La globalización no podía ignorar a África: de hecho, la ha invadido de norte a sur. Lo demuestra la utilización del móvil, que ya ha alcanzado a las aldeas más remotas y que según los expertos está en manos del 80 por ciento de los africanos, muchos de los cuales lo usan para escuchar la radio, gran pasión de la gente. Quien no tiene móvil lleva consigo un transistor, aunque sea para escuchar música.

"Se puede decir —ha escrito Alberto Eisman en la publicación mensual misionera Mundo Negro— que éste ha sido (y es) el instrumento privilegiado para difundir el bien y el mal. Sin Radio Libre de las Mil Colinas y Radio Muabura, por ejemplo, el genocidio ruandés no sólo no se habría extendido tan rápidamente, sino que no se habrían cometido las atrocidades que lo han ensangrentado de manera tan monstruosa. La radio es como un cuchillo que puede ser utilizado tanto para cortar un buen dulce como para cometer un crimen atroz".


Su difusión, de todas formas, ha hecho y hace un buen servicio también a las emisoras católicas, presentes ya en cada una de las diócesis del continente. Una de las más conocidas y seguidas es la ugandesa Radio Wa (Nuestra Radio, en lengua luo), de la diócesis de Lira, benemérita desde los tiempos de la guerra desencadenada por el Ejercito de Resistencia del Señor, o Lord’s Resistance Army (Lra), activo desde 1987, cuando indicaba los movimientos de los soldados, permitiendo a la gente esconderse en la jungla, refugiarse en las misiones católicas, en las ciudades o pedir ayuda al ejercito del gobierno.



Un día la emisora mandó en onda el programa Karibu (Bienvenido, en lengua suahili), destinado a los niños y adolescentes que en los años 85-90 eran secuestrados y enrolados por esas milicias. Se sabía con seguridad que ellos había conseguido pequeños transistores clandestinos que escuchaban con interés, también porque en los micrófonos de la radio diocesana se alternaban los familiares y la gente de sus aldeas, enviado noticias, saludos, ánimo e invitaciones a la reconciliación.


¿Por qué los chicos demostraban tanto interés? Todos sabían que durante el asalto a las cabañas los soldados del Lra, para asegurarse de que los chicos no volvieran jamás a sus aldeas, los obligaban a matar a gente, incluidos a veces sus propios parientes. Por consiguiente, ninguno de ellos habría cometido la imprudencia de volver después de haber eliminado a un hermano, un amigo, un compañero de escuela. La redacción de la radio conocía esta táctica y empezó a transmitir mensajes de perdón para quien quisiera volver al lugar dónde había sido secuestrado.

Gracias a Karibu, muchos muchachos consiguieron escuchar semanalmente la voz de sus padres, parientes y amigos, que los invitaban a tener confianza en un futuro distinto del que vivían en la junta si volvían a casa, donde serían acogidos con los brazos abiertos porque todos habían olvidado lo que había sucedido.

La insistencia de estas invitaciones no sólo aliviaba a los chicos, sino que les animaba a descubrir el modo de huir de los campos de reclusión, desafiando las incógnitas de la jungla. Los soldados redoblaron la vigilancia, pero no consiguieron eliminar las fugas. Cuando en septiembre de 2002 entendieron de dónde venía esta invitación que amenazaba con dejarles sin sus colaboradores de mayor confianza y más obedientes, atacaron por sorpresa la sede de la radio, destruyéndola totalmente.

Afortunadamente, el único empleado que estaba trabajando ese dia consiguió salvarse. Tras seis meses de silencio Radio Wa retomó regularmente todas las transmisiones, incluido el programa Karibu, gracias a la ayuda de amigos lejanos y emisora hermanas, pero emitiendo desde un lugar más seguro y protegido.


Ningún miembro de la redacción había llegado a saber la influencia que tuvo el programa sobre los chicos prisioneros; lo supo cuando fuentes militares, encargadas de estudiar los “extraños” alejamientos, revelaron que mil quinientos pequeños soldados habían huido del cautiverio para volver a sus aldeas. La prueba de que había sido precisamente Karibu la que les había empujado a la fuga se tuvo cuando, durante las negociaciones para la paz entre el gobierno y los militantes del Lord’s Resistance Army, éstos pidieron que el programa fuera suprimido. La condición fue aceptada, si bien éste continúa con un nombre distinto, pero más o menos con el mismo objetivo.

Actualmente es la organización Niños Invisibles la que manda los mensajes en lengua acholi y en lengua luo a los últimos niños-soldados que están aún en manos del ejército, dispersos en las junglas de los países vecinos.