Sor Adele Brambilla, religiosa comboniana del hospital italiano de Karak (Jordania del sur) describe la vida cotidiana de los refugiados sirios. Miles de familias están acampados sin nada para mantener el calor en este frío invierno. Las enfermedades y el frío matan a los niños. Es la Navidad. 

 "La sonrisa de una madre con su bebé recién nacido en los brazos es la mejor respuesta al significado de la Navidad en la tragedia de la guerra. La esperanza no ha muerto, aún vive. Son los refugiados quienes la comunican". Esto es lo que le dice a AsiaNews sor Adele Brambilla, religiosa comboniana y operadora del Hospital Italiano de Karak, en el sur de Jordania.

Residen allí más de 30 mil refugiados llegados de Siria.

"La esperanza - continúa la religiosa - mantiene en alto hasta los que han sido llamados a trabajar juntos, independientemente de su raza, religión y creencias, porque la solidaridad humana todavía tiene una cara".

Tan sólo en un día, el pasado 11 de diciembre, mientras caía una gran tormenta de nieve en todo el Medio Oriente, más de 700 personas cruzaron la frontera de Siria con Jordania. Es un goteo incesante.

Los refugiados sirios en Jordania son ya más de 1,3 millones. Quien no vive en las zonas administradas por la ONU y los organismos internacionales vaga por el desierto en busca de refugio y la mayoría piden ayuda al hospital de Karak, el único capaz de ofrecer, además de la atención, aunque sea un mínimo de hospitalidad.

Sor Adele describe el drama de la vida cotidiana de los refugiados sirios que han cruzado la frontera para escapar de la guerra: "Safaa y su familia con varios niños, huyeron de Homs a Damasco, pero un bombardeo cerca de su barrio ha destruido toda esperanza de poder alojarse y se dirigió a Jordania. La mujer me dijo que estaba inmovilizada por el miedo, sobre todo pensando en sus hijos. Safaa estaba aterrorizada por todo:caminar por las calles, ir a través de un barrio, ir a la tienda de comestibles el miedo de morir ante los bombardeos impredecibles..."

La mujer se encuentra ahora en el área de Karak con sus hijos.

Otra historia es la de Marwa. "Cuando huyó de Siria - dijo la hermana Adele - ella estaba en su primer embarazo y se produjo en nuestro hospital pues el parto era inminente. Nos dijo que había llegado hace unos días, después de pasar algún tiempo en el campamento Zaatari. Le preguntamos por qué se había enfrentado a un viaje y una molestia en tales condiciones. Quería asegurar un parto seguro al niño aún si su vida estaba amenazada. Para los religiosos y todos los voluntarios del hospital la sonrisa de la mujer con el su pequeño recién nacido es la señal más concreta que la esperanza no ha muerto ".



"Nuestro hospital - dice la hermana Adele - da testimonio de esta tragedia que vemos todos los días en los ojos de aquellos que vienen a nosotros en busca de ayuda médica. Durante estas semanas vemos cómo el frío y la falta de vivienda adecuada afecta a los niños que sufren de enfermedades, fiebres, infecciones".

"El establecer un mínimo calentamiento se está convirtiendo en un problema - añade la religiosa - la mayoría de las familias no pueden comprar una bombona de gas".

Los cilindros de gas también son peligrosos. Hace poco, en el campo de Zaartari un cilindro de gas butano explotó en una tienda de campaña, matando a un padre y sus dos hijos.

Pero la hermana Adele está convencida de que la desesperación y el odio nunca tienen la sartén por el mango. En una reunión celebrada el pasado 18 de diciembre en Amman para involucrar a todas las organizaciones de beneficencia y de asistencia social en la campaña para la prevención de la poliomielitis se mostró un profundo sentido de la cooperación y la solidaridad entre personas de diferentes religiones.

En la reunión se presentó la iniciativa de Ader, una pequeña parroquia en el sur a través de Caritas que ayuda a los refugiados en la zona, casi todos musulmanes.



"Otro ejemplo - dice la religiosa - la da recepción del hospital y la asistencia a todos aquellos que lo soliciten, por lo que es partícipe de este enfoque compasivo también personal musulmán laico que trabajan con nosotros", explica.

Son signos de esperanza. Un "Muktar ´ [autoridad musulmana a cargo de un área determinada - ndr] en las afueras de Karak, "conociendo nuestra condición y la utilidad de nuestro trabajo, el hombre se ofreció a llevarnos a visitar a algunas familias sirias muy pobres y con casos de la enfermedad"

"Estas señales - dice la hermana Adele -. Son nuestra esperanza para la Navidad. Un Dios que se comunica con la vida y nos invita a dialogar todos nosotros llamandonos juntos para abrir nuestras puertas para que el Señor que viene a habitar en medio de nosotros todavía tenga una casa".