Se acercan elecciones en 2020 en Costa de Marfil, las armas blancas o de fuego circulan por el país sin haber finalizado el desarme previsto y "un clima de miedo generalizado reina entre la población”, avisan los obispos católicos del país, reunidos en su 113ª Asamblea Plenaria, celebrada en Agboville. La Conferencia Episcopal representa a las 15 diócesis del país.

“Existe un clima de temor generalizado entre la población relacionado con la realidad de los recurrentes conflictos intercomunitarios, los problemas de inseguridad, la posesión de tierras, la ocupación ilegal de bosques, las minas de oro ilegales y los problemas relacionados con la identidad del país”, afirma un comunicado de los obispos difundido por Fides.

Los arzobispos y obispos de esta nación piden al Gobierno “que continúe y complete el proceso de desarme, porque las armas siguen circulando en el país y no es un secreto para nadie”. “En efecto -concluye el mensaje- en todos los conflictos intercomunitarios, las armas blancas y las armas de guerra se utilizan de manera regular y profesional. Ante esta situación, una vez más, y en nombre del derecho a la vida, ¡les pedimos que eviten otra guerra!"

Hubo guerra civil hasta 2008

Costa de Marfil es una excolonia francesa de unos 22 millones de habitantes, que sufrió una dura guerra civil entre 2002 y 2008, con unos 4.000 muertos y más de 700.000 desplazados.

Es un país pobre, pero más próspero que sus vecinos y un 20% de su población son trabajadores llegados de Liberia, Burkina Faso y Guinea. La mitad de la población no está alfabetizada.

Según un censo de 2014, un 43% de la población es musulmana, un 17% católica y un 12% protestante. Los animistas serían algo menos del 4%, aunque probablemente también lo son muchos de los que en el censo declaran no tener religión (un 19%).

Exorcizar los demonios del odio

“Estamos con vosotros para deplorar el espectáculo desolador de estos últimos tiempos; queremos, con todos vosotros, exorcizar los viejos demonios del odio y de la división”, afirma la nota de los obispos.

Expresan su “cercanía espiritual y compasión por las familias que han perdido a sus seres queridos y sus bienes”. Y a todos los actores de la vida socio-política, a cualquier nivel que estén, “les lanzamos este grito de corazón, que es también el de la población: evitemos otra guerra”.