintos grupos islamistas: los Hermanos Musulmanes, salafistas, el Estado islámico (Daesh) y miembros de Wilayet Sinai, la rama egipcia de Daesh, activa en la península del Sinaí. 


Además del atentado de ayer, el 22 de diciembre pasado, 5.000 manifestantes islamistas se dirigieron hacia una pequeña iglesia situada en los suburbios de Guiza, con la intención de demolerla, gritando eslóganes anti-cristianos. Profanaron el edificio, antes de que las fuerzas del orden pudieran dispersarlos. 

El 26 de mayo de 2017, un autobús, que llevaba a bordo peregrinos cristianos que se dirigían a visitar el monasterio de Amba Samuel fue atacado por terroristas que asesinaron a cuando menos 28 personas e hirieron a otras 22.  

El Domingo de Ramos, dos iglesias en dos ciudades del norte de Egipto, Alejandría y Tanta, fueron bombardeadas y 43 personas resultaron muertas. 

En febrero, también en 2017, cientos de coptos huyeron de sus hogares en Al-Arich, capital de la gobernación de Sinaí del Norte, dejando sus casas y sus bienes; los terroristas de Wilayet Sinai habían matado a siete de ellos en tan sólo tres semanas. 

El 2016 no fue mejor. Fueron 30 las personas muertas en la explosión en la iglesia de Boutrossiya, en el corazón de El Cairo, y dentro del recinto del patriarcado copto ortodoxo. A estos hechos se sumaron los raptos, los actos de discriminación y marginación, la violencia y los matrimonios por la fuerza con jóvenes cristianas.


A la luz de todo ello, la celebración oficial de la misa de Navidad copta, presidida por el Papa copto Teodoro II, se desarrollará en una catedral construida en la nueva capital administrativa de Egipto, ante la presencia del presidente egipcio Abdel-Fattah Al-Sissi. El terreno acogerá a cerca de 8.000 fieles, divididos en dos grandes capillas. En el complejo se prevén, asimismo, decenas de salas para el desarrollo de varias actividades.