Bajo la dirección de Vladimir Putin y Dimitri Medvedev, Rusia está volviendo a muchas de las costumbres de la Santa Rusia.

El responsable de Asuntos Religiosos de las Fuerzas Armadas, Boris Lukichev, ha anunciado que antes de fin de año el antiguo Ejército Rojo volverá a contar con una de sus instituciones más antiguas y veneradas, la de los capellanes militares. 

Según informa Vatican Insider, fue creada por Pedro el Grande en 1716, y antes de la revolución comunista de 1917 llegaron a ser seiscientos, con cuatrocientas iglesias adscritas. La llegada al poder de los bolcheviques convirtió oficialmente al Ejército en ateo. 

Ahora las cosas han cambiado, y aunque en 2009 el presidente Medvedev ya había ordenado la atención religiosa a los militares rusos, sólo a partir de ahora formarán una estructura organizada con jerarquía militar propia, equivalente al Arzobispado castrense español. El modelo organizativo, según el arcipreste Dimitri Smirnov, del Patriarcado de Moscú, será sin embargo más bien el alemán.

Los popes se desplazarán a zonas de combate y no irán armados ni recibirán adiestramiento militar, aunque a buena parte de ellos no les hará falta, pues todos ellos hicieron el exigente servicio militar del Ejército Rojo, y algunos de ellos fueron oficiales antes y después de la caída del comunismo.

Una de las razones de las autoridades políticas rusas para la restauración de las capellanías militares (que incluirán también atención a judíos y musulmanes) es elevar el nivel moral de las Fuerzas Armadas, muy bajo por los recortes presupuestarios, la corrupción y el nepotismo: "Esto mejorará su situación", explica Smirnov, "aunque el pecado no pueda erradicarse al cien por cien de la naturaleza humana".

La demanda de atención espiritual es grande entre los militares rusos, que en un 70% se definen como personas religiosas, y en un 80% pertenecen a la Iglesia Ortodosa Rusa.