El jesuita español Pedro Morejón (15621634) recibió en Nagasaki en 1614 al famoso samurai cristiano Ukon Takayama, de 63 años, conocido en todo Japón como maestro de la ceremonia del té y noble guerrero. Iba camino del exilio con su esposa, hija, cinco nietos y numerosos vasallos y servidores, expulsados por ser cristianos.

Morejón lo atendió en un retiro espiritual mientras se preparaba el barco y reunía libros religiosos para leer. Finalmente, el 8 de noviembre el barco salió de Fukuda, con Takayama y numerosos religiosos expulsados, hacia Manila. (El resto de españoles no clérigos en Japón serían expulsado diez años después). 


Takayama moriría en un par de meses en Manila, por una enfermedad contraída o agravada por su viaje invernal. El gobernador español, Juan de Silva, le había ofrecido una asignación para mantener su familia, pero él la rechazó, quizá para que no se le presentara como servidor de una potencia extranjera. Pasó sus últimas semanas en oración, y las autoridades en Filipinas honraron su muerte con un gran funeral.

Pedro Morejón empezó entonces el proceso para beatificarlo, sin saber que el cristianismo sería prácticamente exterminado de Japón y prohibido durante 250 años, lo que impediría documentar bien su vida. Pero finalmente se ha logrado su sueño este martes 7 de febrero de 2017, más de cuatro siglos después: don Justo Takayama es samurai, político, guerrero, amante del arte y beato de la Iglesia católica.


Doce mil personas acudieron a la ceremonia de beatificación en Osaka, incluyendo peregrinos filipinos, presidida -como suele suceder en las beatificaciones- por el cardenal Angelo Amato, de la Congregación para la Causa de los Santos. Los clérigos y el coro vestían el color rojo de los mártires. Aunque técnicamente Takayama murió de enfermedad, se atribuye la muerte a las penalidades que sufrió su salud en su viaje de exilio en malas condiciones por la nieve en Japón. 

Amato lo alabó como "infatigable promotor de la evangelización de Japón" y dijo que "educado en el honor y la lealtad, fue un auténtico guerrero de Cristo, no con las armas en las que era experto, sino con la palabra y el ejemplo". 

[La ceremonia completa de 3 horas, con narrador en japonés e inglés, se puede ver aquí en YouTube]




La reciente película "Silencio", de Martin Scorsese, muestra la situación en 1643, después de 30 años de persecución incesante y sistemática, cuando ya no había sacerdotes y sólo campesinos de zonas remotas mantenían la fe.

Pero en la época de Ukon Takayama, cuatro o cinco décadas antes, el cristianismo contaba con muchos adherentes entre la nobleza.  Ukon mismo ayudó a la conversión en 1595 y 1596 de jóvenes nobles como Oda Hidenobu o el señor Hachisuka Ieama, entre otros. 

Cuando volvió la persecución en diversas regiones, en Kyoto y Osaka en 1597, se permitió a Ukon marchar a otra zona. Pero en 1598 murió el hombre fuerte del momento, Hideyoshi, y los cristianos tuvieron 16 años de cierta tranquilidad en muchas zonas. Ukon era muy apreciado por su señor, Maeda Toshinaga. Le ayudó a fortificar su castillo.

En esos años Ukon se hizo famoso como maestro de la ceremonia del té. Construyó algunas iglesias y llegaban a la zona cristianos de otras regiones. Muchos le admiraban por vivir plenamente tres dimensiones: la del político y servidor público, la del esteta y la del cristiano. 


Cuando en 1614 se prohibió el cristianismo en todo el país, Ukon ya no tenía por señor a su amigo Maeda, sino a su hermano más joven... que quedó asombrado cuando vio que Ukon no respondía al acoso con la guerra sino que le mandaba un mensaje: "No busco mi salvación en las armas sino en la paciencia y la humildad, según la doctrina de Jesucristo, que profeso". Incluso le pagó 60 barras de oro como un regalo puesto que, yendo al exilio, no podría pagar sus impuestos habituales. 

Sus biógrafos dicen que su plan, al marchar con un centenar de vasallos y seguidores, era fomentar en Filipinas las familias cristianas japonesas, esperando que pudieran volver en pocos años. No sospechaba que el país se cerraría durante más de dos siglos.  


Antes de las persecuciones nacionales de 1614, había en Japón unos 250.000 o 300.000 cristianos, la mayor comunidad católica del mundo en un país no gobernado por europeos. En 1853, cuando el país volvió a abrirse, quedaban apenas unos 30.000 cristianos, que durante dos siglos habían mantenido su fe oculta y sin sacerdotes (haciéndose pasar por budistas, o en zonas tremendamente aisladas). De hecho, la mitad de ellos no quisieron reintegrarse en la Iglesia y mantuvieron su propio culto de rituales secretos de origen católico con elementos sincréticos. 

Hoy hay en Japón unos 960.000 cristianos, de los que los católicos son unos 500.000, y el resto son protestantes.  Por su historia de martirio, los japoneses cuentan con 393 mártires beatificados y otros 42 que son santos