Sudán del Sur vive una grave crisis humanitaria provocada por la tremenda guerra civil que se vive en el país. La hambruna se extiende mientras la violencia genera el caos entre una población pobre y desconsolada.

Es así como los habitantes de este país de reciente creación buscan refugio en la Iglesia Católica, algo que queda de manifiesto en la catedral de Santa María en Wau, donde más de 16.000 personas se han instalado en todo el complejo que rodea al templo, convirtiéndose en la práctica en un campo de refugiados.

Todas estas personas han llegado al lugar buscando un lugar seguro en medio de la oleada de violencia. Una de estas refugiadas, Rita Williams declaraba a Catholic News Service que llevaba “dos semanas aquí desde que los soldados nos sacaran de nuestra casa y la incendiaran”.


Ahora esta mujer acampa junto a sus tres hijos bajo un árbol que pertenece al complejo de la catedral. “No tenemos nada, ni siquiera sal. Nuestra ropa está sucia y algunos días todo lo que tenemos para comer o beber es agua. Esperamos, no sé qué, pero tenemos miedo de regresar”, explicaba esta madre de familia.


La catedral y los terrenos que rodean el templo acogen a miles de personas que huyen de la violencia y el hambre

En esta ciudad la ola de violencia se viene sintiendo desde hace ya tiempo e incluso dos miembros del coro de la catedral fueron asesinados cuando volvían del templo. La situación ha llegado a ser tan grave que algunas de las víctimas han tenido que ser enterradas en el terreno perteneciente a la catedral ante el peligro de acudir al cementerio.


Mientras tanto, las autoridades católicas hacen todo lo que pueden para atender a los miles de refugiados. Para ello, han cavado dos nuevos pozos para surtir de agua y reciben camiones para abastecer las necesidades más básicas.

Existe tanto miedo que nadie quiere dejar este campo para regresar a sus hogares pues todavía se ven patrullas del llamado Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán.

Ni siquiera los sacerdotes están exentos de este peligro sino que están puestos en el punto de mira por la protección que ofrecen a miles de refugiados por todo el país. Pero lejos de preocuparse por su seguridad, los responsables de la Iglesia están dedicando todos sus esfuerzos en conseguir alimentos a través de las distintas agencias internacionales.